Se han desatado los demonios debido a que, de acuerdo con los comentarios, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), dirigido en República Dominicana por Alvaro Vargas Llosa, ha decidido invitar a Juliana Deguis a un congreso que se celebrará en Europa y cuyo tema central será la situación de las personas en condición de apátridas.
Se ha llegado hasta el extremo de que “la Cámara de Diputados aprobó una resolución que rechaza y condena como una acción desconsiderada y un hecho grave en perjuicio a la imagen de la Nación Dominicana, la campaña internacional promovida por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que acusa al Estado dominicano como propiciador de la apatridia”, según reportan los medios de comunicación.
Juliana Deguis en estos momentos no es apátrida debido a que se aprobó la Ley 169-14 que permitió “vadear” la sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional que prácticamente constituía una sentencia que la condenaba a la condición de apátrida.
Pero una historia real como esta no puede ocultarse y menos cuando genera víctimas, pues estaríamos condenados a repetirla.
Algunos niegan que la señora Deguis fuera apátrida, pues señalan que la Constitución haitiana otorga la nacionalidad a todos los descendientes de haitianos nacidos en el extranjero. Lo hacen porque no se colocan en los zapatos de la señora Deguis, quien no tenía ni cómo probar su ascendencia haitiana, que no podía entrar a Haití como haitiana porque no podía probar que tuviera esa nacionalidad, que no tenía papeles para salir por la frontera dominicana, que no podía probar siquiera que sus padres eran haitianos. No cabe duda de que mientras se mantuvo sin documentos la señora Deguis era una apátrida, aunque fuese de hecho, pues no podía probar ninguna nacionalidad.
Pero fue mucho lo que tuvo que pasar la señora Deguis para que se le reconociera la nacionalidad dominicana a pesar de haber nacido en territorio dominicano, de no tener ningún vínculo con el país de origen de sus padres, de tener un claro y fuerte arraigo en la República Dominicana, de haber tenido a sus cuatro hijos en suelo dominicano, y por eso creo que su historia es digna de ser contada por todo el mundo, como prueba de que se debe luchar por los derechos de las personas porque se pueden alcanzar resultados positivos, como ella los alcanzó luego de mucho esfuerzo y la colaboración de mucha gente de bien, algunos de los cuales no son cristianos solo de nombre.
Algunos ven como un atentado contra la imagen del país que se cuente la historia de Juliana Deguis. Parecería que quieren que esa historia se borre de los anales. Yo también, como dominicano, hubiese preferido que esa historia nunca hubiese ocurrido, como tampoco que la matanza del 37 hubiese tenido lugar (sin importar cuál sea el verdadero número de víctimas). Pero una historia real como esta no puede ocultarse y menos cuando genera víctimas, pues estaríamos condenados a repetirla.
La historia de Juliana Deguis se debe contar en todos los foros locales e internacionales con la finalidad de que historias como esta no se repitan. Por eso, si yo me colocara en los zapatos de Alvaro Vargas Llosa, a quien no conozco, y como él trabajara en el ACNUR, haría exactamente lo que se le atribuye, pues esa es la función del ACNUR y solo estaría cumpliendo con mi trabajo.
Cumplir con el trabajo siempre es lo correcto, pero cuando el trabajo es defender los derechos humanos, que son universales, que no admiten distinción por nacionalidad, raza, religión, condición social, no solo se actúa correctamente sino que se debe sentir una gran satisfacción, sin importar las críticas que genere. Si usted aceptó trabajar para el ACNUR, deberá cumplir con los objetivos de proteger a los refugiados y luchar para evitar que las personas puedan colocarse en condición de apátridas, que es lo que hace Alvaro Vargas Llosa en el país como representante del ACNUR, lo que no lo convierte en enemigo de la República Dominicana, sino, por el contrario, en una persona que nos ayuda a ser mejor como país y por eso, como dominicano, le extiendo las gracias.