Ahora parece que le toca el turno a Israel. El sábado de la semana pasada salieron a la calle decenas de miles de manifestantes en Tel Aviv. Con los días, las manifestaciones se extendieron a otras ciudades. Unos 300,000 manifestantes ocuparon los espacios públicos de la mayoría de las otras ciudades. En Haifa, Askleton, Afula, Bersheda, Modin, Dimona, Eilat, Petha, Tikra, ramat hasharon, Netanya y varias otras, los manifestantes protestaron. Decenas de casas de campaña ocupan ahora diversos espacios públicos.
Un fantasma de indignación recorre Europa y todo la costa del Mediterráneo. Tunez, Libia, Egipto, España, Grecia, Francia, Islandia, Inglaterra y ahora Israel.
¿Que tienen en común los indignados que ocuparon la Plaza Tahrir en el El Cairo, con quienes acampan en la Plaza del Sol de Madrid, los que tomaron las calles de Atenas, quienes ocuparon Totenham en Londres, derrocaron el gobierno y apresaron los banqueros en Islandia instaurando un gobierno de democracia directa?.
¿Qué tienen en común estos movimientos con los movimientos sociales latinoamericanos que en las últimas décadas han cambiado el mapa político ideológico del continente?.
Sin duda cada país tiene sus peculiaridades, y hay diferencias importantes que no pueden pasar desapercibidas, pero es común la masividad de las manifestaciones y la actitud de tomar los espacios públicos, de ocuparlos. Esta reapropiación de lo público tiene un alto contenido simbólico.
También es común el rechazo a las formas tradicionales de hacer y ejercer la política y sobre todo un fuerte rechazo a la subordinación de todos los liderazgos políticos a las recetas neoliberales impuestas por el sistema financiero internacional. Tras este rechazo masivo a la pretensión de un pensamiento único y la subordinación de la política a los dictámenes de una ortodoxia financiera insensible al sentir popular, emerge una diversidad, una gran riqueza de ideas y propuestas, que lejos de rechazar lo político, como interpretan algunos medios de comunicación internacional, en realidad reivindican nuevas formas de concebir el Estado y de ejercer el poder, que se enraíza con el pueblo mismo, que no se superpone ni intenta representarlo, sino que pone el énfasis en la participación, en el protagonismo directo de los diferentes sectores sociales. En realidad es una relegitimación de lo político, mas allá de lo representativo.
Aun cuando las agendas no son siempre las mismas, en general se demanda Políticas Publicas, es decir decisiones y acciones del Estado. Muestran indignación porque "no somos escuchados", porque las decisiones no consideran los intereses y el sentir de la ciudadanía. Ante la prédica ortodoxa neoliberal de que el estado es el problema y el mercado la solución, todos estos movimientos demandan un papel más proactivo del Estado como garante de la equidad y el bienestar del conjunto de la sociedad. Se sienten excluidos y demandan Políticas incluyentes.
Quienes ocupan el Boulevard Roschild en Tel Aviv, son en su mayoría profesionales y estudiantes, no necesariamente los más pobres del país, pero protestan agriamente por las decisiones gubernamentales a espaldas de sus intereses. No están debatiendo sobre Palestina, ni el medio oriente. Están demandando un Estado que atienda a su problemática y sus intereses. En la práctica, sin proponérselo, podrían estar redefiniendo la agenda en esa explosiva zona del mundo.
El Estado de Israel, desde sus inicios ha sido controlado económica y políticamente por unas pocas familias. Estas fueron a su vez los principales aliados para las reformas neoliberales. Al protestar contra las políticas neoliberales, conociéndolo o no, están planteando en el fondo la necesidad de cambios en la composición social del poder político y económico del país y eso, si llegan a tener éxito, necesariamente redefinirá la agenda internacional del Estado de Israel y sus vecinos.
Lo que comenzó como una protesta en Túnez por la represión de un vendedor, se extendió a otros países predominantemente islámicos del norte de África, y ahora parece encender la mecha entre los pobladores judíos de Israel, es en esencia lo mismo que detono las protestas en países europeos, y que abrió las puertas a importantes cambios sociales en América Latina. En el fondo están las políticas neoliberales excluyentes y que han debilitado el Estado y degradado la política, dejando al mercado sin regulaciones y a la mayoría de la población sin posibilidades de ejercer sus derechos sociales más básicos.
Las lecciones y aprendizaje para nosotros son diversas pero están a la vista.