No escribo más de política. Renuncio a ese ejercicio. Porque es inútil. Porque ya he dicho lo que tenía que decir. Porque en nada ayudo. Porque temas más importantes atraen mi mirada, mi imaginación, mis palabras.

La política es nuestro deporte nacional. Cada dominicano participa en la política, de una forma u otra. Están los profesionales, los que viven de ella: las botellas, los funcionarios, las bocinas, los diputados, los interactivos, los que fabrican cachuchas, los que alquilan vallas, los que venden picapollos. Y están los aficionados, los que de ella no sacan nada, los que la comentan en colmadones, en periódicos, en la radio, en la televisión y en las calles, oralmente y por escrito. Los analistas políticos son legión y durante años fui uno de ellos.  Pero escribir de política es una pérdida de tiempo. Escribir de política es inútil.

Escribir sobre política es tarea estéril. No ha resuelto un solo problema. No ha deshecho un solo entuerto. No ha corregido una sola injusticia. No ha castigado un solo corrupto. No ha satisfecho a un solo hambriento. No ha salvado un solo enfermo. El análisis político no vale nada si no precede a la acción. Y en materia de política, los dominicanos nos limitamos al dicho. No sabemos o no queremos o no podemos brincar el trecho que lo separa del hecho.

Nunca me llamé a engaño. Sé que durante seis años me dediqué a una tarea improductiva. En mi defensa debo decir que mi exilio no me dejó más alternativa que la de escribir de política. En mi defensa debo decir que, más que analizar, pretendí proponer, denunciar, motivar, argumentar. Durante seis años, propuse tomar como las huelgas danesas, las manifestaciones francesas, los debates, los movimientos cívicos de ultramar, las manifestaciones de una sociedad civil fuerte, condición imprescindible para hacer contrapeso a gobiernos omnipotentes y corruptos como los nuestros…Durante seis años, denuncié la impostura, el cinismo, la mediocridad, la hipocresía, la ineptitud de nuestros políticos… Durante seis años traté de motivar a mis lectores a asumir una actitud desafiante frente a nuestros gobernantes, la misma que manifesté en muchos de mis artículos. Durante seis años, en fin, traté de demostrar cómo mis posiciones podían contribuir a nuestro bien estar.

Seis años es mucho tiempo. Tiempo de sobra para decir lo que tenía que decir.

La política dominicana es un tema muy local, poco universal. Veía venir desde hace meses la necesidad de escribir de otra cosa. Muchos de mis lectores me lo aconsejaban. Que ya bastaba de escribir sobre política de república bananera. Hasta mi lector más crítico comentó un día: “Pablo, coño, si no escribieras tonterías de politiquillos dominicanos, te consagrarías como escritor. ¡¡¡Desperdiciando talento y dedicando tiempo y energía a nimiedades, cuando hay tantas cosas importantes de que escribir!!!” Tenía razón.

En lo adelante crearé en lugar de comentar.

En lo adelante escribiré sobre esas cosas importantes de las que apenas he escrito hasta ahora: la literatura, el ser humano, Dios, el Diablo.

En lo adelante haré literatura.

En lo adelante, escribiré sobre los temas más importantes: el amor y la muerte.

Dos caras de la misma moneda (la petite mort, la pequeña muerte, llaman los franceses al orgasmo).

Los dos únicos temas posibles de la literatura, según Juan Rulfo.

Adiós, política, adiós.