El inicio de la gestión municipal correspondiente al período 2020 – 2024 estuvo caracterizada por la renovación de una gran cantidad de entidades municipales, como resultado del cambio de partidos políticos en 105 de 158 Ayuntamientos, al igual que en las Juntas de Distrito Municipal con un total de 124 nuevas autoridades, representando un cambio en el 58.3% del total de entidades municipales.

A partir de ese momento se inició una gestión particular, matizada por el estado de emergencia, el aumento en los casos de COVID19, la campaña política para el nivel presidencial y congresual y el inicio de la temporada ciclónica, lo cual ha dificultado el tránsito de la mayoría de las entidades municipales hacia el desarrollo integral de sus territorios.

Sin embargo, estas particularidades no deben ser motivo para detener el avance en la gestión del territorio y mucho menos paralizar los esfuerzos que son necesarios para que los Ayuntamientos contribuyan en una salida local a la crisis en la que nos encontramos para mejorar el bienestar de sus munícipes. En tal sentido es importante que en lo adelante los Ayuntamientos refuercen el trabajo en tres pilares para impulsar el desarrollo: la participación, la coordinación y el ordenamiento territorial.

Fomentar una participación ajustada a lo que establece el marco legal vigente, es el primer pilar para impulsar el desarrollo, con el fin de que el resultado no sea el capricho del gobernante de turno o de su entorno inmediato, sino que sea fruto de un diálogo transparente entre los actores del territorio. Para estos fines la Ley 176-06 establece en los artículos 230 y 231 una serie de vías y órganos de participación, entre los que resalto el Consejo Económico y Social Municipal, ya que es el espacio para consolidar el Plan Municipal de Desarrollo de la demarcación en los próximos cuatro años.

En segundo lugar es primordial fortalecer los niveles de coordinación del Ayuntamiento con las sectoriales del gobierno nacional, las cuales son responsables de una serie de competencias que no son exclusivas de los gobiernos locales y que a su vez tienen los recursos para afrontar demandas claves en el territorio; también es clave la coordinación con los entes desconcentrados de la administración local, para disipar la lucha encarnada entre los Ayuntamientos y las Juntas de Distrito Municipal por el control del territorio. Se requiere avanzar en la suma de sus capacidades para el bienestar de toda la ciudadanía, apuntando hacia el éxito permanente del municipio en lugar del triunfo pasajero de la demarcación que se representa políticamente.

Finalmente, el tercer pilar es el ordenamiento territorial a través de la gestión efectiva y coordinada del uso de suelo, que contribuirá en mejorar la ocupación del territorio, reducir las vulnerabilidades, promover inversiones en atención al potencial, disminuir la discrecionalidad y mejorar la recaudación de la administración local. En la actualidad existen grandes debilidades en la administración del suelo, sin embargo, esta herramienta debe ser el instrumento de gestión primordial de los Ayuntamientos para convertirse en verdaderos gobiernos locales, con la capacidad de incidir en el desarrollo.

Espero que, dentro de cien días, podamos resaltar los avances en la construcción del desarrollo municipal de la mayoría de los ayuntamientos; para estos fines el momento demanda de un liderazgo que en medio de la crisis pueda aprovechar las oportunidades, impulsar los pilares resaltados y cosechar los éxitos que requiere cada municipalidad en este tiempo que nos ha tocado vivir.