Para muestra, un botón. El general Jacinto Pérez Arcay, sólido intelectual, militar de carrera retirado y uno de los más estrechos colaboradores del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuenta una anécdota conmovedora, más que reveladora del carácter y grandeza de este mandatario. Respondiendo a la pregunta de cómo se produce tan entrañable comunicación entre Chávez y el pueblo, el general Pérez Arcay nos cuenta.
“Tiene una sensibilidad muy profunda ante el dolor de los humildes. En una ocasión volábamos en un pequeño avión […]. Hugo estaba intransitable, molestísimo, por un incidente que acabábamos de vivir. Recuerdo que le dijo a Martínez Morales [uno de sus colaboradores]: ‘mire, yo hubiera preferido morir, o quedarme para siempre en la cárcel, anes que me pasara esto. No puede ser que una viejita me encargue un papelito y yo le pida a alguien que atienda a la señora, y que el compañero no le conceda ninguna importancia’ El colaborador del Presiente había tomado el papel de la viejecita y le había dado una tarjeta para que lo llamara a la oficina. Jamás le tomo el teléfono.
“Pasaron como quince días o un mes y volvió Hugo aquel lugar. Allí estaba la señora: ‘Hugo, ¿te acuerdas de aquel papelito que yo te di? Nadie me atendió, Hugo’. Chávez nos contaba la historia con dolor y con rabia: ‘¿Ustedes saben lo que tubo que caminar aquella señora para llamar por teléfono? ¿De dónde llamaría la pobre, si en kilómetros y kilómetros a la redonda no hay teléfonos? Díganme, ese que le dio la tarjeta a la viejita y no le respondió, ¿es o no es un hijo de perra?’ “. Hasta aquí el relato de Pérez Arcay. Y, hablando de grandes estadistas –ya que han sido mencionados Fidel y Chávez a propósito de un homenaje a un tercero-, debemos decir que sobre Fidel abundan historias presentando al extraordinario ser humano que hay en el octogenario mentor de la Revolución Cubana.
Y uno se pegunta, amigos lectores, tras conocer de tan peregrina idea, ¿hay grandeza y estatura moral para colocarse al lado de Chávez y de Fidel en un tercer jede de Estado que empobrece a una población para enriquecerse y crear un reducido núcleo de poderosos en torno a él? ¿Reúne condiciones para equipararse con estos dos hombres quien durante doce años no ha mostrado una pizca de sensibilidad y dolor frente al drama de un desastre natural, de la violencia policial, de obreros, niños y madres sin comida, escuela ni hospitales?
No hay que hacer ningún esfuerzo para saber las respuestas a las anteriores preguntas. Ustedes y yo conocemos la cata de gobernantes que hemos tenido los últimos cincuenta años. Nadie nos los puede presentar. Mucho menos vender ni envolver en homenajes forzados con pretensiones de colocar al lado de grandes estadistas a uno que, probablemente, se les equipare y hasta lleve ventajas, apenas en bienes materiales, elecciones robadas, medios enajenados, y en un el alto nivel de desprecio frente a un pueblo que lo ha elegido dos o tres veces.
Pero, tengamos en cuenta esto: sólo a los rendidos se les pegan todas cosas, y ni Fidel ni Chávez lo están. Nadie los va a coger de pendejos para limpiar la imagen de un mandatario que ha sido incapaz de conectar con el pueblo, como lo han logrado por ellos mismos.