Este fin de semana los accidentes de tránsito costaron la vida a catorce personas. La mitad de las víctimas se registraron en el Cibao en distintas ocurrencias vehiculares entre automóviles y las infaltables motocicletas que siguen figurando en más de las dos terceras partes de los colisiones y aportando la mayor cantidad de muertes.
De acuerdo a las cifras ofrecidas por el Observatorio de Seguridad Ciudadana tan solo entre enero y marzo del presente año el número de fallecidos por accidentes de tránsito ascendió a 497 cantidad muy superior al mismo período del 2018 cuando su número fue de 342. O sea, 155 más, equivalente a un aumento de un 45 por ciento.
La creación del Instituto de Transporte Terrestre (INTRANT) hace ya más de dos años vino acompañada de muy alentadoras perspectivas, bajo la premisa de que tenía como objetivo la tarea de reordenar el caótico tránsito vehicular en el país, con la finalidad de reducir los accidentes vehiculares y el número de víctimas fatales a consecuencia de los mismos.
Sin embargo esas esperanzas se han ido esfumando. Si bien es cierto que se trata de una tarea compleja y exigente, la labor del Instituto no se ha dejado sentir al menos en término de resultados reales. Mucho menos la de los agentes de la DIGESETT a cuyo cargo queda el cumplimiento de las disposiciones que regulan el tránsito vehicular. Hasta ahora ha sido más de lo mismo. Más espuma que chocolate.
El tránsito, sobre todo en la capital, sigue igual de caótico y desorganizado. Los tapones son cada vez mas frecuentes y dilatados. Una gran cantidad de motores circulan sin placa, muchos de sus conductores carecen de licencia manejando en forma temeraria y violando las normas de manera impune, aún a la vista de complacidos, distraídos o temerosos AMET.
Pero se trata de un mal extendido a todo el parque vehicular. En más de una ocasión se ha divulgado que son cientos de miles los conductores que andan con sus licencias vencidas. Y una cantidad igual o no mucho menor, sin sus seguros al día. No sería arriesgado afirmar que esas cifras no han sufrido alteraciones apreciables.
No se han establecido paradas para los conchos. En consecuencia, se detienen a recoger pasajeros y arrancan de nuevo de manera medalaganaria como si las calles y avenidas fueran de su exclusiva propiedad y uso, transitando por lo general peligrosamente sobrecargados de pasaje. Las chatarras supuestas a ser retiradas de circulación siguen operando sin problemas en condiciones cada vez más precarias.
Las violaciones a la ley de Tránsito se han convertido en un mal endémico, donde el peor ejemplo lo constituyen en muchos casos los propios vehículos oficiales. Omnibus, camiones con su carga al aire libre, motores, conchos, carros privados irrespetan las regulaciones, siendo contados los casos en que la autoridad interviene.
Motores y vehículos pesados violan la prohibición de usar los túneles, sin que se le ponga coto a esa práctica. Como norma adictiva generalizada todos los vehículos siguen doblando por la izquierda cuando deben hacerlo por la derecha, quedando de frente a los que marchan por su senda en sentido contrario. Y se mantiene la práctica de parquear carros encima de las aceras ocupando parte del espacio que corresponde a los peatones. Areas verdes son utilizadas en ocasiones como parqueo por elementos desaprensivos.
No es de extrañar por consiguiente que el país siga figurando en uno de los principales puestos de cabecera en la fúnebre lista de los que registra mayor proporción de accidentes vehiculares y de muertes por ese motivo.
Lamentablemente en la misma medida en que aumenta de año en año el inventario de vehículos de motor, lo que sin dudas es una señal de progreso económico y social, las expectativas de llegar a contar con un sistema de tránsito organizado, moderno y seguro lucen cada día mas remotas, lo que en cambio constituye una penosa muestra de atraso.