En primer lugar debo felicitar, en nombre del Instituto de Estudios Interdisciplinarios y Estadísticas para el Desarrollo (IDEE), al Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) y a la Unión Europea por haber auspiciado los estudios complementarios que profundizan en la temática de la inmigración mediante la explotación de la base de datos de la ENI, y por la iniciativa de apoyar financiera y técnicamente la cristalización de un proyecto que se venía gestando desde fines de los años 90: la realización de una encuesta nacional que permitiese estimar la población de origen inmigrante en RD y obtener de la misma datos demográficos y socioeconómicos relevantes para la política migratoria.
Dado que la problemática de la inmigración, especialmente la proveniente de Haití, -que constituye el 87% de del total de inmigrantes residentes en el país y cuyos descendientes son el 91% de todos los descendientes, de acuerdo con la ENI-2017- está bastante contaminada o intoxicada de viejos prejuicios y mitos que desconocen o distorsionan la realidad socioeconómica y demográfica de esa población, en el país se requieren de estudios que permitan conocer con mayor profundidad y actualidad los perfiles de la población de inmigrantes y sus descendientes.
Entrando en materia, en el estudio que hoy nos presenta la Dra. Rosario Espinal, a quién también felicitamos por tan magnífico trabajo, se explota en forma rigurosa, desde una perspectiva sociológica y sociodemográfica, los datos sobre los descendientes de inmigrantes recopilados en la ENI, buscando dar respuesta a interrogantes que son cruciales para entender la magnitud y los niveles de incorporación e integración a la sociedad dominicana de esa población.
De manera magistral, la autora sintetiza y expone los resultados encontrados en forma comprensiva para un auditorio más amplio que las minorías profesionales con competencias básicas en análisis e interpretación de datos sociodemográficos.
En el estudio se analizan las características de los descendientes en términos de su ascendencia, características sociodemográficas, documentación de identidad que poseen, idiomas que utilizan, inserción en el mercado laboral, su acceso a servicios sociales y su salud sexual y reproductiva.
En términos metodológicos, dos significativos aportes del estudio son, el primero, que clasifica a la población de descendientes en cuatro grupos con diferencias muy importantes en términos de sus perfiles sociodemográficos y laborales, documentación identificativa, sus condiciones de vida y sus niveles de protección social y de integración a la sociedad dominicana: (i) los descendientes hijos de padre y madre nacidos en Haití; (ii) los hijos de padre o madre nacido en Haití; (iii) los descendientes de padre y madre nacidos en otros países; iv) los descendientes de padre o madre nacidos en otros países. En segundo lugar, examina cuatro dimensiones del proceso de integración de los descendientes a la sociedad dominicana: civil e identificativa, cultural, económica y social.
Uno de los mitos sobre los inmigrantes haitianos y sus descendientes que los datos de la ENI y particularmente los que muestra el estudio que hoy se presenta contribuyen a desmontar es la insostenible y estrambótica cifra de dos, tres y hasta cuatro millones de haitianos en República Dominicana que con bastante frecuencia circulan o se difunden por los diferentes medios de comunicación y de interacción social. De acuerdo con la ENI-2017, la población de origen extranjero residente en RD es de 847,979 personas, 570,933 inmigrantes y 277,046 descendientes.
Desafortunadamente, pese a la rigurosidad técnica con que se han realizado las dos ENI, la controversia sobre la magnitud de la inmigración haitiana y su impacto en la sociedad dominicana persiste. Las percepciones y apreciaciones de actores principalísimos que intervienen en la problemática de las inmigraciones (legisladores, funcionarios y técnicos del gobierno, empresarios, políticos, sociedad civil y organizaciones internacionales y hasta supuestos “expertos” en política migratoria) y de otros que tienen una incidencia significativa en la conformación del imaginario nacional sobre Haití, como son los maestros de la enseñanza básica, media y superior, los profesores universitarios y los comunicadores sociales, siguen siendo muy controvertidas. De tanto repetirse y difundirse las cifras de dos o más millones de haitianos en República Dominicana, estas se han situado en el imaginario nacional como un axioma indiscutible.
Pretender descalificar los datos de la ENI es una irracional e irresponsable actitud y práctica netamente ideológica, promovida sobre todo por personas y sectores conservadores de inspiración nacionalista decimonónica que por su falta de evidencia fáctica y su conducta incivil y violenta prácticamente excluye o bloquea la posibilidad de un debate civilizado en torno a la temática.
Otra de las distorsiones, falsedades, estereotipos o mitos que ayuda a desconstruir el estudio de UNFPA es un planteamiento de lo que la autora denomina el argumento culturalista de aquellos que defiende a capa y espada que la legislación y normas migratorias vigentes en RD sea tan restrictiva para que un extranjero pueda obtener residencia temporal y permanente, la condición de asilado o refugiado o la nacionalidad -esta última sobre todo en el caso de los descendientes de inmigrantes haitianos- como estrategia de blindaje ante la supuesta amenaza a la soberanía nacional de lo que denominan una “minoría étnica” que no es cultural ni lingüísticamente dominicana.
De acuerdo con este “enfoque” los descendientes de inmigrantes haitianos hablan en su mayoría creole y practican vudú y otras prácticas mágico religiosas animistas, sean estos de padres haitianos (areyanos) o de una de las combinaciones o cruces posibles de padre/madre haitiana con padre/madre dominicana/a (rayanos). Y, por tanto, “ni la religión ni el dominio de la lengua definen a los haitianos nacidos en República Dominicana como “culturalmente dominicanos”. “Referirse a los domínico-haitianos es hablar de aquellas personas nacidas en territorio nacional, pero que son culturalmente haitianos” (Manuel Núñez, 2001).
Los resultados de las dos ENI confirman, por un lado, los hallazgos de estudios cualitativos con muestras no representativas en poblaciones descendientes de haitianos con respecto al uso y dominio del español, y por otro lado, refutan los perfiles estereotipados construidos por intelectuales contemporáneos y activistas neo nacionalistas xenófobos que atribuyen a los hijos de los inmigrantes haitianos practicar mayoritariamente el vudú, hablar sólo el creole y otros comportamiento propios de la cultura haitiana, desautorizando incluso el uso del gentilicio dominico-haitiano, más aún el de “dominicano de ascendencia haitiana”.
Si bien en el estudio no se aprovecharon los datos recopilados en la ENI-2017 sobre prácticas religiosas, las informaciones que se presentan revelan patrones sociodemográficos y socioculturales bastante similares entre los descendientes de inmigrantes nacidos en República Dominicana y los nativos o hijos de padres dominicanos. A diferencia de sus ascendentes, los hijos de inmigrantes nacidos en territorio dominicano en su inmensa mayoría hablan español como lengua principal. Un estudio monográfico anterior basado en la ENI-2012 mostró que la mayoría practica el cristianismo en sus versiones católica y protestante, constituye familias y viven con su pareja (Mejía Santana, 2013).
Pese al arraigo de los descendientes de inmigrantes en el territorio donde nacieron (RD), el estudio muestra que el ejercicio de sus derechos cívicos está sumamente constreñido, lo que ha generado niveles de exclusión y vulnerabilidad socioeconómica que distan mucho de las condiciones de vida de los nativos, o sea, de los nacidos en República Dominicana de padres dominicanos.
Es en la posesión de documentos donde se revela con mayor crudeza los niveles de exclusión social de los descendientes: en promedio, 40% de los descendientes de inmigrantes no tiene acta de nacimiento, alcanzando el 55.3% entre los menores de 18 años; y el 45% en el caso de los de 16 años o más no posee la cédula de identidad dominicana. Un 2.4% de los descendientes que tenía acta de nacimiento antes de la Sentencia 168-13 fueron despojados de las mismas por la Junta Central Electoral, y 42,693 hijos de inmigrantes se halla inscritos en el libro de extranjería, los cales nunca podrán optar por la nacionalidad dominicana.
Esta carencia de documento de identidad implica muchas veces la exclusión de servicios públicos y de la asistencia social, lo que explica la alta tasa de inasistencia escolar de los niños y adolescentes, como revela el estudio. En términos de niveles de alfabetismo y de asistencia escolar la población de descendientes de inmigrantes presenta significativos rezagos en relación con la población nativa.
Los bajos niveles educativos a su vez condicionan los rezagos en relación con la participación de los descendientes en el mercado laboral. Sus niveles de participación y de ocupación están por debajo de la de los nativos y están más afectados por el desempleo, en términos de nivel y duración de la desocupación, y tienen una percepción más pesimista en términos de las condiciones del mercado laboral para conseguir empleo. Sus ingresos por el trabajo son menores que los de los nativos, están menos cubiertos por seguro de salud, y tienden a recibir y enviar menos remesas internacionales.
Finalmente, en el estudio se proponen diez acciones muy concretas a mi juicio muy pertinentes y factibles de aplicar, orientadas a que el Estado dominicana facilite la integración de los descendientes de inmigrante nacidos en RD, principalmente para los de origen haitiana, como son, por ejemplo, las de ”impulsar una eficaz coordinación de los organismos del Estado para agilizar los procesos de documentación de todos los descendientes de inmigrantes nacidos en la República Dominicana”; que la Junta Central Electoral (JCE) concluya a la mayor brevedad con la emisión de actas de nacimientos a los descendientes del Grupo A, que estableció la Ley 169-14, o sea, de los descendientes inscritos en el Registro Civil; y que se capacite al personal en las oficinas del Registro Civil y otras dependencias del Estado sobre el principio de igualdad y no discriminación, de manera que los descendientes de inmigrantes puedan acudir a esas instituciones sin temor a ser discriminados por su estatus migratorio o el de sus padres o por su condición social (la ENM del INM-RD debe tomar muy en cuenta esta recomendación)
Una última recomendación que compartimos con la autora es que en una próxima ENI se incorporen preguntas adicionales que permitan conocer mejor las condiciones de vida de los descendientes de inmigrantes, su identificación con la nación dominicana, la autoestima, las características de la vida asociativa, su inserción en los programas de asistencia pública y su valoración sobre los valores democráticos.
* Comentarios al libro Descendientes de migrantes en RD, presentado por la autora Dra. Rosario Espinal el miércoles 13 de noviembre en la FLACSO.