La periodista Diana Penner del periódico Indianapolis Star le preguntó a Sergio Ramírez si la revolución sandinista habia valido la pena. El entrevistado respondió: “Me perturba la sola idea de haber nacido un tanto antes, o después, y asi habérmela perdido. A pesar de todos los desencantos, sigue dándome gratificaciones”.

Sergio Ramirez es un intelectual y escritor nicaragüense de fama continental, abundantemente laureado, quien fue escogido como vicepresidente junto a Daniel Ortega en el inicio del gobierno sandinista. El escritor terminó disgustado y desencantado con el comportamiento de los jóvenes revolucionarios quienes incubaron en la juventud nicaragüense y mas allá de sus fronteras una utopía justicera que luego fue abandonada.

En República Dominicana algunos llegaron a forjarse espectativas sobre la asunción de los peledeistas a la dirección del gobierno. No se trató, como en Nicaragua, de un proceso revolucionario pero se esperaba de ellos, por lo menos un gobierno decente. Pero no. Los peledeistas, algunos de ellos jóvenes entonces y con prédica progresista, prostituyeron la administración pública, se han enriquecido hasta el hartazgo, desvirtuaron el fin esencial de la justicia, crearon privilegios irritantes y sus altos dirigentes, en su mayoria, se han convertido en potentados  multimillonarios a la vista de un pueblo hambriento que desfallece cada dia por falta de los más elementales servicios públicos.

Como en Nicaragua, los muchachos ya no son tales pero persisten en los mismos vicios. En la patria de Darío los otrora revolucionarios hoy compiten con Somoza en la persecución y el crimen.

Sergio Ramirez escribió un libro emblematico a título de memoria de la revolución sandinista el cual tituló “Adiós muchachos.” Con él pareció despedirse de sus antiguos cámaradas quienes, como aquí,  se corrompieron de manera irreversible. Digámosle a los peledeistas como dijo  Sergio a sus antiguos camaradas: ¡Adiós muchachos!