Vivimos entre grandes dicotomías sociopolíticas: lo que planificamos no siempre responde a necesidades de la población ni del desarrollo del país, porque la mayoría de las veces, lo planificado no está sustentado en resultados de investigaciones científicas de las ciencias sociales ni a líneas estratégicas del desarrollo, sino a intereses políticos más personales que societales en general,  y el accionar carece de la necesaria coherencia cíclica entre teoría, planificación, gerencia, implementación y evaluación.

Y el desarrollo de una región, provincia o municipio queda a merced de la improvisación, del grado de visión, sensibilidad, voluntad, planes políticos personales o compromiso social del funcionario que dirige.  Me pregunto: ¿Cómo se concretan en metas específicas, en planes anuales municipales, los objetivos  de la Estrategia Nacional de Desarrollo?

Cada país tiene una política cultural definida. Si consideramos las normativas, principios, programas estratégicos y otras directrices establecidas por el Estado que constituyen guías de los procesos de creación, producción, conservación, distribución, difusión y consumo de bienes y servicios culturales.  En Latinoamérica, las direccionales de la política cultural van a variar según cambian los gobiernos y sus funcionarios.

Cuando se habla de política cultural en República Dominicana, no podrán desconocerse los documentos sustentadores que son referencia obligada, como la Constitución de la República, en su última versión enero 2010; la Estrategia Nacional de Desarrollo y el cuerpo de legislaciones culturales nacionales y locales, todos son conformadores de la política cultura dominicana. Y todo esto, argumentado por un pensamiento cultural  escrito por expertos de la cultura y recogidos en diversas publicaciones. La afirmación de la identidad cultural; el rescate, conservación y revitalización del patrimonio y las tradiciones culturales; la democratización de la cultura; la proyección internacional de la cultura nacional, el estímulo a la creación artística, a la educación estética y artística de la población, el fomento a las industrias culturales y el emprendedurismo cultural, son algunos de los principios rectores de la política cultural dominicana.

El Estado en debida concertación con el sector privado y la sociedad civil, debiera asegurar una científica Agenda Estratégica de Cultura para el Desarrollo, para direccionar los procesos de gestión y desarrollo de la cultura a escala municipal y provincial.

Pero…, y qué hacemos con toda esta guía en política cultural a nivel macro, si es un hecho que a escala micro-social carecemos de una infraestructura municipal para la concreción de esta política, si el Ministerio de Cultura no posee un sistema institucional ni organizacional, a escala municipal que permita operacionalizar los objetivos y principios de la política cultural. Qué hacemos con toda esa política cultural a nivel de la Capital, si en la mayoría de los municipios, nuestros alcaldes no poseen las herramientas del conocimiento sobre cultura que les permita visualizarla como un sector estratégico para el desarrollo comunitario. Qué hacemos con nuestra política cultural, si los gobiernos locales siguen reduciendo la cultura a entretenimiento, diversión, fiesta, y en el mejor de los casos a las tradiciones –patronales y carnavales-, y es que su concepto de cultura es sumamente restringido, su visión del desarrollo limitada, y sus ansias de ascenso personal exacerbada, no visualizan a la cultura como rasero estratégico del desarrollo.

Nuestros Alcaldes, necesitan capacitación cultural. Nuestras provincias y municipios, demandan una Agenda Estratégica de Cultura. Los Ayuntamientos en coordinación con empresariado local, Juntas de Vecinos, ONGS y todos los actores comunitarios, en concertación social, debieran elaborar su propia Agenda Estratégica de Cultura para el Desarrollo. A partir de un diagnóstico sociocultural de carácter científico, en coherencia con la política cultural del país, con el acervo teórico de los estudios culturológicos y las normativas, convenciones, agendas latinoamericanas y mundiales que sobre política cultural lidera la UNESCO hace décadas. Así, se evita la improvisación y se garantiza una real participación de la población en el hecho cultural, el acceso de los ciudadanos a la cultura -previsto en la Constitución- y de una forma sistemática, no eventual. Con una Agenda Estratégica de Cultura para el Desarrollo y podrá aprovecharse el potencial cultural de municipio, muchas veces perdido por falta de oportunidades, sobre todo, se enriquece la vida cultural de la ciudad, disminuyen los índices de hechos delictivos, se eleva el nivel de educación estética de la población, aumenta la cantidad de participantes en el hecho cultural y se la cultura se convierte en eje estratégico y táctico de la transformación social en la creación de oficios, empleos y oportunidades culturales en pos del desarrollo y de una mejor convivencia social. Así, se atenderán necesidades e intereses de la población -científicamente diagnosticados- y se accionará en comunidades priorizadas por una Agenda Estratégica de  Cultura para el Desarrollo, y no por intereses políticos personales de nadie.

Es a escala de provincias y municipios donde se debe operacionalizar la política cultural y donde se encuentran hoy los desafíos del desarrollo cultural en la República Dominicana.

Un referente de obligada consulta será la Agenda Estratégica de Cultura, de Santiago de los Caballeros, iniciativa del Consejo para el Desarrollo Estratégico de la Ciudad y el Municipio de Santiago Inc. (CDES), elaborada en concertación social y apoyada por el Fondo Patrimonial de las Empresas Reformadas (FONPER).