“Si queremos abordar la crisis del aprendizaje, las decisiones acerca de la profesión docente deben centrarse en la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje. La docencia debe ser una carrera que refleje la importancia que las sociedades dan al bienestar de los maestros, en tanto esto es crítico para el bienestar de los estudiantes. Dar un elevado valor social a la profesión docente requiere dar la máxima prioridad a la selección y retención de las personas adecuadas para que se desempeñen como maestros. Requiere evitar que la política tenga injerencia en las decisiones relacionadas con el proceso educativo. Y esa es una decisión profundamente política.” – Jaime Saavedra

Parafraseando a la maestra Mu-kien Sang en la primera entrega de su más reciente ensayo sabatino en Areíto: Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla… Nuestro país, nuestra historia política está plagada de repeticiones sin fin. El clientelismo político, el uso del Estado como tesoro pirata, la compra de votos, es evidencia de que repetimos y repetimos los vicios que nuestra propia historia nos ha enseñado.

La injerencia de la política partidista en el sistema educativo ha sido una constante de la historia dominicana, con pocos y breves respiros. En el año 2006, un valiente doliente de nuestro sistema educativo, Marcial Feliz, escribía sobre el estado de la educación dominicana en Política partidista y educación:

Todo el mundo sabe que no hay una efectiva supervisión escolar, con técnicos formados en cada área.

Por el contrario, estos son miembros del partido de turno en el poder, el que los coloca allí sin ninguna depuración, verbigracia, la cantidad de maestros pensionados cansados que, en el gobierno pasado y en éste trajeron para esas labores, lo que ha hecho un flaco servicio al sistema educativo.

De ahí que la participación de la política partidista en las escuelas ha sido determinante en el desastre en que se encuentra la educación de hoy, que también es propio de la falta de autoridad en todos los órdenes.

Los maestros responden a líneas sindicales y partidarias, lo que les da patente de corso para hacer y deshacer sin que intervenga una dirección, la que también pertenece al partido.

Un director que por razones políticas no puede actuar, sino que muchas veces, también, no posee la capacidad ni el carácter necesario para hacer valer el llamado de atención.

A la luz de esa realidad, es necesario incluir ese aspecto en el debate, el cual no se ha tocado, sin razón aparente.

El asunto es serio, no basta con que los maestros estén capacitados, que ganen el más alto salario, si no hay un efectivo seguimiento y una autoridad que imprima respeto, fuera de la influencia política. Se hace urgente replantear el esquema educativo del país. La Secretaría de Educación no debe ser la fuente del clientelismo político, allí hay más médicos que en Salud Pública, más abogados que en la judicatura, y periodistas por montones.

Además, lejos de vivir allí un ambiente pedagógico-administrativo parece un partido donde se dirimen las aspiraciones y donde cada uno lucha por conseguir lo suyo. Los resultados en términos de calidad, eficiencia y equidad de la educación dominicana están entre los peores de todos los países de América Latina, y frente a esa realidad es imposible dar respuestas confiables a un mundo globalizado con múltiples demandas.

Quince años después, es tiempo de hacer una evaluación autocrítica de lo logrado en los tres lustros desde ese desesperado llamado a poner atención al tema del partidismo en nuestro sistema escolar. Tomando en consideración hasta donde hemos llegado por el camino trillado, debemos sopesar si por ese camino podremos llegar a la meta de ofrecer oportunidades de aprendizaje de calidad a todos los dominicanos antes del 2030.

El lastre de la política partidista en las escuelas es común a la mayoría de los países de América Latina. Jaime Saavedra ha tratado el tema con extraordinaria agudeza en un breve artículo titulado, La decisión política más importante: mantener la política fuera del aula. ¿O no? , partiendo del exitoso caso del municipio de Sobral en el estado brasileño de Ceará. Uno de los líderes del ascenso de Sobral a la cima del desempeño educativo en Brasil, el hoy alcalde y otrora secretario de Educación del municipio entre 2000 y 2004, Ivo Gomes, resume su fórmula para el éxito: “la decisión política más importante que tomamos fue mantener la política fuera de las decisiones educativas”. A continuación de la declaración clave de Gomes, el ex ministro de educación de Perú comenta: “Esa aseveración es un factor decisivo para implementar una reforma educativa. El cambio en el sistema implicó que los directores, maestros y coordinadores pedagógicos fueran contratados sobre la base del mérito, y nunca por conexiones o favores políticos.” Contratar a todo el personal escolar y de los diferentes niveles de supervisión y gestión por concurso de oposición, y respetar los resultados de esos procesos, es clave para mejorar la calidad de los aprendizajes de los niños y jóvenes. Si le interesa el tema, lea con detenimiento el sabio planteamiento del maestro Saavedra y analice si los dominicanos venimos haciendo lo necesario para mantener el partidarismo alejado de las escuelas.

Otra faceta nefasta de la política en la escuela es la introducción de la propaganda y el proselitismo en sus espacios, como ilustra con fuerza un editorial del diario argentino, La Nación, titulado: Partidismo político y escuela. El editorialista comenta “las justificadas reacciones de protesta en Río Negro por una frase agregada en los boletines escolares con miras a la captación de preferencias electorales, lo que constituye otra infracción a las reglas del juego limpio que deben regir y, lo que es todavía más lamentable, afecta el clima ajeno al proselitismo partidario que debe existir en las aulas”.  Las protestas fueron porque los boletines de calificaciones, en un espacio marginal, tenían impresa la siguiente leyenda: "2003-2013, una década ganada en educación y en derechos humanos". Los espacios escolares deben permanecer libres de las luchas partidarias en todas sus formas. Solo permaneciendo vigilantes a la mínima incursión de la ideología, la propaganda y el proselitismo partidario en los espacios escolares podremos mantenernos unidos y enfocados en elevar la calidad de los aprendizajes de todos los alumnos.

El presidente Abinader es un abanderado de una justicia independiente, empoderada para tomar decisiones por el bien común, sin interferencias partidarias. La escuela merece el mismo tratamiento que la justicia, un desenvolvimiento técnico libre de la intromisión de la política partidarista, contaminante que corroe todo sistema educativo que infiltra. El partidismo y la escuela son como el agua y el aceite, no sale nada bueno de esa combinación.

La mejor política educativa es mantener el partidismo alejado de las escuelas. Forjar la voluntad para desterrar para siempre el partidismo político de las escuelas es la primera tarea que tenemos por delante los dominicanos que luchamos por una educación de calidad para todos.