7. La civilización del signo nos es común a los occidentales europeos y americanos, asiáticos, africanos y australianos, porque compartimos, desde el momento en que surgimos en la Tierra hace ya miles de años, la facultad humana de simbolización de lo real y lo abstracto: el lenguaje, contrario a los demás animales que no hablan.
8. Este asunto del lenguaje es a la vez lo más sencillo y lo más difícil de entender. Sencillo, porque como todos los sujetos hablamos, creemos ingenuamente que sabemos qué es el lenguaje. E incluso, porque hablamos, creemos saber qué es la lengua materna transmitida por cada madre a los hijos. Con el discurso de aprendizaje de la lengua por parte de la madre, le entran al cerebro de los niños las creencias, los mitos, las leyendas, el miedo a la muerte como mercancía fundamental de las religiones, los héroes y villanos de los secretos de familia, los cuentos fantásticos y folklóricos, los proverbios y todo lo que es fabricación ideológica sublimada sin ninguna relación con la realidad, incluso mucho antes de que en el cerebro del infante se alojen la ciencia y la razón crítica.
9. El común de los mortales ignora, y esta ignorancia plantea la complejidad del problema, que cada lengua materna es un sistema de signos y que con este sistema de signos es que el lenguaje adquiere su verdadera realidad a través de su realización en el discurso, sea oral o escrito, y que este discurso es inseparable del sujeto que lo enuncia y este, a su vez, se encuentra en una relación dialéctica de inseparabilidad con el Poder y sus instancias, con el Estado y el sujeto, con el individuo y lo social, con lo político y lo ético, con la historia y las ideologías y con la práctica de la traducción.
10. Todo esto viene a cuento por el tema de los talibán, ininteligible si ignoramos lo que significa la civilización del signo que nos es común a los que habitamos los cinco continentes en lo que se halla repartido este planeta. ¿Qué es el signo? Dos teorías acerca de la definición del signo libran una guerra muerte en el lenguaje, la literatura, el Poder y sus instancias, la historia y la literatura, el Estado y el sujeto, el individuo y lo social, lo político y lo ético. La primera teoría es la que concibe el signo como compuesto de dos elementos: el significante y el significado, separados entre sí y en la que el significado anula al significante y se atribuye el funcionamiento de la totalidad del signo. A esta teoría del signo se la llama dualista.
La otra teoría es la de Ferdinand de Saussure y postula que el singo lingüístico es radicalmente arbitrario y radicalmente histórico y que no existe ningún vínculo lógico ni motivado que explique que a equis objeto debe corresponder obligatoriamente equis signo. Sin embargo, la definición de Saussure de que la lengua es forma, no sustancia, abrió la puerta lógica al postulado de la poética de Henri Meschonnic que afirma que si la lengua es forma, entonces el signo es pura forma y, por implicación, queda superado el dualismo del significante y el significado y solo queda en pie el significante mayor como pura forma y, ergo, los lazos de solidaridad entre lenguaje e historia,
Estado y sujeto, el individuo y lo social, discurso y sentido, literatura e ideologías son pura forma, por donde nos encontramos de nuevo con la ley física de los atomistas en el sentido de que todo es materia. Y aunque la teoría evolucionista de Darwin haya demostrado que el “hombre” desciende del mono y este del árbol, digo yo, los que rigen las formas de organización social (Estados republicanos o monárquicos) no están en disposición de aceptar esta teoría del signo, sino la que postula que el referido signo es forma y contenido o forma y sustancia, cada término separado del otro, como el dualismo del cuerpo y el alma, el lenguaje por un lado y la vida por el otro, y en esa sustancia es donde se encuentran las ideologías, las creencias y las religiones que mantienen el orden social y político de esas formas de organización social. Es improbable que la reina Isabel II de Inglaterra y los reyes de las monarquías parlamentarias europeas y su parentela acepten que el mono sea su ancestro, aunque los análisis sanguíneos y de ADN lo prueben, razón por la que la teoría evolucionista de Darwin corre la mala suerte de no ser enseñada en la escuela básica o media, aunque sí en las universidades, aunque en los centros de educación superior conservadores se la deforme y manipule.
11. En el caso específico de los talibán de Afganistán, la civilización del signo adopta su corporeidad en la tríada vivida por Europa occidental en el período histórico llamado feudalismo, que va desde la caída del Imperio Romano en el año 476 d. C. hasta la caída de Constantinopla en manos de los musulmanes en 1453 o, si se prefiere, en 1492, fecha del llamado descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Es entonces, y desde la irresistible expansión del islam –año 622 d. C. hasta hoy–, que estos países guiados por el Corán y su tríada con dominancia de lo teológico en primer lugar; en segundo lugar, lo político; y, en tercer lugar, lo económico, iniciaron el largo proceso del feudalismo que, actualmente inficionado de muerte por el capitalismo, lucha por mantener sus formas culturales de dominación patriarcal dejada atrás, en Europa, por el capitalismo mercantil que culminó, con las revoluciones inglesa de 1643 y francesa de 1789, el largo proceso del capitalismo industrial, tal como lo conocemos hoy.
12. El feudalismo europeo conoció en todo lo que fue la Edad Media la tríada religión-política-economía, con dominancia de lo ideológico, pero eso no quiere decir que el capitalismo industrial y su revolución anularan lo teológico-político de la civilización del signo. Lo teológico-político del signo se replegó a las iglesias y se acomodó, mal que bien, a los distintos momentos evolutivos del capitalismo y la Inquisición, su brazo armado muchas veces, e ideológico otras, logró sobrevivir en Europa hasta el primer tercio del siglo XIX, pese a los fuegos fatuos de la Revolución francesa y su positivismo anticlerical de aquel siglo y principio del XX.
13. La civilización del signo es consubstancial a todas las formas de organización social y política conocidas hasta hoy en nuestro planeta, sin importar los regímenes políticos que los gobiernen, sean dictaduras totalitarias de derechas o de izquierdas, monarquías absolutas o parlamentarias, repúblicas aristocráticas o liberales, socialistas o comunistas, neoliberales o sociedad pos-industrial. Las ideologías de la civilización del signo mantenedora del orden teológico-político de los sistemas sociales son las mismas. Y en el caso específico de Afganistán y los talibán, de los emiratos árabes o de las monarquías absolutas árabes o de las repúblicas islámicas, la tríada religión-política-economía es la que sostiene el orden social y tal como sucedió con el feudalismo europeo, las formas culturales y religiosas que sustentan el orden político del integrismo musulmán y su sharia, equivalente esta última a nuestra Inquisición, son las mismas que sustentaron el feudalismo europeo, y estas ideologías y creencias son capaces de sobrevivir más de mil años a las fuerzas productivas y a las relaciones sociales de producción que han creado en los países musulmanes un tipo de capitalismo que todavía no ha logrado destruir radicalmente, como lo teorizó Marx, los antiguos modos culturales de esos países islámicos, porque sus élites han controlado, a través de un formidable mecanismo de defensa y resistencia, la forma de entrada del capitalismo occidental sin afectar radicalmente la fuerza de trabajo libre imprescindible para la valorización del capital, mano de obra libre que significa también la implantación de los conceptos de la democracia occidental con su cortejo ideológico de los derechos humanos y sus valores culturales binarios, visceralmente contrarios a los sistemas feudales y patriarcales que imperan en las monarquías y repúblicas islámicas.
§ 14. En esta incomprensión de los modos culturales, ideológicos y teológicos de las monarquías y republica islámicas radica el fracaso de Occidente al intentar imponer por la fuerza un modo de producción y su cultura ajenos por completo a realidades distintas, en razón de que el dualismo del signo tal como funciona en Occidente como uso de la fuerza e imposición de la verdad de esos imperios eurocéntricos, les impide lidiar con la alteridad, contrariamente a la China, impuesta a lidiar con sistemas ternarios que obvian los modos culturales y las creencias religiosas de otros países y se enfocan estratégicamente en el intercambio de relaciones comerciales beneficiosas para ambos socios, es decir, centrada en ganar-ganar. Occidente entiende que únicamente debe salir ganancioso su sistema capitalista y que su deber es arruinar a los demás socios y aliados, dominarles militar y económicamente e imponerles su verdad y sus valores democráticos-representativos. Y contra estas pretensiones encuentran los Estados Unidos, como antes Inglaterra y la Unión Soviética en Afganistán, un valladar formidable, atizado por los demás imperios y sus aliados que intentan desplazar a los estadounidenses de la escena económica mundial y de la Concha del sudeste asiático. En esta lucha entre imperios es solo una cuestión de estrategia, de tiempo y de paciencia oriental: el que primero que baje la guardia, pierde. Es lo que, al parecer, acaba de sucederles a los Estados Unidos y sus aliados occidentales de la OTÁN en Afganistán. Pero ganado ya el poder por los talibán (insisto en que ya ese sustantivo está en plural, al igual que gente en español), queda por ver en qué parará la tremenda encrucijada y la contradicción irresoluble en que se encuentra hoy la forma de organización social y política que gobernará a Afganistán, donde ya la situación no es igual a la del período de 1994 a 2001 en el cual impusieron su integrismo al estilo de la revolución cultural maoísta, fracasada estrepitosamente. Donde el capitalismo penetra, transforma poco a poco, y luego radicalmente, los antiguos modos de producción (infraestructura) y los antiguos modos culturales e ideológicos (superestructura). ¿Reiniciarán los señores de la guerra y los herederos del general Massud, con su hijo a la cabeza, el círculo vicioso de las guerras civiles tal como las conoció Europa con las llamadas “guerra de los cien años” y “guerra de los treinta años” que definieron la lucha a muerte entre feudalismo y capitalismo?