Cuando se vende agua azucarada, ennegrecida y gaseada de esa que, además de contribuir a engordarnos y a provocarnos enfermedades incurables, sirve también como destupidor de cañerías, hay que echar mano de cualquier cosa para que la gente, especialmente la joven, la que va surgiendo y no tiene muy claras la mayoría de las cosas, compre el producto.

Es preciso recurrir a lo “cool”, a lo “avant-garde”, a lo que el blanco de público entienda “in”. Sólo así se puede fabricar y distribuir basura y ser la marca más valorada en el mundo.

¿Y qué mejor que la idea de tolerancia y respeto por las diferencias? ¡Ay, sí! Esa vende bien, muy bien.

Cuando se oferta basura y se es la marca más vendida, es preciso recurrir a cualquier cosa para seguir siéndolo. Incluso a la mentira

Entonces los genios de la publicidad preparan un mensaje en el que tratan de hacer sentir al público culpable por pensar que es un delincuente el hombre que parece un delincuente y que es una anciana vulnerable la mujer con apariencia de anciana vulnerable.

¡Oh, tú, monstruo prejuiciado que no te esfuerzas en conocer el "inner self", el yo interior de cada persona!

Ya imagino a los creativos: ¡Diantre, loco, te la comiste! ¡Qué jevi!

Lo dicho. Cuando se oferta basura y se es la marca más vendida, es preciso recurrir a cualquier cosa para seguir siéndolo. Incluso a la mentira.

Qué antichévere y mata pasiones soy, lo reconozco. Esta tipa… Pues sí. Déjame a mí ser la mala de la película, sólo por hoy: te voy a introducir el bisturí sin anestesia.

Hay una sigla en inglés que los programadores informáticos han mantenido en el estrellato por décadas: WYSIWYG. Significa: “What you see is what you get”. Algo así como: “Lo que ves, es lo que obtienes”.

Exactamente eso pensamos los seres humanos cuando observamos por primera vez a otro ser humano: que la gente es como la estamos viendo, que representa exactamente el papel que indica su atavío.

Si vemos a una mujer vestida de monja, nuestro cerebro decodifica inmediatamente que es una religiosa católica; y si miramos a un hombre con un casco protector, un mono y unas botas de trabajo, interpretamos que se trata de un obrero.

Pero las realidades pueden sermuy distintas: la mujer podría ser una actriz que se prepara para una película; y, el hombre, un desnudista especializado en despedidas de soltera.

Y entonces… ¿Debes darte tres golpes en el pecho y llenarte de meas culpas sólo porque tu cerebro leyó las imágenes según patrones culturales y sociales preestablecidos? En absoluto.

Pues eso es lo que la gente que vende agua azucarada y ennegrecida quiere hacer contigo. No te dejes. Aquí estoy yo, la antichévere y mata pasiones, para ayudarte.

Todo comunica. Sí. Es la primera verdad que quiero enseñarte. Todo comunica. El cuerpo, los ademanes, los gestos, los movimientos, la ropa, los accesorios, los zapatos, la forma de hablar y hasta la forma de hacer silencio.  Lo que haces y lo que dejas de hacer. Todo comunica.

Si te vistes y te comportas como un  obrero, no esperes que la gente crea que eres un cirujano plástico.Si llevas el cuerpo tatuado y lleno de “piercings”, prepárate:muchos clientes no te escogerán como abogado defensor, aunque seas Magna Cum Laude en leyes y conozcas el Código Penal mejor que nadie.

Vivimos en el mundo de las percepciones. La realidad, como tal, no existe. Existe sólo lo que la gente percibe de esa realidad. Y nadie sabe cómo es la realidad “real”. Este postulado plantea un problema gravísimo: en algún lugar del universo debe existir un original de todo, pero nadie sabe dónde.

(Sí, soy necia, lo sé).

Aquí en la Tierra, por tanto, debemos conformarnos con imágenes, con representaciones de la realidad idealizada. Lo que nos deja con dos imágenes para poder interactuar en el mundo: a) la que nosotros creemos que tenemos y b) la que cada persona percibe de nosotros.

Las personas que nos miren por primera vez se formará imágenes mentales de acuerdo con los mensajes que les transmitimos; los que serán filtrados y categorizados según la escala cultural, social y de valores de cada quien.

Un verdadero lío, porque significa que la nuestra en las mentes de los demás no será una imagen homogénea, sino imágenes múltiples: a algunos les gustará tu pelo azul brillante,a otros les importará un bledo y también habrá quien opine que eres un verdadero desastre.

Otra verdad inconveniente (y ódiame, por piedad, yo te lo pido): los libros sí son juzgados por sus portadas.

Y sí: comúnmente, para una primera impresión no hay segundas oportunidades.

Como soy mala (y seguiré siendo mala) debo decirte que hay mucha sabiduría en el dicho: “La mujer del César no sólo debe ser seria. También tiene que aparentarlo”.

Si te vistes como objeto sexual, la gente creerá que estás en oferta.

Si tu apariencia es sucia y descuidada, la gente te verá así.

Si llevas el cuerpo tatuado y agujereado, la mayoría de las personas no confiará en ti.

Si tu andar es cansado, arrastrando los pies, darás la impresión de fracaso.

Si te comunicas a gritos, muchos te evitarán porque, como dice Desiderata, “las personas violentas y ruidosas son un fastidio para el espíritu”.

Ahora te voy a decir lo peor de todo, pues prometí operarte sin anestesia: así como gestionas tu educación formal, así también debes manejar tu imagen, para que la percepción sobre ti se parezca a la idea que tienes de ti mismo.

Siéntate. Reflexiona. ¿Qué quieres alcanzar en la vida? ¿Trabaja tu imagen para ello o eres tu peor enemigo?

No esperes que, en esta interfaz del universo en la que habitamos, las personas posean una suerte de visión espiritual de rayos equis para ver lo que hay debajo de tu apariencia externa. Sería muy injusto esperar tal cosa, porque no sucederá.

Dios es el único capaz de escudriñar los corazones.