Vivo en lo que fue La Primavera, una barriada agregada al crecimiento especulativo de lo que era la capital dominicana, en su espacio territorial urbano, surgida antes de la dictadura 1930/1961. Justo en los tiempos en que dejo de funcionar el Hipódromo del mismo nombre. A medio camino del borde marino, por debajo del alto perfil topográfico de Gascue y situada entre los caminos, del Sur (Av. Independencia) y de Santa Ana (calle Enrique Henríquez).
Después de la expansión que supuso el lento crecimiento urbano de la capital dominicana, llamándose Ciudad Trujillo (desde el 1936 y hasta el 1961), La Primavera se quedo en medio del “ensanche Independencia”, contiguo a la zona universitaria, un nuevo distrito habitacional de baja densidad construido con la Av. Máximo Gómez en su centro discurriendo sur norte. Una pequeña rotonda jerarquizaba el centro y eje de la avenida en su entronque con la actual calle Juan Sánchez Ramírez.
Hacia el oriente de La Primavera, quedaba estancado el antiguo Tejar de los Lugo, ya convertido en mini urbanización que con su forma triangular encajaba en el rompecabezas que se abría en el Parque Independencia para articular las barriadas vecinas del Camino del Cibao. Las clases sociales pudientes se posicionaron habitacionalmente en esos entornos. Ver las fachadas de las casas que ocuparon, evidencia aquellas prestancias.
Pero el tiempo dio paso al olvido, a las sustituciones y las barriadas empezaron a cambiar. También les llego el ruido y surgieron otros usos para las mismas casas que habían sido habitacionales. Fue cuando lo comercial se apropio del todo posible edificado y la capital dominicana, que había vuelto a ser denominada con su nombre histórico, como Santo Domingo, cambio para siempre.
Siempre, en todas estas nuevas devastaciones, ha estado el gobierno de turno propiciando las suplantaciones y demoliciones. A Gascue la empezó a agredir el propio gobierno desde los tiempos de la dictadura de Trujillo, cuando hicieron allí la Policía Nacional. Luego Balaguer agrego a su lado oeste, la Plaza de la cultura. Ya estaba ahí la embajada de Estados Unidos. Entonces hicieron la Maternidad en la zona inmediata (genial disparate) y enfrente le pusieron una escuela secundaria o liceo (que ahora es el Museo Nacional de Historia y Geografía).
El transcurso del tiempo siguió registrando cambios, algunos radicales como los citados. Otros menos severos con su presencia. La mayoría, agresivos de sus entornos. Y sus habitantes originales salieron a protestar a quejarse, insertando un grito en el vacío: ¡Salvemos Gascue! Nos despedimos de la barriada en los primeros años de la década del noventa del siglo pasado. Entendimos que ya el proceso era irreversible. Ahora surge un ¡Alerta Gascue!, fotográfico y nostálgico. Valido recurso motivacional, pero que en vez de situarse en su ámbito, la expo fue montada en “la zona”. Se perdió la relación…
Pocos trabajos, pocas denuncias, pocas evidencias del desastre que acarrea perder a Gascue. Nadie hace caso. No parece haber autoridades, ni ministerios, solo pamplinas, voces, poses, falsas fachadas, amagos y discursos.
Recién, en un curso dominical universitario, pregunto alguien por la identidad dominicana. Y puso el ejemplo del cine. Salir a buscar locaciones de épocas, nos remiten siempre a lo colonial garantizándonos certezas. Pero salir de ahí, es quijotesco. Quizás por eso tanto cine “de humor” bajo protección de las ley de cine. Pero de la dictadura y de los tiempos de la guerra civil (abril 1965) se hace difícil encontrar ambientes conservados. Casi todos los han demolido…
Tendremos que reconstruir nuestro pasado inmediato, nuestra historia reciente. Eso si queremos mantener una ilación continua de la historia grafica, de la edificada, de la visual, documental y escenografica. De lo contrario, no vendrán a buscar locaciones para producciones recreativas del pasado reciente, con intención evocativa de épocas. O tendremos que seguir haciendo las zanganadas cinematográficas de cada 15 días…