Niños, niñas y adolescentes sufren continuamente acoso sexual en centros educativos, familias y comunidades. “El acoso sexual se centra en cosas como el aspecto de la persona, las partes de su cuerpo o su orientación sexual. El acoso sexual también abarca la difusión de rumores o cotilleos de carácter sexual sobre otras personas”. (Nemous Foundation 2015)

La vulnerabilidad frente al acoso aumenta para niñas y adolescentes en sus comunidades, familias y escuelas por las relaciones desiguales de género. En estas se refuerza el miedo y la subordinación femenina, en el caso de los estratos pobres es aún mayor por el hacinamiento y las precariedades físicas y de higiene presentes en los espacios de escuela-hogar-comunidad.  

El análisis del acoso sexual desde los distintos espacios de interacción de niños-niñas, adolescentes y jóvenes supone la mirada a la construcción cultural de las relaciones de género en nuestra sociedad desde lo micro a lo macro.

La socialización sexista refuerza el miedo, las niñas y adolescentes aprenden a tener miedo al sexo masculino y no deben “enfrentarlo” sino “callar” y “aceptar”

El acoso sexual en nuestra cultura pasa desapercibido. Su legitimación social está vinculada al sostenimiento de relaciones primarias, barreras al enfrentamiento y confrontación del mismo.

Niñas y adolescentes se socializan desde la aceptación de distintas formas de acoso sexual disfrazadas de: piropos, “chistes”, “relajo” y “consejos”. Ellas tienen que aceptarlo y no enfrentar el acoso. La socialización sexista refuerza el miedo, las niñas y adolescentes aprenden a tener miedo al sexo masculino y no deben “enfrentarlo” sino “callar” y “aceptar”.

Uno de los contenidos de acoso sexual más frecuente son los piropos y el “roce”  del sexo masculino hacia el sexo femenino. Los piropos muchas veces pasan desapercibido porque  se aprende a verlos como un halago, diluyéndose así su contenido de agresión sexual. “Mira esa menor, que ñame tiene”. La expresión de “la menor” ya tiene un contenido de acoso sexual hacia niñas y adolescentes.

Otro gesto de acoso sexual es el “piquete” en las filas de entradas y salidas de las escuelas, recreos y otras actividades. “Si nos ponemos en la fila con varones atrás de nosotras ellos nos dan piquete”. “Piquete es que los varones se ponen como si fueran a bailar reguetón con una, se te pegan por atrás”.

La erradicación del acoso sexual debe ser una tarea prioritaria, la que es posible desde la oferta de educación sexual integral en centros educativos desde la educación básica. Esta educación sexual tiene que tomar como punto de partida el empoderamiento de niños, niñas y adolescentes de sus derechos y de su cuerpo.

Romper el silencio y la invisibilidad del acoso sexual es necesario para la erradicación de la violencia y violación de derechos hacia la niñez y adolescencia.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY