ACV son las siglas en castellano de Análisis de Ciclo de Vida, lo que en inglés se conoce como life cycle assessment o LCA por sus siglas en inglés.
Cuando hablamos de ACV de un edificio, además de hablar de la propia vida del edificio, tenemos que referirnos a los materiales que lo conforman, es decir con lo que se ha construido. Pero además nos referimos también a lo que ha supuesto la explotación y/o producción de esos materiales, su puesta en fábrica, su puesta en obra y los procesos que se han llevado a cabo en sus etapas de vida, nunca mejor dicho.
Construir un edificio con altas prestaciones energéticas, es decir muy eficiente, no quiere decir que necesariamente se esté frente a un caso de un edificio sostenible en su totalidad. Si bien es cierto que un buen aislamiento térmico es, casi, garantía de un importante ahorro en climatización (sobre todo en climas fríos y templados), también es cierto que si este material de aislamiento supone un alto coste ambiental en su producción o en su puesta en obra, ese balance positivo tiende a bajar. Si bien es cierto que las emisiones de un material pueden verse compensadas, precisamente, con una larga vida útil del edificio, también es cierto que las primeras (emisiones) deben ser tomadas en cuenta a la hora de hacer una evaluación seria sobre la sostenibilidad de un edificio.
De acuerdo a planteamientos hechos por algunos investigadores, tales como Zabalza Bribián y Aranda Usón, podemos abordar el estudio del ciclo de vida o propiamente el ACV en tres grandes etapas, que luego, y a su vez, necesariamente se tendrían que subdividir en otras varias. Estas etapas son: etapa de producción, etapa de construcción, etapa de uso y etapa de disposición final.
En la etapa de producción se contemplan los procesos de suministro de materiales, incluido su transporte, y los procesos de fabricación. Podríamos agregar a esta etapa la de explotación del material, ya sea en una mina, cantera o yacimiento o bien en un bosque.
En la etapa de construcción también se habla del transporte, pero esta vez de la fábrica a la obra; del consumo que suponen los equipos de construcción y además de los posibles RCD (residuos de construcción y demolición) generados en obra.
La etapa de uso contempla, como su nombre indica, los consumos en que incurre el edificio para su funcionamiento. En esta parte se incluyen los consumos por climatización, suministro de agua y electricidad, etc.
Con la etapa de disposición final se abordaría todo lo relacionado con la deposición total o parcial del edificio o partes del mismo a nivel de demoliciones, sustituciones y/o remplazos de materiales. Esto implica desde la retirada de los residuos hasta su posible reciclaje, reutilización o, incluso, anulación definitiva.
Como vemos cada una de estas etapas da para mucho más, y de hecho esa es la clave de un buen ACV para un edificio: desarrollar cada una de ellas hasta el más diminuto tornillo o galón de combustible, desde la mesa del proyectista y en el minuto uno del proyecto, hasta la deposición de la última partícula y la emisión del ultimo gramo de Co2.
El tema da para mucho; nos gustaría poder continuar con desarrollándolo. Hasta la próxima.