Con suma preocupación, mucha, muchísima, estoy mirando como si fuera una película de terror lo que está pasando con la sociedad dominicana, a pesar de que soy optimista de nacimiento y por conviccion. Lo peor de todo, es que aparentemente, las cosas son tan graves, que hemos perdido la capacidad del asombro. Paso a enumerarlas:

1.- Muerte de dos pastores evangélicos, gente de paz, con un futuro prometedor, gente valiosa para la sociedad, ejecutados por quienes aparentaban ser más una banda de sicarios mejicanos de un cartel determinado, que policías haciendo una requisa como consecuencia del alegado robo de un motor, sin dar señal de pare, sin ningún prurito ni mucho menos, con el más mínimo cumplimiento de los procedimientos en estos casos. Y cuando se le pregunta al Director (Jefe) de la Policía, responde con evasivas, lamentaciones y respuestas sin sentido.

Ante las denuncias de las actividades delincuenciales de un tal Mariñez, aparentemente reenganchado a Policía, luego de haber realizado toda una aventura dentro y fuera de las filas policiales, eso queda en nada y no se sanciona debida y ejemplarmente no solo a este Coronel, sino a quienes propiciaron su reingreso a las filas de dicha institución. No basta solo con meterlo preso, hay que buscar quienes participaron en su reactivación en las filas policiales.

Peor todavía, se designa una súper comisión, de veinte personas, aproximadamente,  que, tienen un plazo excesivo para tomar una decisión, que se necesita ahora y urgente.

2.- Motoristas en plan de competencia a todas luces ilegal, cierran la Autopista 6 de noviembre, a plena luz del dia, con la complacencia y ausencia de las autoridades, que convenientemente a esas horas, no se aparecieron por ahí. Carreras estas, que si no lo sabía el Estado Dominicano, la Digesett como se llame, o Amet, mueven cientos de miles de pesos. Constituyendo una burla a la sociedad, a las personas de trabajo, a quienes pagamos los impuestos, y a quienes queremos de este país, una sociedad más justa y más igualitaria.

Cerrar una carretera es un acto de terrorismo, no puede ser definido de otra manera.

3.- A las tres de la madrugada, en un bar abierto en Guaraguao, Villa Riva, cerquita del destacamento de dicho lugar, se arma una balacera, y mueren cuatro (4) personas, como quien ve llover; queman un vehículo, y nadie sabe absolutamente nada, y nadie exige responsabilidades ni cancela toda la dotación de dicho destacamento, cuya connivencia con los dueños de dicho Bar, o morgue, es innegable.

4.- Han muerto proporcionalmente en este mes, más personas por la ingesta de bebidas adulteradas, que de covid, durante toda la pandemia, constituyendo una burla, un insulto, y sobre todo, una evidencia de la sociedad en que vivimos, donde las autoridades, que se supone lo saben todo, o se benefician de este negocio, o son tan ineptas que hacen posible que florezca este negocio asesino frente a sus torpes y miopes miradas. Y pretendiendo tapar el sol con un dedo, proceden al cierre de negocios, post mortem, sin tomar ninguna medida preventiva con criterio y consecuente con la gravedad de los hechos. Por ejemplo, realizar inspecciones a los locales de expendio de bebidas, donde se cruce la existencia de bebidas originales  y las facturas realizadas por las legítimas casas licoreras existentes en el país. No mediante operativos, sino de manera constante.

5.- La juventud no tiene donde ir, no tiene donde ejercitarse, a pesar de que, se ha demostrado, que si se tienen espacios para ello y para recrearse, aprender y estudiar, esta mejora considerablemente, siendo los barrios criaderos de la mediocridad y la repetición de la miseria, donde los héroes, vienen a ser los capos y dueños de puntos de drogas, los aspirantes a peloteros, raperos, los tarjeteros y los antisociales. El estudiante meritorio y reconocido en su barrio es una especie en extinción, y las autoridades no lo aúpan.

Si el cambio estaba sustentado en el sálvense quien pueda, que nos detenga el golpe cuando, el suelo del abismo negro y profundo, sea lo único que nos quede.

No todos podemos tener seguridad privada o pública,  ni disfrutar de villas y casas amuralladas, donde queda fuera toda la morralla. El cambio no puede sustentarse en el dolor fingido, ni en la indolencia. Debe importarnos, porque después será tarde.