Ciertos líderes políticos de oposición no convencen. Incluso quienes los acompañan saben que mienten. Cuando critican al gobierno, quizás sepan – sino es que están enajenados – que únicamente se apoyan en aquellos que fueron sus cómplices y en los que buscan sacarles ventajas. El resto escucha indiferente sus palabrerías. Se conocen demasiado entre ellos para creerse.
Cada vez que una de esas desacreditas antiguallas políticas opina, el colectivo piensa en todo el sucio acumulado durante sus gobiernos. Los dos expresidentes del PLD y sus exfuncionarios visten ropas manchadas y apestosas, cual desclasados de la India.
Pretenden convencer a fuerza de retórica, contando con el olvido nuestro. No lo piensan dos veces para criticar al gobierno o tirarse piedras entre antiguos compañeros. Sin embargo, en la actualidad, tienen un problema: aquí nadie olvida lo que pasó mientras ellos manejaron el Estado.
Les gusta protagonizar pequeños espectáculos mediáticos y dar aburridos consejos buscando simpatías. Fantasean y venden su retorno al poder. Al hacerlo, a mucha gente, entre ellos yo, nos sube la bilirrubina. Indignados, buscamos adjetivos y expresiones para clasificarlos, pues constituyen una casta singular de charlatanes. Me uní a los buscadores de adjetivos. Encontramos muchos.
“Tienen el tupé” (esta expresión es afrancesada) de hablar de salud pública, criticando el manejo de las actuales autoridades durante la pandemia y los planes de vacunación; siendo réquete sabido el banquete que se dieron con el presupuesto de Salud Pública, descuidando la medicina preventiva y los servicios sanitarios esenciales.
Cada vez que abren la boca para denigrar a las actuales autoridades, pienso en el término desfachatado, pero encuentro que es demasiado fino. Prefiero sinvergüenza: veraz e impactante. Podría escribir desvergonzado, aunque si bien es denigrante, suena condescendiente; prefiero guardarlo para situaciones en que aparecen instantes de humor. Estos descarados (no está mal este adjetivo) no hacen reír a nadie Enfurecen
Son unos caraduras, dirían los españoles, aquí decimos “unos frescos”, o sea, unos insolentes: personas que viven de la mentira y el engaño, sin disimularlo. Desfachatados.
¡Qué timbales tienen! (esta expresión es muy nuestra), salir en público a dar lecciones de buen gobierno y a despotricar contra los procesos judiciales. ¡Qué cojones! (esa exclamación, aparece registrada y aceptada en nuestra lengua).
“Habráse visto cosa igual”, el que estos millonarios y desfalcadores del PLD y del FP – que todavía nadie sabe de dónde sacaron sus riquezas – llamen “persecución judicial” al debido proceso de la ley, puesto en marcha por sospechas legitimas de crímenes contra el Estado y enriquecimiento ilícito. Por suerte, el admirado analista Lic. Melvin Mañón, justo a tiempo, les dio “un tapaboca” irrefutable, sin rodeos, a esa queja de “persecución”. Escribió el sentir de la gente ante tanto teatro e hipocresía.
No pude evitarlo. El descaro de esos jefes de bandas políticas, ahora desesperados en fingir ser una oposición respetable, me puso a escudriñar adjetivos y expresiones que los definieran. En realidad, si lo pienso bien, todas les quedaron chiquitas. Buscaré entre las malas palabras, a ver si encuentro algo que sea apropiado.
Hasta ahora, no estoy conforme con mis hallazgos, pero me aquieta estar convencido de que ni ellos ni sus seguidores, muchos menos el pueblo dominicano, les prestan atención. Son actores malos de teatros vacíos. (¡Un momento! Acabo de recordar otro adjetivo: farsantes. Débil, pero se puede utilizar.