En el caso del PCT, partido en que milito, venimos tratando el tema desde el año 2003, a propósito de nuestro sexto congreso, donde debatimos el tema, animados por la Convención Mundial de Migrantes, celebrada en ese mismo año.
Por eso, me es fácil desde mi visión revolucionaria y de clase, decir sí al Pacto Migratorio.
Es un buen Marco general. Se pueden precisar aspectos como los de Migrantes y Refugiados, que no son conceptos similares. Pero esto no es esencial en el contexto del debate de, si apoyo o no al Pacto.
El texto es un instrumento que consagra el respeto de los derechos fundamentales de los migrantes, y desde ese perfil rechazarlo sería antiético, puesto que consagra aspiraciones por las que hemos venido luchando y que todo humanista o persona de sentir progresista reconoce como válido y legítimo.
No hay en el texto la afección a la soberanía nacional que a mala ley advierten sectores de la derecha y la ultraderecha dominicana.
“Alentamos a todos los Estados Miembros a que formulen lo antes posible respuestas nacionales ambiciosas, para aplicar el pacto mundial, y a que realicen exámenes periódicos e inclusivos de los progresos conseguidos a nivel nacional”. Es lo que señala el párrafo 7 del preámbulo del texto.
Presenta un marco de cooperación no vinculante desde el punto de vista jurídico, que se basa en los compromisos acordados por los Estados miembros en la Declaración de New York para Refugiados y Migrantes, aprobada en el 2016 por la Asamblea General de la ONU.
La supuesta agresión de ese Pacto a la soberanía nacional, está siendo invocada por sectores políticos, responsables de los modelos económicos, las políticas públicas y gobiernos, cuyo común denominador ha sido la entrega de todos los componentes de la soberanía del país, su vulneración en beneficio del gran capital financiero internacional.
Pero en realidad, ven en el Pacto la oportunidad de promover el sentimiento antihaitiano que, desde los tiempos de la dictadura de Trujillo, han convertido en uno de los valores dominantes que corroe la conciencia del pueblo dominicano, y que utilizan como insumo en procesos electorales, o cuando quieren desviar la atención de ese mismo pueblo frente a problemas esenciales del país. El antihaitianismo va y viene a conveniencia de esos sectores.
El apoyo al Pacto, no impide, desde luego, que sigamos llamando la atención sobre las causas de las migraciones, especialmente el boom de los últimos años.
Si no conocemos las causas, no podremos ser buenos militantes en el tema de la defensa de los derechos humanos y otros aspectos referidos a los migrantes. Porque lo haríamos como cuestión de caridad, cuando en realidad es esencialmente política.
Las potencias imperialistas, con sus políticas de saqueos de las riquezas de los pueblos, como en Haití y República Dominicana; la promoción de guerras regionales y locales; y la desestabilización de regímenes, como ha ocurrido en varios países de África, en Irak, Siria, entre otros, son las responsables del boom migratorio de las últimas décadas.
La generalidad de los que emigran, o son expulsados en condición de refugiados, son los trabajadores y sectores empobrecidos en los diferentes países; y así, la lucha para que se les reconozcan derechos humanos, tiene un alto contenido de clase; o de pueblo, si se quiere en una acepción más laxa.
Ahí está el drama de gran parte de los antiguos trabajadores cañeros, inmigrantes hoy considerados como desecho por la patronal y el Estado dominicano, incluso tras haber cotizado para sus pensiones.
Gran parte de los dominicanos y dominicanas que se han ido al extranjero, sufren acosos precisamente por ser migrantes. En Puerto Rico, el caso más próximo, hay un importante movimiento de apoyo a esos connacionales.
Pero también hay una minoría que los acosa. “Los mojaitos” les dicen, porque aparecen del mar en yolas.
¿Quiere el pueblo dominicano ser tratado de esa manera en países extranjeros? Seguro que no.
El Pacto Migratorio procura que estos hermanos sean tratados con dignidad.