Ada Balcácer, nació para negar cada segundo a Proust y hacer la búsqueda del tiempo ganado y conquistado, tarea vital que como abeja reina florece erguida, evitando las flechas heridas en el viento frío, lejana de la tierra caliente que vió arder tantas veces, como en los evangelios.

Asesinar a Proust en pleno 2000, hacer madejas de largas alas, sin premura de maletas verdes y  aguas salobres, sin brillos ni retornos, sabiendo bien las distancias de Sodoma y Gomorra, impulsada por una larga mirada de la Lot que no quiso ser, presintiendo el Overtime (*), de clímax y nuevas soledades.

Mujer más que mujer, sumada a toda la luz de su pensar, es un centro de salsa ardiente, de ideas y pensamientos, que la aldea empapelada de post modernismo y Black Berris, jugando a gran urbe planetaria, fofa madera de ranchitos y barros, nunca perdonaría.

¿Sería terrible que una mujer sea más lúcida que un ejército masculino sin destino ni proyecto?…

Lo descubrió temprano y con brillantez, sin feminismos altisonantes o de poses inútiles, llegó al extremo de explicárnoslo en el fácil lenguaje de la pedagoga innata que ha sido, las mujeres que piensan desafían hasta la respiración patriarcal, lo explicó más de una vez  con gracia, humor y dramatismo.

El Overtime, es una larga gruta que narra su historia estampada en las pieles húmedas de  pinturas rupestres; el Overtime es un negarse a ser descubierta en la distorsión y él enves, de  la parálisis  en turbias pupilas, en esta historia de isla mal narrada.

Cuando un corazón insular de múltiples ojos en los océanos, de largos recuerdos verticales decide buscar la frontera del mar, el Overtime no tiene apuros ni reglas, está ahí como los volcanes hawaianos, en silencio y con la nube blanca de humo alerta, para incandescentes travesuras telúricas. El mar  se convierte en un signo de lejanía y al mismo tiempo en un referente de retorno, aunque sea breve, a condición de que los íntimos sean empalizadas seguras de calor y presencia, porque el Overtime es un péndulo ánglico que a todos nos vigila, hasta a la propia Ada Balcácer, aún en la razón de su temple y fuerza,  que en su origen de  mujer, tiene un asidero insondable.

Con Ada Balcácer los jueces de las cosas, los hacedores de recuperaciones, los carpinteros y carpinteras de remaches, abultadores en encubrir los discretos furos de almas dignas, han tenido la suerte del azar, el Overtime los ha salvado, el Overtime les ha dejado espacio y tiempo para ir "limpios" de corazón, a la pasarela de la justicia oportuna, de sano juicio y alargado reconocimiento en vida, en una sociedad cuya vocación rotunda, su juguete de mayor ruido, es la necrofilía alegre como norma ensayada, ritual en  el que se fascina,  al  enterrar y luego alabar, como ebrio loro cacofónico y lastimero, disfrazado de negras plumas brillantes.

Ada Balcácer está entre nosotros, con sus luces y largos murales de cuadros acumulados, montada en el oficio de alegría privilegiada; Ada Balcácer está en nosotros, desandando fotos y palabras, devolviéndose en su propia gruta, entre bacás serpenteados y estallidos de rojos damasco inesperados, mientras nos mira, quiero evitar no revolver el tiempo como lo haría con un extraño y estrujado papel de chichigua, no todos, como ella, pueden asesinar a Proust cada segundo, cada día, cada año.

El Overtime, es una gacela gigante de cuerpo organizado, que se niega a dejar  la faz de la tierra, sabana amarilla sin límites ni horizontes, con altas tareas de luz pendientes, en la zona tórrida, donde los rayos del sol, dan de frente a la dulce sonrisa de Ada Balcácer, montada plácida en el Overtime, que ella se inventó sentada en el filo del mar, de esa tierra caliente donde ha nacido con alas y raíces de su Overtime

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(*) Overtime, dícese: fuera de tiempo reglamentario, fuera de hora. En  el caso de este texto, la acepción sería hora extraordinaria, que prolonga la vida de una creadora.El Centro León de Santiago, exhibe esta retróspectiva de Ada Balcacer, Alas y Raíces,desde Noviembre del 2011 hasta Febrero 2012.