Si el actual gobierno sigue -como debe seguir- persiguiendo corruptos y corruptores y les va poniendo nombres de animales va tener que echar mano de una enciclopedia o un atlas de las especies de la naturaleza bien completa para denominarlos a todos, y aún tendrá que inventarse algunos marcianos ahora que se ha llegado a ese planeta para hacerle coquillas en su piel y ver de qué manera se le podrá explotar en lo adelante cuando los recursos de nuestro planeta tierra estén más agotado que el PLD en estos momentos.

Parece que los bautizos policiales o judiciales están comienzando con los seres marinos. Por algo somos una isla y, en efecto, por nuestras bellas costas y playas abundan los octópodos, aunque en tierra firme también hay unas variedades mutantes con centenares de ellas, y el rico lambí que adereza muchos platos gustosos de nuestra cocina criolla. Operación Pulpo nos ha perecido muy adecuada por las tantas y rápidas patas y ventosas que tienen sus implicados tan cercanos a las orillas del palacio.

Ahora le toca el turno a la Caracola por los muchos recovecos que van a encontrar en la Cámara de Cuentas que mejor se hubiera llamado desde su inicio Cámara de Cuentas y Cuentos Mal Contados por todo lo que ha disimulado, alterado, u ocultado a favor de los anteriores gobiernos durante años y años.

De este organismo, ya señalado y hasta embarrado desde hace mucho tiempo, se sabía por denuncias previas que las cosas no funcionaban y que ahí permanecían anestesiados muchos gatos dentro de ese macuto, toda una manda adormecida por los intereses oficiales para que no se despertasen y comenzaran a aruñar por aquí y por allá. Esto lo sabían los políticos, la oposición, los ciudadanos promedio que se enteran de algunas cosas por los medios de comunicación o por la frecuencia lateral de radio bemba, los que se encargan de parqueo en las calles y hasta Papito, el sereno  del almacén de víveres de la esquina de enfrente.

Para que vean que uno también colabora en esta etapa de desinfección corruptiva y siguiendo la tendencia nominal vista hasta el momento, proponemos varias acepciones. Operación Tiburón para los casos de mordidas fuertes que devoran presupuestos enteros, que las hay, y muchas, Operación Langosta para aquellos que roban por muchos lados y después lo celebran en buenos restaurantes pidiendo como plato principal estos crustáceos, en la modalidad Termidor o en salsa de habichuelas que está riquísima.

Operación Camaleón para los que gobierno tras gobierno saben cambiar de color de la piel de los partidos para seguir con el juego de la cogioca, aquel que dice: después de robar tú, a mi toca. Operación Culebro para los robadores que no hay manera alguna de agarrarlos, sea por los escurridizos o por el dicho de que culebra vieja no cae en lazo.

Otro buen nombre es Operación Urraca, estas curiosas aves, que en el país las tenemos con dos piernas grandes, bigotes, buenas residencias y carros de lujo tienen una curiosa predilección de atesorar en sus nidos objetos que relucen como el oro y la plata, por eso muchos de ellos lucen o mejor dicho exhiben costosísimos relojes, anillos, collares, de sus dedos, brazos y cuellos que los extienden con generosidad para señalar o saludar a quienes se les acercan.

Por último y de momento sugerimos asimismo el de Operación Hiena, para ciertos saqueadores carroñeros de los bienes públicos que poseen poderosas mandíbulas capaces triturar cualquier cantidad de dinero por duro o escondido que este sea, y hasta arrebatárselo a otros más poderosos y feroces que ellos. Lo dicho al principio, al Gobierno le  van a faltar nombres, y cárceles si todo se lleva adelante como la ciudadanía decente espera.