El acoso a la mujer ha estado presente a través de la historia en muchas culturas, países, continentes.  Ha sido, y es, una “pandemia” que entorpece el desarrollo igualitario de las personas, dividiendo a hombres y mujeres en agresores y víctimas.  El acoso ha inhibido, coartado, y aplazado el desarrollo de mujeres, mientras el grito de igualdad se ahoga bajo el manto de la indiferencia e impunidad.

En los foros mundiales, gobiernos, salones, y prensa, se llenan libros y folletos de compromisos y acuerdos, en el entendido harto demostrado que el mundo sería más justo,   feliz y capaz en un ambiente donde ciudadanos y ciudadanas convivan disfrutando plenamente el derecho a la equidad y respeto equitativo en el ámbito familiar, laboral y social.  Es por ello que la educación escolar y familiar se debe repensar y adecuar,  porque el sistema actual perjudica a todos, hombres y mujeres. A los hombres se les educa en la errónea creencia de una hegemonía “virtual”, que perjudica su propia identidad. 

La República Dominicana no es la excepción. Al contrario, en la cotidianidad el acoso a la mujer se manifiesta y potencializa de muchas formas, desde sexual en el ambiente familiar, académico, y social, hasta en el laboral.  Este último es secreto a voces en las oficinas y va regularmente acompañado de expulsión y cancelación, mientras el acosador deambula con una careta social y familiar.

Al Día Internacional de la Mujer no le caben más discursos huecos, mientras en la práctica profesionales femeninas de alto valor son dirigidas y supervisadas por hombres de inferior preparación académica y menor capacidad.  “Salve César” nació varón!  Le tocará dirigir! Y si de sustituir a una mujer en un desempeño laboral se trata, la designación viene acompañada de un gran aumento salarial!  

Ojalá la historia se empiece a escribir de otra manera, porque con las excepciones ningún país se puede ni medio desarrollar. Las mujeres de toda edad ya empiezan a hablar, a descurrir el velo, a publicar la vergonzosa realidad.  

La autora es experta en temas de población, desarrollo social, y alta gerencia.

Fue funcionaria de varias agencias del Sistema de las Naciones Unidas durante 30 años, y Representante del Fondo de Población de Naciones Unidas en la República Dominicana por 20 años.  Ha sido Embajadora de la República Dominicana ante las Naciones Unidas en Viena y en Ginebra.