Si necesitas insultar a un hombre, no tienes que decir palabras “vulgares”, con decirle “mujercita” “hembra” o “señorita” parece ser suficiente. O al menos eso piensa un gran número de personas.
Se quiere seguir negando el machismo estructural y la vida cada día lo confirma, en asuntos graves, injustos, terribles, horripilantes, tremendos, espantosos como la violencia contra las mujeres y la naturalización que la normaliza. Y en asuntos más sutiles, pero igual de simbólicos como, una serie de tuits donde con marcado encono y como vía de descalificación “acusaban” al jurista Nassef Perdomo de ser “mujer”. Él les respondió muy bien, realmente sabe defenderse; pero, a mí me pareció importante reflexionar sobre¿Por qué se considera un insulto decirle a un hombre, mujer? ¿Qué carga simbólica tiene que desde muy niños a los varones les digan expresiones como “esas son cosas de mujeres” “deja de estar llorando como mujercita, compórtese como un hombre”, entre otras…? ¿Por qué para los hombres, ser mujer es tan denigrante, que se convierte en un insulto? ¿Por qué muchas mujerestambién consideran un insulto decirle a un hombre “mujercita”?
La verdad es, que las explicaciones la encontramos en el machismo, porque es una ideología que centra en lo masculino el referente de la humanidad, y lo femenino como la alteridad. Pero, ¿qué hacemos con esto? si aun estando clarísimo, tanta gente no lo ve, hay que inventar nuevos caminos. No tengo las respuestas, y hoy ni siquiera tengo deseos de construir propuestas. Quiero hacer uso de mi derecho a quejarme y dejarles una mezcla de reflexiones propias y de mujeres que vivieron en la conciencia de esta realidad y pagaron el precio (en ocasiones muy alto); para que quizás, puedan servirnos como referente en la construcción de otras formas de ser humanas y libres (como dice Rosario Castellanos).
Insistir en que no hay pensamiento más radical que el machismo, incluso ha logrado hacerle creer a mucha gente, que está bien discriminar, subyugar, violar, violentar y hasta asesinar a las mujeres. A construir socialmente como “complicadas, irracionales, difíciles, duras, enrevesadas, poco empáticas y odiosas” a las mujeres que deciden ser libres e iguales en dignidad y derechos. A querer que las mujeres asuman su vida desde el ser “modosas, calladas, atentas, abnegadas, “buenitas”, indulgentes, caritativas, cariñosas…” A vendernos la idea de que, si somos así, seremos perfectas, para luego descalificar a niveles muy profundos esas mismas características, tanto, que es un insulto decirle MUJER a un HOMBRE. Y no, no me respondas que es porque no son mujeres, que la verdad es que,si te dijeran piloto de avión, doctor o asuntos como esos, sino lo eres, lo aclaras, pero no se convierte en algo que “ofende”.
En fin, que como dijo Simonne de Beauvoir “El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres” y “Una mujer libre es justo lo contrario a una mujer fácil”. No entiendo porque el mundo se sigue construyendo desde el miedo a la fuerza de las mujeres, nos temen tanto que tienen urgencia y necesidad de subordinarnos, y no dudan en usar la violencia para lograrlo. Ahora bien, siempre hubo mujeres que han enfrentado esa realidad, seguiremos adelante, porque tenemos la fuerza de la razón ¿Pedir libertad e igualdad, tiene algo de negativo? Reivindiquemos el feminismo, como esa noción que también es radical, pero con una radicalidad generosa, que reconoce a todas las personas, y vindica la necesidad de un mundo donde todas las personas sean libres.
Como dijo Audre Lorde, mientras siga habiendo mujeres sometidas, no somos libres, y el silencio no es lo que nos protegerá. Virginia Woolf, describió en una frase de forma perfecta el miedo a nuestra libertad, “La oposición masculina a la independencia femenina es quizás más interesante que la independencia en sí”; seguiremos construyendo un espacio propio para las mujeres, porque tenemos la comprensión absoluta que nos combaten con dureza, consistencia, rigor, reciedumbre y tenacidad porque la potencia del feminismo es inmensa, el “poder” nos quiere invisibles, no nos quiere libres e iguales, eso les molesta, les molesta mucho.
A quienes siguen pensando que acusar de mujer a un hombre es un insulto, les reitero, con Simonne “Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia”. Al fin y al cabo, ya lo afirmó Helen Gurley “¡Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes!” y Rosa de Luxemburgo, hace mucho tiempo tuvo claridad sobre lo que necesitamos: “Un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.” Aspiro a que sea tan maravilloso ser mujer, que podamos serlo, sin miedo a que por ello nos discriminen.
Y haréis justicia.