Hará ahora setenta años. Éramos quinceañeros cuando empezamos a tratarnos en 1948 en San Francisco de Macorís en la Escuela Normal Ercilia Pepín (hoy Liceo Secundario), yo venía de Pimentel remontando de la Francisco Ulises Espaillat de Santiago; Miguel Ángel Ruiz Brache y Manuel Antonio Tapia Cunillera, de Salcedo, y  Héctor José Rizek Llabaly de esa ciudad; juntos concluimos el bachillerato en 1951 para entrar en la Universidad de Santo Domingo al primer curso  de la Facultad de Derecho que entonces tenía unos ciento diez ocho o ciento veinte estudiantes de todas partes del país, de modo que junto a bachilleres que venían de  Barahona, Neyba, Las Matas de Farfán, San Juan de la Maguana,  San José de Ocoa, Baní y San Cristóbal, desde el Sur; Montecristi, Guayubín y Mao del Noroeste; Samaná, Navarrete, Santiago, Moca, Salcedo, San Francisco de Macorís, Pimentel, La Vega, Bonao y Cotuí, desde el centro norte y el nordeste del Cibao; de Sabana de la Mar, La Romana y San Pedro de Macorís del Este; naturalmente, de esta ciudad la mayoría, y de algunas otras comunidades que ahora no recuerde, constituimos la Promoción de Abogados 1951-56 que abarca para nosotros los que no terminaron, los que llegaron o se sumaron luego o se graduaron el 28 de octubre del 1956  sin distingos; por eso puedo decir que ha sido una de las más consecuentes en la historia de la República. Año por año a partir de celebraciones esporádicas hasta la inolvidable en el Club de Herrera la de  las fastuosas  Bodas de Plata con el Derecho, nos reunimos desde entonces año tras año sin mancar, formando un grupo compacto. Claro está, los más jóvenes andamos por encima de los ochenta y la casi totalidad de los demás han pasado al recuerdo; de los originales ciento y pico, apenas sobrevivimos  menos de los diez y ocho o veinte que hubo encima de los ciento y pico originales, todos achacosos y preparando maletas finales.

Mi cercanía con Miguel Ángel se debió principalmente por nuestra afición a las bellas letras; él pertenecía a la Sociedad Ansias Juveniles que la formaban muchachos estudiantes de San Francisco, y nuestro primer encuentro fue en Pimentel, mucho antes de entrar a la Secundaria, cuando él fue con un grupo a un encuentro escolar en el Partido Dominicano ubicado entonces en la Calle de los Rieles esquina Montes, donde yo también pronuncié mi primer discurso. El suyo me impactó por unas citas literarias que hizo, que me impulsó a leer con avidez; ese fue el lejano primer encuentro, mucho antes del 48, quizás en el 45 o 46 cuando terminábamos la intermedia. La afición a las letras fue la base de la amistad que siempre mantuvimos, ya que él era entonces un lector voraz y es lamentable que no persistiera en la escritura, aunque supongo que como todos a esas edades y en esos tiempos, escribiría versos pero nunca nos los mostró; aunque sí recuerdo su prosa elegante que le llevaría al periodismo como cronista social y cultural en sus años de estudiante universitario, junto a Rafael Lara Cintrón, otro miembro de nuestra promoción. Es  lamentable  que no persistiera en la escritura, ya que tenía talento y buen gusto, que al fin y al cabo son las herramientas del literato verdadero, por eso no sé si lamentar o admirar que el ejercicio de la profesión lo absorbiera totalmente, tanto, que varias veces su conocimiento de las leyes, sumado a temperamento apacible, y su decoro, lo llevaron a ejercer el magisterio judicial con entera dignidad. Así llegó a aquella Samaná tradicional que conservaba todo su donaire y señorío, donde conoció a una de las perlas de aquella exigente sociedad, la hermosa Dorothy Guerrero –desde niña conocida como Dochy–, iniciando un romance de leyendas marineras donde su verbo florido jugó un papel importante en una época donde la poesía era un bien popular y andaba de boca en boca, así la enamoró y la atrapó hasta la hora de su despedida, a pesar de su innato donjuanismo hasta dejar con, o junto a ella, una meritorísima familia.

Miguel Ángel nació el 6 de diciembre de 1932 en Salcedo, concluyendo su perímetro vital el 31 de julio. Realizado su funeral el 1ero de este mes;  su vida estudiantil fue en San Francisco de Macorís; fue el pimer hijo de Ramón Ruiz Cabrera, que fuera un digno funcionario público y de Consuelo Brache de Ruiz,  junto a sus hermanos Fernando Ramón y Asunción Ruiz Brache; deja seis hijos Miguel Antonio, Renato, Iván Miguel, Divanna y Miguel Ángel e Itzvania Ruiz; fue un reconocido abogado, ocupó diversos cargos en la magistratura en diversos lugares del país.

Miguel Ángel Ruiz Brache y Dochy Guerrero de Ruiz

A Miguel Ángel en los círculos sociales y culturales se le conocía como un raro caso atípico de bohemio, ya que era lo contrario al tradicional, regularmente un sujeto descuidado en el vestir y con cierto aire de chabacanería, él fue siempre gentil y bien hablado. Nunca le oí una mala palabra ni una expresión despectiva en los setenta años de tratos, y de tragos. Como él tuviera la palabra calibraje para expresar muchas cosas, entre ellas la falta de dinero o de líquidos para ingerir, así le llamaron muchos de los compañeros de la bohemia capitaleña.

En el otoño de sus vidas, antes de regresar a esta ciudad residieron en San José de las Matas, en aquellas lomas frescas y feraces vivieron él y Dochy unos años, que sin quizás, fueron los más felices de sus vidas. En Sajoma fue Juez de Paz por algún tiempo, dejando un reguerete de amigos, que se podría decir que él casi fabricaba, por su naturalidad al darse a los demás con espontaneidad. Allá nos íbamos a disfrutar de las manos marineras de Dochy, que en un santiamén, mientras charlábamos, nos sorprendía con un suculento sancocho a falta de pescados frescos y mariscos, que eran su especialidad. Para mí, que era visitante durante muchos años a la zona, desde los días del padre canadiense Santiago Godboud que me presentó a Yiyí Jáquez, un amigo muy consecuente  y querido que luego emigrara a Santiago y más tarde por las visitas al inolvidable Arsenio Ureña ya doña Camelia;, subir esas hermosas lomas, aspirar el aire puro de los pinares y llegar a la casa de Miguel Ángel y Dochy, era realmente como arribar a la mía. Así era de íntima nuestra amistad.

Era un ser amable y cariñoso, de lo cual podrán hablar mientras vivan sus hijos, sus nueros y yernos, nietos, sus hermanos, amén de otros parientes y allegados; además era cordial y sincero, y de eso sus amigos y especialmente sus compañeros de estudio lo podemos asegurar; por ello, por su prosapia que le dan sus sonoros apellidos, de lo que no hizo nunca alardes; de ser además de todo lo dicho, muy generoso, podemos decir que la palabra caballero, hoy pasada de moda por la ausencia de quienes la merezcan, a él le cabía en todo el cuerpo.

Los que le conocimos sabemos que a él le hubiera mortificado sobremanera haber causado problemas y angustias con su larga agonía a su familia con este accidente fatal que precipitó su tránsito, pero bien sabemos también, que no sufrió, que murió tranquilamente y es que  nadie puede siquiera imaginar cómo será nuestra muerte. Y es que él era franco por naturaleza y hubiera preferido irse silenciosamente, de ese modo. Por eso, al despedirlo, al sentir que con su despedida y la de otros queridos compañeros, se nos va la mejor parte de nosotros, entrando ya no en el túnel donde su espíritu debe andar ahora buscando las puertas, sino el de los recuerdos, le decimos al querido Michelangelo, como le decía; al Calibraje de las tertulias capitaleñas; al Miguel Ángel correcto y decente ser humano que fue, que nos guarde una silla al lado de la suya para seguir contando historias y evocando los mejores momentos que pasamos, ya que de acuerdo al calendario estamos bien cerca de seguirlo para continuar nuestra bohemia interminable en el más allá de los más allá.

Adiós querido amigo, en nombre de la Promoción de Abogados de 1951-56 y de los bohemios que dejaste huérfanos de tu sedante presencia, deseamos que te sea hermosa y larga la estancia en el misterio.

Algunas fotos suyas y de la Promoción de abogados 1951-56

Miguel Ángel y Dochy en una noche de fiesta´
Miguel Ángel al extremo este, al centro Rafael Lara Cintrón, César Gil Alfau, Apolinar Montás Guerrero y Dochy Guerrero de Ruiz

 

Miguel Ángel con Dochy en penumbras en un encuentro de la promoción