“Usted es una tayota podrida!
Sí, Señor, yo soy una tayota!”
Daurin Muñoz
Sabemos que José Ramón López caracterizó a fondo y que, contrario a lo difundido por algunos, luchó contra el viejo prejuicio que nos atribuye un pesimismo histórico limitante de las potencialidades del criollo.
Que don Toñito hurgó en la paranoia, el temor al gancho y lo chivo que podemos ser, hasta durmiendo.
Y tengo un amigo, tocayo y colega, quien me pontificaba con frecuencia sobre la enorme capacidad de simulación que puede gastarse el criollo, ya como filosofía de sobrevivencia, o en plan de logreros para obtener sean grandes o pequeños beneficios o comodidades.
Yo creo que de una y otra cosa está salpicada nuestra idiosincrasia, y buena parte de la especie humana, créalo usted.
En nuestro caso lo entiendo. Ah, si lo entiendo. Son demasiados años que suman décadas y décadas que pasan de siglo el tiempo en que hemos sido aplastados por el despotismo.
Santana, Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer, y otros menos sonados, abusaron tanto de nuestra gente que la condicionaron por demasiado tiempo, y en los más recónditos resquicios del subconsciente, hasta formarnos en una espesa cultura de subordinación y temor.
(“Peidone, señoi guaidia, peimítame sacai mi pie, que se metió bajo su bota”, se nos atribuye el cuento a los cibaeños, los más ariscos a la opresión, vaya usted a ver).
Nos impusieron la cultura del miedo para depredar el país, y lo hicieron a través de regímenes cimentados en la reelección y el continuismo, otorgándose patentes de corso para saquear los bienes, humillando y doblegando en gran medida la conciencia ciudadana.
Por eso, y no por otra cosa, algunos somos tan opuestos a la reelección, aún en estos tiempos de modernidad y hasta de guardias light.
Muchos de nosotros, por vivencia directa o transmisión cultural, hemos sido acobardados al extremo de vivir agachados en un sistema democrático y un régimen de derechos que no son efectivos, ni el uno ni el otro.
Tenemos un gobierno que nos esquilma con la resignada anuencia de todos, en precios de combustibles, en tarifa eléctrica. Que nos impone un innecesario endeudamiento que ya se lleva en el pago de intereses uno de cada 5 pesos que tributamos, y nos quedamos como si no fuera con nosotros.
Que nos desangra con los impuestos que le da la gana y no nos devuelve ese dinero ni siquiera en algo de seguridad que nos libre de descuidistas, atracadores o de un sicario que en mal momento, líbrenos Dios, nos confunda con la víctima de su contrato.
Y por igual actúan como los chivos sin ley las telefónicas, los bancos, ARS, AFP, supermercados y cierta cáfila de profesionales y técnicos que hacen lo que les viene en ganas con nuestros chelitos, sin que nadie les ponga régimen.
Y en medio de tantos miedos vienen entonces estos dos muchachos a abofetearnos con sus altos gestos de dignidad.
El arquitecto David Rodríguez García, quien decidió inmolarse como señal inequívoca de resistencia y condena al modus operandi de la mafia de tráfico de influencias, extorsiones y corrupción denunciada en la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado, nada más y nada menos que una dependencia de la Presidencia de la República.
Y Daurin Muñoz, el raso PN quien denunció las brutales inequidades salariales del país, cuyo principal responsable es la clase política, empezando por los congresistas y el presidente Danilo Medina, que hace un año y dos meses dijo en una declaración sorpresa, que no se puede vivir con 10 mil pesos, mientras a Daurin le paga 5 mil 800 que no dan para prender el fogón tres veces al día durante una semana completa.
Y ese muchacho policía que la jauría mediática del gobierno y algunos mal confundidos quieren linchar moralmente, tuvo también el valor de denunciar que en las paredes, los pasillos y despachos policiales sobrevive el espíritu aterrador y diabólico del tirano Trujillo, lo cual hace mucho que sabemos todos, aunque nos hagamos los desentendidos.