Creo que debo escribir algo sobre Fidel Castro. Nunca pude comulgar por completo con su régimen, pero tampoco pude nunca rechazarlo por completo.
En 1965, con la guerra de Manolo, aunque no militaba en el 1J4, consideré la posibilidad de unirme al foco guerrillero del Este, por invitación de mi gran amigo Adolfo Pérez, quien luego murió achicharrado en las lomas de Hato Mayor. Una razón me convenció de no participar: aquello de que ¡los cristianos y los libre pensadores son útiles en las primeras etapas de la revolución! Me dije a mi mismo: Y en las últimas etapas, ¿qué sería de nosotros?
En 1971 quise ir a Cuba en barco, desde Madrid, con aquel proyecto de la zafra de los 10 millones de toneladas, pero el barco no apareció. Mi amigo Pablo Marinez, entonces dirigente de izquierdas, me había hablado del asunto. Se que mis hermanos de la Iglesia de Trafalgar, en Madrid, no se hubieran imaginado esta posibilidad, pero fue tan real como la cuento ahora… por primera vez.
En 1988 tuve el privilegio de acompañar a Peña Gómez en su primera visita a Cuba, y fue una de las experiencias más fascinantes de mi vida: entrar por La Habana en comitiva especial, con franqueadores a cada lado, como parte de una nutrida delegación, y luego reunirnos con Fidel y el doctor Peña Gómez en el palacio del congreso cubano… es algo que me hubiera gustado grabar y conservar para la posteridad. Agradezco a Peña Gómez, y me siento feliz de haber tenido a Fidel Castro a menos de un metro, y sentir su corazón hablar y defender la revolución cubana, ante las preguntas y propuestas socialdemócratas que le hacía Peña. Fue esa la ocasión cuando Fidel, sintiéndose acorralado por las propuestas de Peña Gómez, lo enfrentó diciéndole: “Pero ustedes han gobernado dos veces, y ni siquiera se han atrevido a entablar relaciones conmigo!”
De todas maneras, como generador de riquezas, el capitalismo se demostró superior cada vez que hubo un país con las dos alternativas, como sucedió en Alemania, en China, o en Corea.
Siempre me dije a mi mismo que hubiera preferido la dictadura de Fidel Castro a la hipocresía democrática que nos hemos dado desde la muerte de Trujillo. Pero, de todas maneras, Fidel no tenía toda la razón. Supongo que no habrá Perestroika ni Glasnost en Cuba, pero la realidad es que aquel fascinante sueño ya se sabe que no era más que un sueño, ¡que no era cierto que con quitar los medios de producción a la burguesía y entregarlos al proletariado, se produciría el hombre nuevo para construir el comunismo!
El otro sueño también era falso:¡dizque el mercado libre produciría una mano invisible hacia el bien común! Por el contrario, se demostró que había que intervenir el mercado, aunque fuera para el salvamento de los bancos quebrados, o para proteger al productor local, aparte de que el american way of life es insostenible para todo el planeta. De todas maneras, como generador de riquezas, el capitalismo se demostró superior cada vez que hubo un país con las dos alternativas, como sucedió en Alemania, en China, o en Corea.
La historia ciertamente te absolverá, Fidel, porque escogiste el mejor camino que tu realidad te ofreció. De todas maneras, tus seguidores se han quedado sin respuestas, o, lo que es peor, estén cayendo en la trampa de sustituir el marxismo por una revisión postmodernista. Hay que recordar que en tu Cuba revolucionaria se defendió la mujer, pero también se promovió la familia nuclear, único arreglo que se ha demostrado exitoso en casi todos los estudios sociales (Weber, Unwin, Sorokin, Zimmerman).
Sin embargo, la izquierda postmodernista –permítaseme el calificativo- no tiene nada que ofrecer a las masas empobrecidas del mundo. Su discurso se limita a repetir las consignas que dejaron los hippies: amor libre y agenda LGBT, en lugar de libertad para los oprimidos; derecho a decidir de la mujer, en detrimento del producto uterino, y búsqueda morbosa de nuevas formas de religiosidad, en lugar de aquel materialismo dialectico. ¡Ojalá que a tiempo se den cuenta que no es lo mismo ni es igual!
¡Descansa en paz, Comandante! Tu ejemplo de entrega y abnegación por los pobres sigue con muchos de nosotros, y te imitaremos… ¡hasta la muerte!