In Memoriam a mi inolvidable amigo Don Héctor Aristy, Ministro de Abril.
Sensible ante el sufrimiento de su pueblo, un día de abril, Héctor Aristy, marchó con pasos firmes e irreversibles hacia el campo de batalla de la historia, llevando sobre su pecho el escudo de la Patria, para reivindicar la voluntad popular que había sido quebrantada por los enemigos de la democracia.
Al finalizar aquella gesta gloriosa, el pueblo, en tributo a sus méritos lo bautizó como “El Ministro de Abril”.
Cuando la llama de la vida de un hombre como Héctor Aristy se ha apagado y la ceniza de su cuerpo mortal ha certificado su final, en un penoso tiempo en el que su pueblo parece haberse dormido para siempre, llega hasta nosotros Antonio Gramsci con su ¨Odio a los indiferentes¨ para decirnos con su voz indomable: “Creo, como Friedrich Hebbel, que <vivir significa tomar partido>. No pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes”.
El día de la despedida acompañaron a nuestro héroe muchas mujeres y hombres que también fueron protagonistas de la Revolución de Abril. Además, se encontraban otros que combatieron la tiranía de Trujillo y los doce sangrientos años del doctor Joaquín Balaguer. Todos juntos parecían formar parte de la más noble de las asambleas políticas.
La mayoría de ellas y de ellos, a pesar del paso de los años, conservan el espíritu rebelde de la juventud. Esta es la última generación joven de nuestro país. Las posteriores generaciones han estado integradas por jóvenes biológicos que son ancianos ideológicos y, como consecuencia de ello, cómplices de la vergonzosa degradación moral en la que ha caído nuestra sociedad.
Aquella rebeldía natural de los años de juventud que impulsaba, como una ráfaga de viento incontenible, a la generación de Héctor Aristy, a luchar por la libertad y la justicia social, es la que empuja, en este tiempo, a muchos de los jóvenes de nuestros barrios, desamparados por el Estado, al camino equivocado de la delincuencia.
Por un camino distinto transitan los jóvenes que se dedican a la actividad política, quienes diferente a los que ofrendaron sus vidas por esta defectuosa democracia, en tiempos de la dictadura, de los convulsos años sesenta y de los sangrientos setenta, no corren el riesgo de ser apresados, deportados o asesinados, por pertenecer a un partido político.
Mientras más jóvenes son los dirigentes de los actuales partidos políticos más conservadores.
En nuestro país la política es manca, no existe ni izquierda ni derecha. Todas las formaciones políticas son iguales. Ninguna se fundamenta en ideología ni en principios programáticos. Su único fin es el de alcanzar el poder para el beneficio de sus élites, sin importar los medios que tengan que emplear.
Esta es la razón por la que resulta tan difícil encontrar a la conservadora oposición de este tiempo.
Para Don Héctor debió ser decepcionante un cuadro tan desalentador en los últimos años de su fructífera existencia. Por eso espero que le pueda contar al profesor Juan Bosch y al doctor José Francisco Peña Gómez los detalles de esta vergonzosa involución.