La adolescencia es una etapa que tiene múltiples acepciones desde la perspectiva socio-cultural. Para la OPS/OMS la adolescencia es el período comprendido entre los 10 y los 20 años. Este rango de edad que marca la adolescencia es asumido por los distintos organismos  internacionales e instituciones que trabajan en la protección de la infancia y la adolescencia.

En el  imaginario cultural de los estratos pobres la adolescencia no existe o simplemente es una etapa mucho más reducida que la establecida internacionalmente  (ver estudio Ramírez-Vargas, Conapofa, 2008).

Los estudios con madres adolescentes de estratos pobres muestran el conflicto que tienen ellas con ser calificadas como madres adolescentes porque consideran que las adolescentes son las “menores” calificadas así a las que se mantienen en un rango de edad entre 11—16 años. A partir de los 16 ya se consideran adultas.

Las adolescentes pobres viven situaciones de continua vulnerabilidad en sus familias y en su entorno social que se expresan en elementos como los siguientes:

a)      Expulsión  de la familia por iniciarse sexualmente. La sexualidad es un tema tabú en muchas familias que genera violencia y expulsiones continuas para las adolescentes que se inician sexualmente.

Las adolescentes que “descubren” como activas sexualmente se califican como “mujeres” y deben salir del hogar con el “marío”, categoría vinculada a la práctica sexual. La sexualidad entre hombre y mujer genera en la cultura popular una unión conyugal implícita y por tanto posesión. “Ella vive con su marío” es una expresión que define una relación de pareja que en estratos medios se identifica como noviazgo con sexo, pero que en los estratos pobres significa “marío y mujer” o que “viven”, cuando realmente no conviven bajo un mismo techo.

b)      Suspensión de los centros educativos. Las adolescentes que se inician en la sexualidad cargan con la doble expulsión, la de la familia y la de los centros educativos. Aun cuando existe una ley que prohíbe la expulsión de las adolescentes por embarazo, el personal docente y directivo de muchos centros educativos privados y públicos buscan la forma de expulsarlas indirecta o directamente.

Las justificaciones para las expulsiones por ser activas sexualmente o que “viven con el novio” son las de que ya no son niñas sino mujeres. Así una niña de 11 años que se descubra que “vive con el novio” se le sugiere que pase a la tanda nocturna porque ya es una adulta. Si sale embarazada al terminar el año escolar y parir, también pasa a la tanda nocturna. Esto agrava su  situación de vulnerabilidad y desprotección.

c)      Exclusión del derecho a la orientación sobre sus derechos sexuales y reproductivos. Las adolescentes no cuentan en sus barrios y comunidades de instituciones ni espacios donde reciban orientaciones y educación sexual y reproductiva.

d)     Muchos centros educativos no ofrecen una educación sexual y reproductiva integral con un enfoque de derechos y una visión que se adecue a su realidad social.

e)      Abuso y acoso sexual por ser “menor”. Las adolescentes que entran en la categoría de “menor” son estigmatizadas como “atractivas” para el acoso y abuso sexual,  deben de callar y aceptar porque se supone que es “normal” más aún cuando proviene de un familiar o vecino.

Ser adolescente de sexo femenino y pobre representa la triple subordinación de género, estrato social y generacional. Las discriminaciones y la violencia que sufren permanentemente las despojan de sus derechos y las dejan en la desprotección total.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

tahiravargas@yahoo.es