La verdad es que debo decir que tenía otra imagen del servicio del 911, sin embargo me tocó presenciar un hecho que, sencillamente, pulverizó la imagen que tenía de ese importante servicio porque a veces hay cosas que en la vida no las entiendo, por ejemplo para qué sirve un protocolo ante la vida de un niño y me explico.
Como de costumbre fui a comer al Supermercado Nacional de la 27 de febrero. Una compañera de trabajo me acompañaba y de momento observo que ella se queda detenida mirando hacia afuera que algo pasaba y decidimos ir a ver. Se trataba de un niño que junto a un señor muy mayor se dedican a pedir en esas inmediaciones.
El niño presentaba un cuadro de fiebre muy alta y había vomitado. Alguien llamó al 911 y llegaron de inmediato con una ambulancia, examinaron al niño e identificaron que estaba mal, pero resulta que ellos no podían tomar la decisión de llevar al niño a un centro médico porque el protocolo exige que primero deben reportar el caso y esperar que les autoricen llevar al niño a un Centro Médico.
Quizás en medio de la impotencia uno quisiera que las cosas sean resueltas de inmediato, le digo a la joven que ese niño estaba muy mal y lo que me responde es que ellos tenían que seguir un protocolo porque de no hacerlo tendrían problemas. Volví y le pregunté ¿qué pasará si a ustedes no les autorizan llevar al niño al médico? ¿lo dejarán morir? Volvió a responderme lo mismo "nosotros seguimos un protocolo".
Uno de los fundadores de la sociología, Max Weber, quien construyó el primer concepto riguroso de “burocracia”, diría que ese es un ejemplo de acción racional con arreglo a fines entrampada por su mismo requisito de racionalidad, que es el cumplimiento de los protocolos, y acaba siendo irracional.
Es decir, los humanos hemos inventado la burocracia para racionalizar la acción pública, lo cual no es en sí mismo malo, pues fíjense cómo ahora llamando al 911, la ambulancia llega, pero hay un protocolo, es decir, un debido proceso, que retarda la acción siguiente, llevar a la criatura a un centro de salud.
Guardando las distancias es parecido al conflicto de Cataluña: la racionalidad legal demanda que para hacer el referéndum se debe modificar primero la constitución, pero esa misma racionalidad empuja una irracionalidad, y es que al ser la constitución en lo inmediato y mediato (aunque en el largo plazo es posible) irreformable, la demanda de actuar motiva una acción que rompe con la norma constitucional.
Hay pues un protocolo constitucional para permitir el referéndum, la reforma constitucional, pero esto retarda la acción requerida por los demandantes, y los impulsa a una acción que es, entrecomillas, “irracional”, pues no se ajusta a los fines prescritos por la pieza constitucional, que es la base del estado de derecho.
Pero yo pienso que hay situaciones en las que sencillamente se debería de enviar al diablo el protocolo, aunque supongo que cumplir el jodido protocolo es lo que también les asegura su empleo.