Hoy todos los que de alguna forma hemos estado vinculados a la izquierda, al debate de las ideas marxistas, y a la discusión política sobre el destino de la humanidad, nos sentimos apesadumbrados y, sin rubor, un poco tristes. Murió Eric Hobsbawn, un emblema de las ideas de izquierda, un modelo de pensamiento marxista libre y crítico. Un hombre representativo en el genuino sentido de la palabra que nos ensenó Emerson.
No seríamos consecuentes con las propias ideas de Hobsbawn si vemos esa muerte como una derrota de la vida. La muerte concluye el ciclo de la vida, debe ser asumida como lo que es pura y simplemente. La vida continúa y la labor de los grandes hombres, cuando lo son genuinos, lo que hace es mejorar el mundo de quienes le suceden. La vida de Hobsbawn tiene demasiados méritos, el hombre produjo una obra perdurable y su vida misma nos ensenó lo que debe ser una existencia autentica.
Fue un historiador que hizo formidables contribuciones a la historiografía inglesa en particular y europea en general, sobre el industrialismo y el desarrollo del mundo moderno, haciéndose famoso por su trilogía sobre el ciclo de las revoluciones burguesas, por su ensayo sobre la crisis del siglo XVII y su ejemplar estudio sobre las revueltas de artesanos en su libro en colaboración con Hilton, El Capital Swing, además de sus diversos estudios sobre el nacionalismo. Abordó el asunto del bandidismo social y la resistencia de las masas al despojo y la injustica, publicando varios estudios del que sus libros, Bandidos, Rebeldes primitivos, Revolucionarios, son elocuentes contribuciones. Durante el proceso de escritura de muchos de estos textos Hobsbawn conoció la Calabria de la Camorra, la Sicilia de la mafia, las revueltas campesinas de la convención en Perú y por ello estos libros que reivindicaron la historia de la gente sin historia figuran, entre otras cosas, como emblemas de un genuino pensamiento crítico.
Fue un especialista en el propio pensamiento marxista del que hizo varias publicaciones, donde destaco la formidable Historia del marxismo en 14 volúmenes (en la edición española) que coordinó. Su formidable introducción a Los Formen (formaciones económicas precapitalistas) de Marx (la primera parte del manuscrito de Marx conocido como Grundrissse) nos ensenó a muchos las complejidades de la visión de Marx del devenir histórico, que estaba muy alejada del historicismo y de una visión lineal de la sucesión de modos de producción. Se preocupó por las vicisitudes del marxismo contemporáneo y del movimiento socialista, producto de lo cual salieron muchos trabajos dispersos en libros y entrevistas en torno a la crisis del marxismo, la caída del socialismo, el rol de los intelectuales marxistas, el porvenir del socialismo en un mundo global. ¿Quién no recuerda su libro sobre el corto siglo XX? Fue un gran amante del jazz del cual publicó varios libros memorables, entre ellos uno exquisito, gente poco común.
Viajero incansable, como su origen mismo: nacido en Egipto, criado en Austria y asentado en Gran Bretaña, Hobsbawn representó con sus acciones un ideal de hombre cosmopolita, como bien socialista. Gran conocedor de América Latina, asunto que pocos saben.
Tuve el honor de conocerlo en el año 1977 (¿o fue en el 78?) en un seminario organizado por la sede mexicana de FLACSO. Yo realizaba mi doctorado en El Colegio de México. Aunque no pertenecía a la FLACSO como estudiante, su entonces director era mi gran amigo, lo que me permitió colarme como estudiante de El Colegio de México. En el seminario estaban presentes figuras señeras del marxismo: el propio Hobsbawn que era sin dudas la estrella, Perry Anderson, su gran amigo. Annuar Addel Malek sociólogo egipcio y autor de un libro clásico, La dialéctica social.
Como éramos muy pocos en el seminario (apenas algunos estudiantes pudimos participar junto a los profesores de FLACSO) allí se produjo un cordial ambiente de camaradería. Hobsbawn hablaba español, con su acento británico, por supuesto. Un amigo de quien he olvidado su nombre y yo, sacamos a pasear a Perry Anderson y a Hobsbawn. Fue una tarde maravillosa, conversamos sobre muchos asuntos, Hobsbawn siempre atento y sonriente, con ese humor inconfundible que le caracterizaba. Ni mi amigo ni yo ignorábamos que él era un especialista en temas latinoamericanos, como lo atestiguaba su estudio sobre los movimientos sociales campesinos en el Perú. Preguntaba sobre cosas como si fuera un niño, es decir lo preguntaba todo. Hablamos de muchos temas donde sobresalieron, naturalmente, el formidable México de finales de los setentas y el jazz. Hobsbawn hablaba con soltura y gracia, Perry Anderson era más tímido, pero como entendía un poco de español también hacia el esfuerzo entusiasta por participar con ganas de la conversación. Creo que era la primera vez que Anderson visitaba México, aunque hace tanto tiempo que ya no estoy seguro.
Al final de la tarde, a prima noche, fuimos a su hotel, creo que ubicado en la zona sur de la ciudad en la Av, Insurgentes (podría ser el Hotel Diplomático frente al Parque de los Venados, pues en esa época muchos eventos académicos realizados en FLACSO, El Colegio de México y la UNAM alojaban a sus invitados ahí). Nos despedimos bromeando y nunca más volví a ver a estos dos formidables hombres que han orientado toda una tradición de pensamiento crítico, Perry Anderson y Eric Hobsbawn. Este último hoy nos deja. El mejor homenaje que podemos hacerle es recordarlo con entusiasmo y alegría como la que siempre tuvo, debemos conservar su amor por el jazz y su sonrisa, lo que no le impidió ser un intelectual comprometido y un historiador de pensamiento crítico y libre, pero comprometido.