En lenguaje bancario, la palabra “riesgo” puede tener y de hecho tiene una connotación positiva. No es sinónimo de miedo ni de peligro, es la actividad cada vez más organizada de identificar los factores que intervienen en un proceso, determinar su probabilidad de ocurrencia y, sobre la combinación de su frecuencia más su impacto, implementar las medidas para prevenir, mitigar y responder a los factores no deseables.
Aunque esta es la base del sistema de seguros, en banca el término era menos usado. Inicialmente estas mediciones no eran asumidas de manera consciente, sistematizada y organizada. Por supuesto, sí se estimaba la probabilidad de que un negocio funcionara, o de que una persona fuera a honrar su palabra y su firma. Pero con el aumento de complejidad de la producción y la interacción con otras situaciones, cada vez más se hacía necesario tomar en cuenta otras variables además de la honestidad de una persona. Un agricultor puede ser serio y responsable, pero los cambios en el clima y la introducción de productos internacionales al mercado local pueden afectar su producción y sus ventas y, por ende, su real capacidad de pago se vea mermada. Entonces, al medir el riesgo de ese tipo de préstamo hay que incluir el peso de esas y otras variables.
Conscientes de esas y otras realidades los banqueros (y los reguladores) del mundo entero han ido incorporando esta visión a la hora de evaluar los créditos. En el momento actual, la República Dominicana tiene que hacer lo mismo frente al riesgo del aumento de los casos de coronavirus. No es asumir que es una situación de miedo, es prevenir lo más posible el contagio para que la diseminación del virus, que es inevitable, se desarrolle de la manera más lenta y reducida posible. Por eso, las acciones de despistaje focalizado son necesarias. No es administrar pruebas a todos, es, de entrada, saber qué poblaciones han estado en mayor contacto con fuentes de contagio y priorizar el uso de las pruebas con ellos.
Enjabonarse las manos durante veinte segundos es más largo y minucioso de lo que hace la mayoría de las personas, pero los que estamos en contacto con envejecientes, diabéticos y personas con discapacidades múltiples, debemos ser especialmente precavidos. En la comunidad de El Arca en la República Dominicana se tomaron medidas desde el primer día y se ha limitado las visitas de personas externas. Nuestra misión es la integración y banalización de la discapacidad, pero hay que hacerlo de manera segura y sin poner a riesgo una población más vulnerable que las demás.
Los centros de atención médica también están administrando todos los recursos, desde los humanos hasta las facilidades físicas. Fuera de la atención médica, afortunadamente el país ha conocido casos de empresas que han tomado medidas para prevenir y responder a estas situaciones, como fue el caso del grupo JMMB que actuó en consecuencia con los resultados de la prueba de despistaje administrada a una de sus empleadas y puso en vigilancia a las personas que forman parte de su cadena de contactos. Al final, es más eficiente a nivel individual, empresarial y nacional contener la diseminación del virus, que negar su existencia, contaminar a su entorno y afectar el desempeño colectivo.
Cierto número de organizadores de eventos han limitado y hasta anulado las reuniones multitudinarias y esto implica también un mejor archivo de la información de las personas a quienes se les canceló la participación en una actividad. En definitiva, todos, sin excepción, estamos llamados a ser parte de la cadena de contención. El primer lugar donde tendremos que hacerlo masivamente es en el llamado a las urnas de este domingo, evitando tocar a los compañeros de filas, llevando desinfectante consigo y evitando el contacto con otros grupos humanos después de votar.