El proceso electoral que recién culmina nos ha dejado dolorosas y novedosas experiencias, en torno a un cierto estilo de hacer y deshacer la política : una vivencia traumática para el electorado y el pueblo en general. De dicha experiencia es necesario retener las implicaciones de la estrategia mercadológica aplicada por los candidatos que, para los fines de estas notas, hemos llamado acoso electoral masivo, perverso – dadas las vinculaciones del acoso moral y el abuso político expresado durante estos comicios.
Se desconocen las implicaciones psíquicas que ha tenido (y tiene) para cualquier individuo verse sumergido en un tsunami publicitario – de incalculable valor material -, que hace que un grupo político persiga a los individuos con el fin de doblegar su voluntad, llegando a agredirlos, al introducirse en su psiquis, perturbando su tranquilidad existencial, sin consideración ni respecto. Poniendo en riesgo la identidad de los individuos y la salud mental de un pueblo indefenso, saturado de propaganda
El acoso -considerado como una de esas conductas sutiles, a la cual son sometidos los seres humanos por algunos de sus congéneres – es una práctica desagradable del comportamiento, para apropiarse de la vida del otro. Acosar para que alguien haga lo que nosotros queremos que se haga, usando siempre manipulación y falsedad.
Todo comienza por el acoso moral; hemos sido acosados moralmente por seres perversos, que tienen como objetivo un proyecto político, consistente en mantenerse en el poder. El acoso electoral viene precedido del abuso de poder, seguido de abusos narcisistas, que han hecho que el pueblo, sin rol protagónico, pierda autoestima. De aquí que el acoso moral sea un proceso estrechamente vinculado a la destrucción.
La perversidad producto de la racionalidad, es aplicada a las víctimas que no se dan cuenta de las agresiones. El desprecio hacia los demás aleja a los perversos de la autocrítica; ellos, necesitan rebajar a los demás, sin respecto. Son “los más éticos, profesionales y capaces”, argumento que usan para adquirir el poder.
Cuando un perverso tiene una herida narcisista ( derrota, decepción) busca la revancha, aplicando rencor a su razonamiento, manteniendo una distancia afectiva que le aleja de todo tipo de compromiso con el otro.
El perverso no practica la comunicación directa , porque los otros no tienen merito para hablarles. Destacándose el uso de la mentira y el engaño, hasta conducir a la gente a perder sus puntos de referencia.
Lo que es extrapolable al plano de la perversión pública, expresada por la clase política , ya que “el poder no establece un marco de acción y elude sus responsabilidades al respecto de las gentes a las que supuestamente dirige o ayuda[1]”, como nos dice Marie-France Hirigoyen en su trabajo sobre el acoso moral.
En este contexto, la perversión pública se ha desarrollado y establecido como una práctica normal , tolerada desde el pueblo, al rechazar las normas que rigen en sociedad. Al perderse, los límites morales, religiosos y familiares que constituían una especie de freno, los códigos cívicos que podían hacernos reflexionar y decirnos cuando las cosas no deben hacerse. Quedado indefensos ante la perversión de Estado.
Queda claro que, el acoso moral masivo es una práctica en expansión en sociedades como la nuestra, que expresan de forma ejemplarizantes eventos históricos traumáticos desde el Estado, como el que recién hemos vivido en este proceso electoral, -que dura varios años y que se intensificó – al punto de mostrarnos la relación y la transición del acoso moral al acoso mediático-masivo.
El acoso masivo tiene las mismas implicaciones que el moral individual, tanto en las familias, empresas y Estados, como lo señala la psiquiatra Hirigoyen, los perversos narcisistas se las arreglan para atribuir a los demás (sus víctimas) los males que ellos provocan, presentándose luego como salvadores, mientras se alzan con el poder.
Hoy día, los instrumentos de la manipulación masiva, son amplificados por los nuevos medios, facilitando la persecución del ente acosador-masivo, con la misma intensidad que ejerce el acosador individual: sin escrúpulos, socavan los más íntimos espacios de nuestra privacidad. Ilustrados con las últimas acciones propagandísticas de ciertos candidatos, que llegaron hasta llamar por teléfono a los votantes. Para imponer a la ciudadanía-víctima, una visión falsificada de la realidad.
Especialistas[2] del acoso moral han concluido que : “dirigentes y políticos que ocupan posiciones modélicas para la juventud y ciudadanía en general, no muestran ninguna preocupación moral a la hora de liquidar a los rivales o de mantenerse en el poder. Abusan de sus prerrogativas sin escrúpulos, utilizando presiones psicológicas(…)”.Lo que parece haber sucedido. Mientras otros “se enriquecen a través de una delincuencia astuta, hecha de abusos y bienes sociales de estafas y fraudes fiscales. La corrupción se ha convertido en una moneda corriente.”
Se advierte que cualquier empresa o gobierno que cuenten con uno o varios individuos perversos se vuelva un sistema perverso. Y si esta perversión no se denuncia, se extenderá silenciosamente a través del miedo y la manipulación, siendo este el funcionamiento de mafias y regímenes totalitarios.
[1] Marie-France Hirigoyen, “El Acoso Moral: El Maltrato Psicológico en la Vida Cotidiana” pp. 14. Editora Paidós Ibérica S.A., 1999.
[2] Hirigoyen, Ibídem, pp. 176