El Estado dominicano, al través de sus respectivos gobiernos, ha tenido casi por norma "jubilar" y/o "pensionar" a sus servidores públicos, lo cual ha hecho extensivo a ciudadanos del sector privado, profesionales o no, de libre ejercicio en sus oficios y modos de sustentación de vida. Los montos varían hasta con los años. Suponemos que una pensión o jubilación "digna" debe rondar los 50 o 60 mil pesos.
Decenas de gente del común, comunicadores, artistas, periodistas, deportistas y profesionales que se han destacado, incluso con buen dinero ganado en sus años útiles, han sido beneficiadas con estas modalidades de premiaciones altruistas y humanitarias, que por lo regular acogen a quienes están, supuestamente, en la recta final de sus vidas, donde las necesidades son más perentorias. Que se sepa son muy pocos los arquitectos tocados por esta suerte de premiación casi simbólica pero que ayuda a resolver muchas cosas cuando ya los años van pesando demasiado. Nuestros recuerdos están vivos evocando las dos veces que el Grupo Nuevarquitectura Inc. -GNA- ofreció disculpas públicas reconociendo a olvidados profesionales, incluso ya fallecidos, a los que apenas pudimos extenderles un simbólico certificado de agradecimientos por su obra constructiva ante la sociedad dominicana. Lo hicimos en 1986 y 1988, primero con 17 y luego con 8 personalidades relacionadas con el diseño cálculo y la construcción de edificios en República Dominicana, gente que fueron reconocidas con ceremonial modestia por parte del GNA, en actos celebrados en el antiguo Hotel Sheraton y en el otrora Centro Cultural Dominico Hispánico.
José Amable Frómeta Pereyra, Margarita Taulé Cassó, Josefina Conde Pausas, Miguel Ángel Hernández Rivera, José Antonio Caro Álvarez, José Ramón -Moncito- Báez López-Penha, Henry Gazón Bona, Leo y Marcial Pou Ricart, Mario Lluberes Abreu, Fco. Guillermo y Alfredo González Sánchez, Leonte Bernard Vásquez, José Manuel -Nani- Reyes Valdéz, Octavio -Trene- Pérez Garrido, Humberto Ruiz Castillo, Benigno Trueba de Suárez, Osvaldo Báez Machado, Tomás Auñón Martínez, Pedro de Castro, Romualdo García Vera, Antonin Nechodojma, Alfredo Scaroina Montuori, Juan Bautista Del Toro Andujar, Juan De la Cruz Alfonseca, y Manolito Baquero Ricart (aquí aparecen "de memoria", sin el orden de los reconocimientos.), fueron los homenajeados, muchos póstumamente, luego ya fallecidos todos y probablemente se marcharon sin que ni ellos ni sus familiares fueran beneficiados con una siquiera honorífica pensión y/o jubilación.
Probablemente nadie tenga una idea, siquiera cercana, de lo que representó haber realizado aquellos reconocimientos, a menos que no haya estado dentro del grupo organizador. 25 años después y en condiciones tecnológicamente superiores, pero humanísticas y socialmente muy disminuidas, la Fundación Palm ha concluido un largo ciclo de todo un año, ofreciendo sus testimoniales maneras de agradecimiento a 12 personalidades más, dentro del programa "12 trayectorias y un camino". Y lo ha hecho con magistral clausura en su última presentación.
Entre pesarosas reflexiones, evidentes dudas, notorios desalientos, manifiestas desesperanzas y ciertos dejos de desencanto, el arquitecto Eugenio José Pérez Montás cerró los reconocimientos realizados mediante entrevistas, a personajes cuyo rol protagónico, jugado en el pasado reciente y dada su relación profesional con la arquitectura y el urbanismo dominicanos, contribuyeron, de una manera u otra, a trillar los caminos por los que ahora se desplaza la profesionalidad contemporánea.
Visionarios, diseñadores, constructores, educadores innatos, gestores públicos, propulsores privados, políticos caudillistas y nacionalistas, gremialistas circunstanciales, románticos exiliados, nostálgicos irreverentes, optimistas a ultranza y reservados profesionales, hicieron la magia cuando los doce aceptaron, primero, ser entrevistados en vivo, en el mes previsto y acordando la fecha, y segundo, cuando acudieron a la cita concientes de que debían abrir sus memorias para un público que sólo le conocía a medias.
Las entrevistas discurrieron sin cortapisas. Cada uno de los que nos encargamos de entrevistar a quien nos tocara en la selección casi al azar, debíamos saber de antemano bastante sobre el personaje en cuestión. En las filas de los entrevistadores hubo hasta pánicos que fueron vencidos gradualmente en la medida en que empezó a transcurrir el ambicioso y fatigoso programa que cerró el lunes 1ro. de noviembre con una descarga de baile virtual y poemario móvil, por parte de la eximia Patricia Ascuasiati, que atrapó las templadas fibras de la emotividad para dejarlas en voz de Fernando Echavarría, ex alumno de la Escuela de Arquitectura de la UNPHU, para que cantara con voz quebrada, dos de sus éxitos del pasado dedicándolos a sus antiguos profesores allí presentes, porque salvo algunas excepciones, estuvieron casi todos los homenajeados en la noche final.
Dos de las ediciones fueron realizadas en el auditorium de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago de los Caballeros, las de Francisco Camarena y Cuqui Batista, ambas con asistencia de su Rector Magnifico. Otras dos, las de Luis Eduardo Delgado y la final arriba indicada, fueron realizadas en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, contando por igual con la presencia de su Rector Magnifico. Las ocho que completaron la simbólica docena se llevaron a cabo en el Centro Cultural Español y fueron las dedicadas a César Iván Feris Iglesias, Leopoldo Espaillat Nanita, Diana La Paix, Víctor Bisonó Pichardo, Rafael Tomás Hernández, Erwin Rafael Cott Creus, Manuel Salvador Gautier y William Reid Cabral quien falleciera unas dos semanas más tarde. Resumirlo en estas letras ha sido fácil. Coordinarlo, fue otra cosa y montarlo, pues hay que imaginarlo. Decenas de gentes se integraron, profesionales y estudiantes, instituciones y empresas colaboraron incluso económicamente. "Tras bambalinas" se desataba una pasión fervorosa, los nervios se iban crispando, las angustias afloraban en los ojos y tensiones causadas por los detalles, pero al final todo salió casi perfecto, porque más pudo el tesón humano.
Ojala dentro de 25 años (o antes) algún grupo relevo se ocupe de reconocerse a si mismo, con humildad, honrando a sus antecesores; para entonces quizás el Estado se haya sensibilizado en el aspecto humano y social, no simplemente clientelista y populista, alcanzado a beneficiar con el simbolismo de lo económico a unas vidas que declinan, que quizás ciertamente no todas necesiten del beneficio de una pensión, pero otras si, lo que habría que evaluar, para ser justos y hasta misericordiosos… Si se ha podido con otros y con otras, ¿por qué no con los que diseñan, calculan y construyen los contenedores sociales que todavía son las ciudades?