Estados Unidos no ha logrado levantar cabeza, luego de la crisis financiera iniciada hace más de tres años. Los principales indicadores macroeconómicos no han sido nada halagüeños para la primera potencia económica mundial; tanto así, que por primera vez en la historia desde que se fundó la Reserva Federal, ésta ha tenido que salir en rueda de prensa defendiendo su accionar en aras de fortalecer la confianza de la endeble economía.

Desde el inicio de la hecatombe económica, la Reserva Federal ha utilizado todos sus artificios monetarios a su alcance para tratar de revertir el lodazal en que se encuentran. Una de estas fue la reducción de los tipos de interés, situándolos entre 0 y 0.25%.

El otro fueron los paquetes de expansión cuantitativa; el primero fue en 2009, con el que se inyectó 1.7 billones de dólares en la economía mediante la compra de deuda privada y pública; el segundo paquete, fue en noviembre de 2010, en el que se  prometieron inyectar 600 mil millones de dólares.

Las dudas básicamente, eran si el gobierno norteamericano se embaucaría en un tercer “quantitative easing” o expansión cuantitativa para tratar de aliviar la comatosa economía, o de si iban a variar los tipos de interés.

Estas medidas poca incidencia han causado dentro del mercado. Por lo que a mediados de esta semana, el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke salió al ruedo mediático luego de la tercera reunión del banco central de EEUU.

Las dudas básicamente, eran si el gobierno norteamericano se embaucaría en un tercer “quantitative easing” o expansión cuantitativa para tratar de aliviar la comatosa economía, o de si iban a variar los tipos de interés.

En su alocución, Ben Bernanke no mencionó la posibilidad de entrar en otro paquete de flexibilización monetario, aunque si puso de relieve la dificultad del creciente déficit fiscal y la persistente tasa de desempleo, que aún ronda el 10%.

Todo parece indicar que al banco central de la primera potencia mundial se le han agotado todos los cartuchos: han hecho millonarias impresiones de dinero, han subsidiado distintos sectores de la economía, han recatado numerosas instituciones financieras; y aun así no han logrado sacar al país del tollo en que se encuentran.

Es tiempo de que la política monetaria deje de subsidiar los desaciertos de la política fiscal. Es hora de verdaderas reformas estructurales, aunque tengan un grave precio político.