La vida nos sorprende cada vez, pero cuando no estamos preparados para las despedidas, las ausencias y las penas causadas por seres humanos que llegan a tu vida a construir afectos, amistad verdadera, sinceridad, conocimientos y donde bien, es más fuerte su partida. Eso para mí es el vacío que me deja la dolorosa perdida de mi amigo y mi Maestro, Carlos Esteban Deive.
Un diciembre frío, húmedo como son las penas de las ausencias inesperadas, fue escogido por el destino para ausentarnos de quien en vida supo dar afectos, entregar de sí a este su país, con el perdón de los españoles, que nunca sintió congoja por los avatares de la vida que como intelectual sufrió como otros sufrimos, los abandonos, empequeñecimientos de los demás, las indiferencias de los poderes fácticos cuando no se comulga con ellos y por qué no, haber sufrido las reprimenda de una época ideologizada que no racionalizó la justicia del conocimiento, las pasiones del poder y las ideas radicalizadas del momento histórico, cuando la Universidad pasó el tránsito hacia su autonomía y el Movimiento Renovador encabezando una causa en las que muchos creímos aunque el tiempo nos ponga a pensar; en esas circunstancias Carlos Esteban Deive se marcha con su ética, su saber y su intelecto a servir a otras latitudes. El tiempo se encargó de definir la posición social, política e intelectual de este gran humanista dominicano.
Su obra, es un reflejo fiel de su compromiso, ¿de qué lado quedó su pensamiento, a quién le escribió, su pluma de qué lado quedó en el llamado juicio histórico? Pues, del lado de los invisibilizados, de los sin historias, de los grupos subalternos, pues un amigo, el matemático y filósofo Andrés Molina, me envió recientemente con un orgullo hiriente por la forma que reconocemos a nuestros grandes hombres, y de nuestras reducciones mentales en un país que todo lo termina con un humor pícaro aunque se esté muriendo de pena, que en una biblioteca de la Universidad norteamericana de Stanford, uno de los títulos sobresalientes en el dominio del vudú era la obra clásica de nuestro gran intelectual Carlos Esteban Deive Vudú y magia en Santo Domingo, que ni su muerte me arrancará de sus recuerdos, de su obra y de sus afectos para conmigo y muchos de sus allegados.
No solo su obra quedará en las grandes bibliotecas del mundo, con más de 50 libros, sino que sus temas eran de los llamados de la marginalidad intelectual dominicana a pesar de lo cual su grandeza fue tan magnificente que hubo de ser reconocido en varias ocasiones y otras varias instituciones, como Premio Nacional los temas de: racismo, el prejuicio racial, el vudú, la negritud, las rebeliones negras, la identidad cultural dominicana, los Canarios, la africanía dominicana y un montón de narraciones, novelas y escritos nos hablan de un intelectual preocupado por su país, por las cosas que se toman con pinzas antes de escribir sobre ellas, y que la maestría de su pluma y su cerebro amueblado nos brindaba en cada entrega una puerta al conocimiento, la reflexión escrita con la finura, elegancia y organización mental que su cabeza y su formación le dio como bondad.
En Puerto Rico lo conocí realmente a Carlos Esteban Deive, en el Encuentro de los Cultos a los Antepasados en el Caribe, organizado por la Universidad de Puerto Rico en el Recinto de Río Piedras en la década de los 80. En ese momento yo era un joven que intentaba codearme al lado de los grandes (Dagoberto Tejeda, José Domínguez, Fradique Lizardo, Celsa Albert, Carlos Estaban Deive, entre otros); con temor por su fama de rabioso me acerqué a conversar sobre religiosidad popular y cuando salió de sus labios un piropo a mi intervención, se me abrió la vida y gané un amigo para el resto de este mundo terrenal.
Desde entonces fuimos grandes amigos, nos respetábamos mutuamente, dado que trabajé su tema y me sonreía sorprendido, cuando me decía: alguien vino a consultarme de vudú por mi libro y lo referí donde ti…, y le decía …no te burles que eres el referente fundamental. Su querida esposa siempre fue amable y cordial porque sabía de nuestra amistad intensa. Nunca tuve una polémica a pesar de las coincidencias temáticas de nosotros que tiende a generar celos, me decía con una gran humildad, que los temas no tenían propiedad, pero para mi siempre fue el Maestro como lo fue igualmente June Rosenberg, lo es Dagoberto Tejeda y lo es Marcio Veloz Maggiolo. Son mis iconos.
En muy pocas de mis bibliografías está ausente el nombre de Carlos Esteban Deive, es un autor de consulta cuando de africanía, religiosidad popular, identidad, racismo, prejuicio y discriminación se habla, por eso en mi trajinar de investigador Carlos Esteban es lectura obligada y lo seguirá siendo porque un hombre de sus condiciones nos deja el mejor de los legados, su obra, su ejemplo y su entrega como escritor. En todo este triste momento en que alguien de su estirpe se traslada a otra experiencia te vienen reproches como el pensar que me causó dolor saber, que la cita pendiente tenía unos meses y por cuestiones de trabajo y de pequeñeces de la cotidianidad, no se pudo realizar, él parte conforme con el deber cumplido y yo me quedé con ese pesar.
Su esposa me dijo que al final de sus días seguía trabajando con horario de oficina y por eso se despidió dejándonos tres ensayos listos y una novela a mitad, solo la calidad intelectual de Carlos Esteban Deive podía tenernos esa despedida, su muerte lo eleva a la condición inmortal de las letras y el pensamiento moderno dominicano. Que descanse en paz querido amigo.