INVESTIGACIONES DEMUESTRAN que una de las palabras más usadas en hebreo es “Shalom”. Los israelíes se saludan con “Shalom” y muchos de ellos la emplean también cuando se despiden. (Los otros usan las dos palabras de la jerga “yallah bye”, la primera árabe, la segunda inglesa.)

“Shalom” no es un sinónimo de la palabra europea “paz”, como muchos creen. Es mucho más. Se basa en el “todo” de la raíz, y transmite la sensación de plenitud, seguridad, bienestar. En ninguna lengua europea puedes decir “nuestros soldados atacaron al enemigo y regresaron a su base en shalom".

En árabe, “salaam” tiene el mismo significado.

Pero incluso en su sentido restringido de “paz”, “shalom” expresa un profundo anhelo humano. Desde la antigüedad, la gente ansiaba la paz y temía la guerra. Dona nobis pacem  ‒”(Dios) danos la paz"‒ es parte de la misa católica. Varios compositores le han puesto música. Recuerdo haberla cantada cuando niño.

Sin embargo, en el Israel actual, utilizar la palabra “paz” en el discurso político es casi una indecencia. Una “palabra de cuatro letras”(una “mala palabra”), como de hecho lo es en hebreo y en árabe. Uno todavía puede expresar un deseo de una “solución política”, pero incluso eso suena un poco sospechoso.

Se ha convertido en moda decir que el movimiento por la paz está moribundo. Que la “solución de dos estados” está muerta, mientras que la llamada “solución de un Estado” nació muerta. La forma más segura de decirlo es “Yo estoy a favor de la paz, pero…”

RECIENTEMENTE, EL columnista de Haaretz Ari Shavit, que es popular entre los judíos de Estados Unidos, escribió un artículo en el que igualmente condena a la “extrema derecha” y a la “extrema izquierda”; los que abogan por la guerra y los que abogan por la paz. Tuvo éxito en crear cierto arrebato. Los izquierdistas protestaron diciendo que ellos nunca han asesinado a ningún opositor ‒por no hablar de un primer ministro‒, mientras que los derechistas han hecho eso y mucho más.

¿Se puede comparar, por ejemplo, al líder del partido Meretz, Zehava Galon, con Miri Regev del Likud? (Recientemente, Regev, una exportavoz muy guapa del jefe del ejército, demandó a un bloguero por llamarla “ramera con boca de sentina”. La demanda fue rechazada por el tribunal.)

Los mejores y más brillantes de Israel atacaron a Shavit. El columnista Akiva Eldar, el renombrado escultor Dani Karavan (cuya obra incluye la pared que está detrás del portavoz de la Knéset) y muchos otros condenaron su razonamiento. ¿Cómo se pueden comparar?

La derecha nos está llevando hacia un Estado de apartheid en el que una minoría judía oprimirá a una mayoría árabe, mientras que la izquierda defiende la situación en la que ambos pueblos vivan lado a lado, en paz. ¿Dónde está la simetría?

Pero los columnistas aman la simetría. Condenar a ambas partes da una impresión de superioridad e imparcialidad. Además, les permite a los lectores pensar que son espíritus libres, que se elevan por encima del tumulto de las masas.

Para los políticos, la tentación es aún mayor. Ambos, izquierdistas y derechistas, dicen pertenecer al “Centro”, con la suposición de que ahí es donde se puede conseguir la mayoría de votos. Además, si usted está en la derecha, usted asume que los derechistas votarán por usted de todos modos, por lo que es más rentable invertir todos sus esfuerzos en “El Centro”. Lo mismo ocurre con los izquierdistas.

Esto lleva a una distorsión del proceso político. Ambas partes esconden o minimizan sus verdaderos puntos de vista con el fin de complacer a un grupo de electores que no tienen puntos de vista en absoluto, y que, francamente, eso no les importa un rábano.

En otras palabras, aquellos que se preocupan menos por el futuro de la nación están decidiendo quién conducirá a la nación hacia el futuro.

Esto lo hace a uno pensar en Winston Churchill, quien dijo que la mejor manera de perder las esperanzas sobre la democracia es hablar con un elector durante cinco minutos. Sin embargo, el mismo Churchill dijo también, que mientras que la democracia es un sistema muy malo, todos los demás sistemas que se han ensayado son peores.

SHAVIT NO se opone a la paz. Por el contrario, él ama la paz. Incluso tiene su propio generoso plan de paz: Si Mahmoud Abbas inequívocamente acepta la propuesta de paz de Ehud Olmert, y si todos los estados árabes abandonan todos los reclamos por el regreso de los refugiados palestinos, él, Shavit, está dispuesto a negociar la paz.

A mí me suena un poco ingenuo.

Olmert presentó su propuesta de paz cuando ya estaba de salida, después de haber sido acusado de corrupción. No recuerdo su contenido, ni, sospecho, lo recuerda ninguna otra persona. Se quedó corto de los términos expuestos por los palestinos. ¿Por qué debe Abbas aceptar un plan israelí de un político en quiebra antes de las negociaciones?

Y en cuanto a los refugiados, eso es aun más infantil. Los refugiados afirman que es, con mucho, la carta más fuerte de los diplomáticos árabes. Pudieran renunciar a ella, pero sólo después de una larga y dura lucha a cambio de un precio adecuado: un Estado palestino, una capital en Jerusalén Este, y la conexión entre Cisjordania y Gaza, para empezar.

Renunciar a la demanda incluso antes de que comiencen las negociaciones es, pues, un tanto irreal. Demuestra que Shavit es inocente de cualquier comprensión de lo que significa la paz.

LA IZQUIERDA israelí no está muerta. Es lo que los alemanes llaman scheintot: aún vive, pero lo dieron por muerto. (Una de las pesadillas de mi infancia era ser enterrado como un muerto estando aún vivo.)

El Partido Laborista es un remanente lamentable de la poderosa fuerza que lideró la comunidad pre-estatal y la lucha por la creación de Israel. En la actualidad está dirigido por gente miserable, y sobre todo por el funcionario “líder de la oposición”, Yitzhak Herzog. Durante la guerra reciente, el partido se mantuvo mudo, excepto para darle a Benjamín Netanyahu, de vez en cuando, consejos no solicitados e ignorados sobre cómo conducir mejor la guerra.

Meretz fue apenas más expresivo. Mientras estuvieron sonando los cañones, sus musas mantuvieron silencio.

Ninguno de los dos partidos tiene la más mínima posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos. En las encuestas, Herzog atrae preferencias de un dígito para primer ministro.

¿Y los partidos árabes? ¿Quién lo pregunta? ¿Nadie? OK.

HACE DOS semanas, en mi cumpleaños número 91, me pregunté a mí mismo: si yo tuviera el 25 y tuviera fuerzas para la acción, ¿cómo haría para tratar de crear una nueva izquierda?

El primer consejo que me daría sería: no se comporten como el aborigen que compró un boomerang nuevo y arrojó el viejo, qué le golpeó de lleno en la cabeza. Me gustaría desaparecer el viejo boomerang en un armario cerrado y adquirir uno nuevo y reluciente.

¿Cómo? En primer lugar me gustaría deshacerme de todos los lemas, marcas y denominaciones viejos, empezando con “izquierda”.

¿Qué significa “izquierda” para un israelí promedio? Para el millón y medio de los inmigrantes “rusos” significa la odiada Unión Soviética, Stalin y la KGB. Para los millones de ciudadanos judíos “orientales” significa la odiada elite asquenazí, que aún domina muchos aspectos del país. Para los religiosos de todos los matices, significa el público laico que ha abandonado a Dios y sus 613 mandamientos. Para los ciudadanos árabes, significa un largo sendero de traición de los gobiernos de izquierda.

Necesitamos una nueva denominación, una aceptable y digna de ser amada por todos los sectores diferentes de la actual sociedad israelí: Los hombres y las mujeres, los asquenazíes y los orientales, religiosos y seculares, judíos y árabes.

Esa es una tarea difícil. Me gustaría configurar grupos focales en cada sector, sacudirlos, enfrentarlos entre ellos, encontrar algo original, hebreo, que hable a los corazones de la gente, no sólo a sus mentes.

Las emociones son tremendamente importantes. Por mucho tiempo, la izquierda israelí ha sido seca y estéril, incapaz de motivar. En las manifestaciones de la "izquierda sionista", no hay entusiasmo, ni canciones edificantes, nada como “We Shall Overcome!", (Venceremos)

La paz, la democracia, la igualdad y el humanismo no son consignas vacías y obsoletas. Combinadas con el respeto hacia las tradiciones judías y árabes y la sabiduría de los antiguos, así como hacia la contribución única de cada uno de los diferentes sectores al bien común, pueden ser una mezcla nueva y emotiva.

Necesitamos, como dijo Martin Luther King de manera elocuente, un sueño. Una visión. No sólo un programa electoral.

UNA VISION requiere un instrumento para su realización. Sin una visión nueva y emocionante, no puede haber una nueva fuerza política. Pero sin una fuerza política, la visión seguirá siendo un sueño.

La vieja izquierda está moribunda porque durante los últimos sesenta años ha entregado sin luchar todos sus instrumentos de poder ‒desde la otrora poderosa Histadrut (organización sindical) hasta casi todos sus medios de comunicación. La enfermedad de la izquierda de la fragmentación sigue minando su fuerza. Tenemos decenas de asociaciones de paz y de derechos humanos, muchos de ellos integrados por gente maravillosa que hace un trabajo espléndido en la lucha contra la guerra, la ocupación, la desigualdad social y la opresión, cada uno en un nicho propio. Ellos son, por desgracia, incapaces de unirse con el fin de configurar hasta el más elemental de los instrumentos comunes.

La política es una cuestión de ideas y poder. Ambos tienen que crearse a partir de cero.

AFORTUNADAMENTE, ya no tengo 25 años, y le dejo gustosamente la tarea a la generación más joven.

De acuerdo con el calendario judío, un nuevo año comenzó el jueves, hace dos días Esperemos que se vea el primer paso hacia el despertar.