En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió retirar la homosexualidad de su lista de trastornos mentales. Sin ejercer ningún razonamiento científico, presionada por el naciente lobby gay, la APA presentó una conclusión que no sólo impactó el diagnóstico conductual, sino que además influyó en un cambio legislativo y social funesto para las generaciones venideras.

Treinta años después, la “conclusión” de la APA comenzó a repercutir. La Suprema Corte Federal de los Estados Unidos, en una votación 5-4, falló en el caso Lawrence vs Texas que las leyes anti-sodomía del Estado de Texas y otros doce Estados eran inconstitucionales. Según los cinco jueces supremos que dominaron la sentencia, la Constitución americana contiene un “derecho fundamental a la sodomía”. Para el magistrado disidente Antonin Scalia, Lawrence vs Texas significó el final de la legislación moral.

En 2003, la Corte de Apelación Federal con sede en Masachussetts llegó más lejos. En una cerrada votación 4-3, dictaminó que el matrimonio era un derecho fundamental que no podía negársele a nadie que quisiera ejercerlo, sin importar con quien quisiera hacerlo. El negarle el derecho al matrimonio a determinadas personas o grupos, según la Corte, caía en la creación de ciudadanos de segunda categoría. Esta sentencia abrió las puertas a los matrimonios entre personas de un mismo sexo en el Estado de Massachussetts. Doce Estados más han seguido la tendencia que se abrió en este Estado en el año 2003.

Para el Magistrado de la Corte Suprema Federal Antonin Scalia, “si identificamos un derecho fundamental a la sodomía en la Constitución, no vamos a tardar en encontrar en la Carta Magna derechos fundamentales al incesto, a la pedofilia, a la bestialidad, a la poligamia, entre otros comportamientos sexuales anormales”.

La visión jurídica del Magistrado Scalia comenzó a cumplirse. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) acaba de informar que el Manual DSM-V, usado por psiquiatras y psicólogos como guía terapéutica, acaba de eliminar la pedofilia de su listado de parafilias, es decir, ya la pedofilia deja de ser un comportamiento sexual anormal.

Sin ninguna base científica, el DSM-V declara que la pedofilia deja de ser parafilia siempre que no haya sentimientos de culpa en quien la ejerce y siempre que la persona adolescente o el niño que participe en dicho acto brinde su consentimiento.

Aunque el movimiento GLBT niega haber influido en la decisión de la APA y al mismo tiempo desmiente vínculo alguno con NAMBLA (Asociación Norteamericana para el Amor entre Hombres y Niños, el lobby que agrupa a los pedófilos norteamericanos), es lamentable que este movimiento no se detenga a pensar que su propósito es destruir los cimientos sobre los cuales se ha construido la civilización occidental.

Dado que el movimiento GLBT desmontó la valla que protegía a la familia nuclear, tal y como ha existido desde hace más de cinco mil años, los demás grupos parafílicos se han sentido empoderados y han comenzado a desmontar vallas protectoras. Ahora le toca el turno a los pedófilos, que han logrado una decisión “científica” que valida su conducta criminal.

Nos preguntamos, cuánto tiempo transcurrirá para que jueces no electos por votación popular identifiquen en la Constitución Americana un derecho fundamental a la pedofilia y, ejerciendo un poder discrecional de creación de derechos, identifiquen una “garantía a la pedofilia”.

Nos preguntamos, cuánto tiempo falta para que comencemos a ver en una sala de cine a hombres adultos acariciando públicamente a niñas y adolescentes, por no decir a niños.

El movimiento GLBT y los demás movimientos circundantes, como el lobby de la pedofilia, amenazan el fundamento social. Es tiempo de que los cristianos de Occidente defendamos nuestra civilización ante aquellos que pretenden reducirla a un estado peor al que las tribus bárbaras redujeron a Europa Occidental tras la caída del Imperio Romano.