De acuerdo a la investigación de ADESA, de las 1,679 UNAP existentes el 29.8% está inhabilitada debido a la falta de personal, entre otras razones. El 13.7% fueron construidas antes del 1980; un 20.0%, en la década de los 80; un 15%, en los 90; y un 34.2% en la primera década de este siglo, estimulada por la aprobación de las leyes 87-01 y 42-01.
Entre el 2012-2019 se registra una caída estrepitosa al bajar a un 16.3%, como resultado del cambio de la política estatal que ha privilegiado las grandes construcciones y equipamientos, concentradas en 56 hospitales, y 40 Centros de Diagnóstico Clínico.
El Primer Nivel de Atención tiene escasa capacidad resolutiva y no responde a los perfiles de salud que han surgido por la transición demográfica y epidemiológica. Según ADESA, se recogieron denuncias de deficiencias notables, la mayoría debido a edificaciones viejas y en mal estado.
La investigación de campo reveló que el 97% de las UNAP opera con un médico, una enfermera y un promotor. Contrario a lo establecido, solamente un 5.2% de los directores son médicos de familia, mientras la Sociedad de Medicina Familiar se queja de que cerca de mil están desempleados.
En adición, el 58.8% de las UNAP son dirigidas por médicos pasantes y el 40.3% tiene menos de un año. Esta inestabilidad conspira contra el principio de una atención primaria basada en una relación estable y de confianza que fomente vínculos estrechos entre el personal de salud y las familias.
El 31% de estos centros no cuenta con promotores de salud y muchos de los existentes carecen de la capacidad y la vocación de servicio indispensables para cumplir sus funciones con calidad y oportunidad.
Ante la pobreza y marginalidad, más vale algo que nada
La encuesta reveló que ninguna de las UNAP cuenta con el equipamiento necesario para prestar servicios oportunos y de calidad. Aunque el suministro de medicamentos es normal, existe un déficit entre un 8.2% y un 41% de los 22 insumos indispensables; y más del 20% carece de vacunas y/o de la cadena de frío para conservarlas.
Los servicios son discontinuos. El 58% de las UNAP no oferta servicios nocturnos, ni siquiera de emergencia, dejando a la población “a la buena de Dios” ante partos, heridas, ataques hipertensivos, complicaciones diabéticas, etc. Dos tercios de las UNAPS tampoco prestan servicios los fines de semanas.
Un 43.3% de los usuarios de las UNAPS son desempleados, mientras el 83.6% de los que laboran tienen ingresos por hogar inferior a 15,000 pesos. Cerca del 60% utilizan los servicios desde hace más de tres años y al 82.6% no les resulta difícil trasladarse a las UNAP y afirman que el tiempo de espera es menor de una hora.
La situación de pobreza y marginalidad general es tal, que muy a pesar de tantas falencias, la población las valora, al tiempo que se queja y reclama de las autoridades nacionales, una mayor prioridad y recursos para las UNAP, para sacarla de la cola, a fin de elevar su capacidad para atender a tiempo sus urgencias, la vacunación, las consultas y los chequeos.
La investigación de ADESA relaciona esta lamentable situación con una inversión insignificante, tema central del próximo mensaje. Al arribar al mensaje 300 de esta serie que iniciamos hace 7 años, nos sentimos satisfechos y agradecemos el apoyo de nuestros lectores, así como sus críticas y sugerencias.