Es cierto que hay que contar las bendiciones, pero es duro cuando una corta diligencia dominical te revela lo lejos de la civilización a que nos ha llevado la trampa de delegación–usurpación con que se ha llenado el gobierno de responsabilidades. Pizza Hut es la dueña de facto de las aceras de la calle Salvador Sturla. Tengo cuatro años denunciando la práctica de que sus motores ocupen la acera desde que temprano inician los trabajos. Los peatones tienen que caminar en una calle con bastante tránsito en ambas vías, expuestos a ser atropellados. Los domingos, convierte la acera en moto-lavadero. Sale impune del arrabal a que somete a una zona que paga cuantiosos impuestos por vivienda suntuaria, en parte por raciones pizzas gratuitas diarias a quienes están llamados hacerles respetar las leyes municipales. ¡Buen provecho!
En Lincoln con Malecón, un acosador provocando a los conductores con su agresiva forma de querer forzar un servicio de limpiar cristales que nadie le ha solicitado. Nada mejor que un domingo en la mañana para hinchar y romper pelotas a los varones y desatar su lujuria empericada sobre mujeres a las que nunca respetará un NO. Ya mencioné sus desmanes aquí y aquí, también la patética o tragicómica cruzada anunciada en baile debutante de un jefe de AMET en éste.
Grandes pérdidas materiales en daños a vehículos, así como heridas serias y hasta muerte ha provocado el robo de tapas de hierro de las cloacas. El destino final es en negocios comerciales, que son centro de acopio para vender a metaleras, o directamente a éstas, cuyos dueños siempre argumentan lo que nadie les cree: el 100% del hierro y chatarra que procesamos tiene origen legítimo. Esto lo sazonan con una invitación a todo aquel que consiga las pruebas que no han encontrado sendas investigaciones hechas por fiscales y policías, que los someta. ¡Más bien que les queda el teatro!
Caí en este hoyo que está en la esquina del Café Vienna Caribe, calle siguiente a la Casa España, y al dar la vuelta para retorno en la avenida, me encontré con la masiva afluencia de personas al Mercado de las Pulgas. La gente no acude simplemente a vender sus cachivaches, muchos van porque le robaron una laptop que denunció a la policía porque no tenía otra cosa que hacer que le ocupara ese tiempo, o tal vez porque así como hay gente que se saca la lotería se sabe de personas han recuperado cosas le fueron robadas. “Venga a vender o comprar sus cosas sin problemas que en muebles la propiedad vale título” es el letrero que recibe a los participantes y resume la esencia de una policía con monopolio para actuar discrecionalmente y rendir cuentas como ejercicio protocolar en el combate al robo, así como lo costoso que es lograr condena y restitución vía un proceso judicial.
La inmunidad absoluta que garantiza la desidia de la policía, AMET o autoridades municipales y los recursos en tiempo y dinero que hay que invertir para lograr funcionar la justicia que se proclama gratuita e imparcial, es lo que permite a negocios robar aceras, malandrines acosar en los semáforos y a rastreros poner en peligro vida y propiedades con hoyos en las vías públicas por su robo de tapas de hierro. Ha sido y es así por años, independientemente del partido gobernante. Es un mal de fondo del que sólo se sale cambiando radicalmente la forma de ofrecer servicios públicos donde el ciudadano es un cero a la izquierda, receptor pasivo del interés, tiempo y recursos que soberanamente decide el responsable inmediato de suministrar los mismos.
He dedicado varios artículos para revertir ese modelo en una senda libertaria: autodefensa, quitar trabas a la expansión de la seguridad privada, crédito fiscal vivienda suntuaria donde aplique para contratarla, liberalizar tenencia armas de fuego, subcontratación privada para hacer cumplir leyes municipales, poder a juntas vecinos definan normas de buen vivir en sus entornos; compañías de seguro que operen efectivamente en la persecución de rebeldes de la justicia contrataron fianza, en vez de estar llorando para que Ministerio Público no ejecute las fianzas; empresas privadas a cargo de embellecimiento, protección y seguridad áreas de su entorno (como el caso de Isleta Vimenca, replicable en la de la Churchill).