La vida escolar transita sin una mirada a la cotidianidad de sus sujetos, la diversidad presente en su realidad socio-afectiva y cultural. Estudiantes de ambos sexos que pertenecen a complejas estructuras familiares, en las que muchas veces fungen como jefes o jefas de familia son invisibles ante los ojos de nuestro sistema educativo. Directivos de centros, docentes, orientadores/as manejan la familia como si fuese única y homogénea, desconociendo la realidad socio-familiar de su estudiantado, los programas que se desarrollan tampoco parten de esa realidad.

En el estudio que realizamos para la ONE (ONE 2016) publicado en su página web sobre “Perspectivas de la Educación media”, existe un capítulo dedicado a la realidad conyugal de la población estudiantil-adolescente (dentro y fuera del sistema). 

La investigación muestra la presencia de un 6.6% de población estudiantil de ambos sexos que asiste a los centros de educación media que está casada-unida. El porcentaje es mayor en la población femenina, un 11.1% de las que asiste está casada-unida y un 1.1% de porcentaje de la población masculina.

En la dimensión cualitativa del estudio entrevistamos a estudiantes, docentes y directores/as de centros de educación media de diferentes provincias y encontramos que desconocían la presencia de población masculina casada en sus centros. Este personal asumía actitudes y prácticas de discriminación, bullying y aislamiento hacia la población femenina casada-unida y/o embarazada- madre adolescente.

El bullying y acoso que ejercen docentes, orientadores/as y directivos/as en las provincias y centros estudiados genera en la población femenina embarazada, madre y casada-unida depresiones, agresividad y secuelas en su condición de salud mental y física.

A pesar de que estos centros cuentan con personal de orientación y psicología, este se mantiene preocupado por mostrar a las muchachas que están embarazadas y casadas como modelo-negativo frente a las demás provocando así conflictos y una división-escisión interna en las aulas. Este mal manejo de la situación de las adolescentes es totalmente desigual y cargado de inequidad de género con relación a los adolescentes (de los cuales ni se preocupan por averiguar si están casados o no)

El personal docente y directivo de los centros educativos tiende a manejar estereotipos y estigmas hacia las adolescentes que tienen “marido” o “mari-novio” porque entienden que pueden influenciar a las demás que “supuestamente” no tienen una vida sexual activa. Otro elemento discriminatorio es la visión de que las que están casadas son desertoras potenciales.

El estudio muestra la falsedad y sesgo de estas visiones lejanas de la realidad. Las muchachas casadas-unidas se mantienen en los centros educativos con tendencias hacia  buen rendimiento académico, en varios casos sus conyugues las motivan y ofrecen facilidades para que terminen su ciclo de estudios secundarios exitosamente.

El sistema educativo necesita conocer a profundidad la realidad psico-social y afectiva de la población estudiantil sujeto de los procesos educativos y romper con los estigmas y las prácticas discriminatorias hacia la población adolescente femenina, ver el aula como espacio de equidad de género y respeto a los derechos sexuales y reproductivos.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY