Todos los días desde que mi mamá vive conmigo tengo un ritual: cuando me levanto enciendo la televisión y sintonizo a Tele Vida, el canal católico de la familia.
El primer programa que vemos es un noticiario, de verdad, entre los programas de noticias puedo decir que ha llegado a ser uno de mis preferidos. La joven locutora que lo conduce tiene una perfecta dicción además de la serenidad con que trasmite los mensajes. Creo es la única de entre todos estos programas informativos que no tiene esa característica de espectacularidad y hablar sonoro que piensan que por hacer un énfasis en la palabra serán más convincentes.
La mañana de ayer fue especial, al ser viernes dedicaron una gran parte no a la información, sino al entretenimiento. Comenzaron con la presentación de Milly y los Vecinos con “Volvió Juanita”, hasta me puse a bailar y canté el estribillo. Lo disfruté.
A continuación pusieron a Francis Santana cantando el inmortal tema “Compadre Pedro Juan”; en éste hice todos los coros. Luego pusieron dos merengues cristianos, uno de Ramón Orlando y otro de Juan Luis Guerra.
Me encanta el merengue tradicional. Será porque es el que identifica a mi generación. Me fascina ver a todos los músicos bailar y hacer los coros, da la sensación de alegría conjunta.
Pero tengo una maravillosa experiencia no solo en lo popular. Hace cerca de veinte años la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) presentó la obra del maestro Bienvenido Bustamante “Suite Macorix” en la que el último movimiento está dedicado al baile de “Los Guloyas”; ese concierto para mí ha sido inolvidable. Nunca se ha vuelto a hacer una interpretación de la misma como en esa oportunidad.
No había visto una alegría tan contagiosa. Todos los músicos con pitos y hasta los más tímidos bailando en sus sillas. Mi hijo Luis Augusto que es tan temperamental, especial y muy osado, creo que fue el único que se atrevió a bailar de pie como los guloyas con todo y violín. De verdad, jamás en la OSN se ha producido un espectáculo momentáneo como ése en el que el espectador fuera partícipe de un momento de euforia.
Un ¡hurra! para las interpretaciones que nos proporcionan tan grandes momentos de alegría.