SALIÓ DE la nada, literalmente.
La policía israelí necesitaba un nuevo comandante. El anterior había llegado al final de su mandato, varios oficiales de alto rango habían sido acusados de abusar sexualmente de sus subordinadas, y uno se había suicidado tras ser acusado de corrupción. Y por eso eligieron a alguien de afuera.
Cuando Benjamín Netanyahu anunció su selección, todo el mundo se sorprendió. ¿Roni Alsheikh? ¿De dónde diablos salió?
Él no parece un policía, a no ser por su bigote. Nunca tuvo la más mínima relación con el trabajo policial. Era, en realidad, el segundo jefe secreto del Shin Bet, el servicio secreto interno.
Las malas lenguas murmuraban que había una razón simple para esta extraña designación: el jefe del Shin Bet estaba a punto de dejar el puesto. Netanyahu no quería que Alsheikh lo sucediera. Y por eso lo envió al mando de la policía.
El nombre Alsheikh es una corrupción de la misma palabra árabe “al-Sheikh” (“el viejo”). Su padre es de ascendencia yemení y su madre es marroquí.
Él es el primer jefe de la policía que lleva una kipá. También el primero que una vez fue un colono. Por eso todos estábamos esperando su primera expresión de importancia. Se produjo esta semana y tuvo que ver con las madres que guardan luto por sus hijos.
El duelo, afirmó Alsheikh, es realmente un sentimiento judío. Las madres judías lloran a sus hijos. Las madres árabes no lo hacen. Es por eso que los dejan arrojar piedras a los soldados, a sabiendas de que probablemente serán muertos a tiros.
¿Suena primitivo? Eso se debe a que es realmente un concepto primitivo. También es bastante aterrador que nuestro nuevo jefe de la Policía, el hombre responsable de la ley y el orden, tenga percepciones tan primitivas como esa.
POCOS DÍAS más tarde, nuestro ministro de Defensa, Moshe Yaalon, que controla un imperio mucho más grande, repitió esta afirmación. El duelo árabe, declaró, no se puede comparar con el duelo judío. Esto se debe a que los judíos aman la vida, mientras que los árabes, aman la muerte.
Cuando nuestros soldados valientes (todos nuestros soldados son valientes) sacrifican su vida, lo hacen en defensa de la vida de nuestra nación, mientras que los terroristas árabes llevan a cabo misiones suicidas con el fin de ir al paraíso. Sus madres los animan a hacerlo. Así es como son los árabes.
Todos estos superpatriotas son demasiado jóvenes para recordar que las madres judías en Palestina alentaron a sus hijos e hijas a unirse a las organizaciones clandestinas en la lucha contra la ocupación británica (una lucha por la vida, por supuesto). Tal vez los policías británicos pensaron lo mismo de las madres judías, olvidando que sólo unos pocos años antes millones y millones de blancos europeos cristianos se unieron a los ejércitos con la bendición de su madre y se mataron entre ellos. Por la vida y la libertad.
Cuando dos de estos funcionarios de tan alto rango repiten semejante disparate sin sentido casi palabra por palabra, no puede haber sino una sola razón: están leyendo las “hojas explicativas” que envía diariamente la oficina del primer ministro a todos los ministros y funcionarios de alto nivel. (En Israel no nos gusta usar la palabra “propaganda”; lo llamamos “hasbara” en hebreo, que significa “explicación”)
UNA PALABRA sobre la kipá del jefe de la policía, Alsheikh.
Cuando yo era un adolescente en Tel Aviv, casi nunca vi a nadie con una kipá. Ni en la escuela (me fui a los 14 años a trabajar para ganarme la vida), ni en el Irgún clandestino, ni en el ejército vi a un compañero o compañera que usara esos tocados. A los jóvenes les daba vergüenza usarlos.
Hoy en día casi la mitad de las personas que salen por la televisión las llevan con orgullo. Es cierto que algunos de ellos los usan de tal manera o de un tamaño que la cámara no puede captarlas. Pero los designados por el Gobierno las usan como una insignia de honor, para resaltar que son verdaderos creyentes en la ideología dominante. Es como una estrella roja en China, o quizá una corbata en EE.UU.
En los últimos meses Netanyahu ha nombrado a nuevas personas en varias de las funciones más importantes del Gobierno. El jefe de la policía ha sido el último. Uno de ellos es el Fiscal General (llamado “Asesor jurídico del Gobierno”), el funcionario más importante del Gobierno, con grandes poderes. Otro, es el nuevo jefe del Shin Bet.
A diferencia de cualquiera de sus predecesores, todos ellos llevan kipá.
Para explicar el significado de esto, uno tiene que entender la religión judía. Es bastante diferente, por ejemplo, de la religión cristiana, y está mucho más cerca del Islam. Todo lo que se habla de la tradición “judeocristiana” está fundamentado en la ignorancia.
LA PALABRA hebrea para la religión es “dat”. Al igual que el equivalente árabe “din”, básicamente significa “ley”. El judaísmo es un conjunto de mandamientos (613 solamente en la Biblia) impuestos por Dios. A cambio, Dios nos “eligió” como “Su” pueblo y nos ha “dado” la Tierra Santa. No se puede ser un judío sin pertenecer al pueblo judío, que posee la Tierra Santa, para siempre.
Por 2,000 años y más, los judíos estuvieron dispersos por todo el mundo. Su apego a la Tierra Santa era puramente espiritual. El pueblo judío era un concepto religioso.
Luego vino el sionismo. Fue inventado al final del siglo XIX. Casi todos sus creadores eran ateos devotos. Ellos no creían en un Dios que había “exiliado” a los judíos.
Cuando yo era joven, nadie en este país habló de un “Estado judío”. Hablamos de un “Estado hebreo”. Un grupo marginal extremista (apodado los “cananeos”), incluso afirmaron que somos una nueva nación hebrea que no tiene nada que ver con el judaísmo. La mayor parte de mi generación pensaba en esas mismas líneas, aunque no del todo con estas palabras.
A menudo me preguntan por qué un determinado militarista como David Ben-Gurión, el primer ministro y ministro de Defensa, excluyó a los alumnos religiosos del servicio militar. Mi explicación es bastante simple: al igual que la mayoría de nosotros, él creía que la religión judía en este país estaba en vías de desaparición. El sionismo la había suplantado. El nuevo pionero hebreo no tenía necesidad de todas esas tonterías religiosas.
Entonces vino la guerra de 1967, la victoria “milagrosa”, la conquista de todo el país hasta el río Jordán, con todos sus lugares sagrados. Lejos de morir, la religión judía resurgió de pronto a una nueva vida. Ahora se está expandiendo rápidamente, y las kipá pueden verse por todas partes. Especialmente, entre los colonos.
Esta religión rejuvenecida está estrechamente relacionada con una ideología de derecha, ultranacionalista, extrema, antiárabe. Esta es la ola sobre la que Netanyahu ‒un no religioso, oportunista, que no ingiere alimentos kosher, súper-nacionalista‒ está montando ahora. Prácticamente todos los días ‒literalmente‒ surgen nuevas leyes y proyectos de ley nacional-religiosos.
Un proyecto de ley dice que en caso de duda, los jueces deben “consultar” la ley judía (la “Halajá”). Esta antigua ley, algunos de sus textos con 2,500 años de edad, trata a las mujeres como inferiores y condena a los homosexuales a la lapidación. No tiene nada que ver con la vida moderna. Otro proyecto de ley permite que una mayoría del Knesset expulse del Parlamento a los miembros electos que no reconocen al Estado como “judío y democrático” (lo que puede sonar como una paradoja).
A los libros de texto en las escuelas seculares se les da un matiz religioso (pero todavía no se lanzan a la hoguera). Los maestros con mentalidad independiente están siendo despedidos. El ministro de Educación lleva, por supuesto, una kipá. Seis miembros del prestigioso Consejo de Educación Superior han renunciado debido a los esfuerzos del gobierno para rellenar ese cuerpo augusto con agitadores nacionalistas y religiosos.
¿Y dónde está la llamada “izquierda” en todo este asunto? Uno bien puede preguntárselo. Pues son invisibles. A excepción de unos pocos remanentes, así como la facción árabe asediada, se callan en la creencia de que deben desplazarse hacia la derecha (también llamada “centro”) para mantener la cabeza por encima del nivel del agua bendita.
No me sorprendería si una noche enciendo la televisión y “he aquí que” la cabeza de Benjamín Netanyahu está adornada con una bonita y pulcra kipá.