Las actividades socioculturales que realiza el ser humano, son observadas, grabadas, registradas, recopiladas, estudiadas y analizadas, a veces sin darnos cuenta que constituyen huellas-pruebas, para el futuro. En tiempo diferido, los datos, documentos y estadísticas sobresalientes que se acumulen, ya sea por equipos, grupos o individuos, son ponderados por personas especializadas en la actividad o disciplina de que se trate. Es así como surgieron los Salones de la Fama (Hall of Fame), Paredes de la Fama (Wall of Fame), y Aceras de la Fama (Walk of Fame), entre otras denominaciones para reconocer los méritos que eternizan el nombre o los nombres de los protagonistas, que por su labor deportiva, científica o artística, fueron, son o serán, acreedores de dicho reconocimiento.
Desde 1966 -hace 49 años-, el Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, ha venido llevando a cabo el reconocimiento de figuras del quehacer deportivo nacional, cuyos méritos acumulados son rigurosamente examinados, para ser elegidos a dicho sitial de honor.
Debemos notar, que algunas figuras del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, por sus hazañas deportivas a nivel nacional e internacional, han escrito sus nombres con tinta indeleble en la historiografía del deporte nacional y mundial. Como ejemplos de algunos nombres ya legendarios que nos brotan de los labios, podemos mencionar a Juan Marichal, Pedro Martínez, Javier Fortuna, Carlos -Teo- Cruz, Pedro Julio Nolasco y otros como Félix Sánchez, Luguelín Santos, Brenda Castillo, Niverka Marte, los miembros del equipo femenino campeón mundial, en voleibol que, el paso inexorable del tiempo, lo conducirá a ese trono de la inmortalidad deportiva.
El honor de ser elevado al más alto pedestal del deporte dominicano, no es un tributo o reconocimiento que se planifica, si se estudia en la escuela o universidad, no se compra, no se hereda, se elige por merecimientos acumulados, sin distinción de raza, religión, posición económica o filiación política. Es un honor al trabajo y dedicación por décadas y que sirve de buen ejemplo a las generaciones presentes y venideras.
Estar en el Pabellón de la Fama, indudablemente, es un indicador de un esfuerzo y dedicación única y exclusiva para practicar con devoción, perseverancia, alta autoestima, determinación, coraje y sacrificio, no solo para vencer al oponente, sino para vencer nuestras propias limitaciones y debilidades. Es superar los fracasos, derrotas y adversidades inherentes del deporte y de todo quehacer terrenal. Es vencer el miedo, es superar el dolor, sustraerse a los placeres cotidianos, es sentir por nuestros compañeros, los amigos, familiares, allegados, seguidores…en fin, es sentir por la Patria y también nos ayuda a superar la pobreza material y espiritual. Al Salón de la Fama, no se llega solo ni por casualidad. Es un desafío permanente para el individuo, el equipo, sus entrenadores, autoridades y hasta la prensa!!!
Al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano no todos llegan al mismo tiempo, pero hay un deportista y propulsor, incansable trabajador tanto en lo civil como militar, que engrandecería al Pabellón y que hace falta en el Pabellón, que se haría justicia con su nombre y figura, se llama Marcos A. Jiménez.