La semana pasada   disfruté dos paneles  sobre el escándalo Odebrecht. El  primero en “Esta noche Mariasela”, debatiéndose el acuerdo firmado por el gobierno con la constructora;  el otro, desde  Miami,  en “Ahora con Oscar Haza “, analizando  la contaminación latinoamericana del  gigantesco cohecho.  Una vez más, comprendí  la complejidad y consecuencias políticas  del asunto y, sin ser letrado, asimilé  datos  y detalles sobre la negociación dominicana, tomando notas del proceder judicial  en otros  países afectados. 

En el debate local, dos lucidos y bien informados consultores del gobierno defendieron  lo signado por el ministerio público.  Ambos jurisconsultos  fueron contundentes respondiendo a cada pregunta, exhibieron   verbo fluido y apabullante.  Esgrimieron  argumentos  bien fundamentados, apenas rebatidos por  sus contrarios. Casi convencen.

Pero esa manera retorcida, lenta y complaciente, con la que tradicionalmente  actúa  el   ministerio público cuando de corrupción se trata, el hecho de  que no tengamos ningún corrupto  preso y, como  enfatizó el mismo Licenciado Jorge Pratts durante el debate,  que el procurador se deba fundamentalmente al gobierno, hacen lógico e inevitable el  escepticismo generalizado de la población.  Sin embargo, creo  que  habrá  prisioneros y condenas.

Acotejando el fárrago de leyes y retórica penalista a mi disposición, pude leer entre líneas y llegar a  conclusiones.  Ahora me atrevo a predecir  el futuro del expediente, como si lo estuviera viendo en una bola de cristal. Claro, condicionado al reventón que producirá el  destape  que viene desde Brasil en Junio.

No es difícil colegir que el controvertido  documento  ofrece  múltiples  salidas de escape y pocos grilletes; es proclive a la artimaña, al enlentecimiento, y a las  exclusiones. El expediente será declarado “complejo”, prestándose al mamoneo.  Otorga   márgenes operacionales complacientes  a posibles imputados,  y a la compañía delictiva. Permite  concentrarse en  aquellos nombres que provengan de la delación obligada (nombres que pudieran estar  pactados).  Y facilita la exclusión del  juicio  de un sospechoso: Danilo Medina.  No escucharemos  su  nombre  entre sobornados ni sobornadores.  De esta manera, constreñido por la debida y constitucional obediencia a la presidencia, el   procurador  cumplirá su palabra.

Ante   los tribunales, tendremos principalmente  a exfuncionarios  leonelistas ,  un par de  chivos expiatorio  del actual gobierno, y puede que  un  hipolitista.  El número de condenados será  el suficiente  para  salvar cara. Ni más, ni menos. El  receptor  del   dinero, el billonario Rondón, quien ha tenido amplias facilidades para limpiar su casa, borrar huellas, y legalizar  negocios, sufrirá por unos meses: sabe demasiado como para dormir entre barrotes mucho tiempo.     

Investigaciones fiscales  rigurosas  y  sin obstáculos, como  las que  llevaron  a Al Capone  a morir en la cárcel en los años cuarenta, y en  estos tiempos  al tramposo ex primer ministro  Berlusconi  y al exdirector del FMI y exvicepresidente del gobierno español, Rodrigo Ratos, no se harán aquí: ningún procurador  puede husmear el cumplimiento fiscal de las   elites partidarias. “Esa tecla no se toca”.

La  comisión de notorios y notables, cuya misión es  dictaminar sobre la  validez de la licitación que otorgó el contrato para construir las plantas  de   Punta Catalina,  recomendará   asesorías adicionales, subrayará  “pequeñas irregularidades”  y cosas por el estilo. Aclarara poco, quizás nada.

En pocas palabras: media docena de  presos, Rondón sufriendo  un poquito,  Odebrecht  terminando contratas, Punta Catalina purificada  y, sobre todas las cosas,  no se   mancillara  en vano el nombre del presidente. De tal forma, que no estarán todos los que son, ni serán todos lo que estén.  No obstante,  si la gente sigue furiosa y marchando, darán al traste con mis  vaticinios, el acuerdo y las prisiones selectivas. ¡Romperán en mil pedazos mi bola de cristal!