Hace unos meses escribí en este medio el artículo “La plaga de los delincuentes, el acoso de los vendedores y el peaje de los indigentes” denunciando abusos contra los conductores en las vías públicas, especialmente contra las mujeres, en estos términos:

“Lorenzo Vicens, en su genial novela de negocios “Aguacates Juan”, luce que se inspiró en un vendedor atípico a los que hoy se encuentran en los semáforos.  Relata un estilo en extinción para ofertar productos o servicios de manera educada, esa que induce una compra o despierta el interés de conductores y acompañantes.  El diálogo fugaz, amable y mutuamente beneficioso  entre Juan y la señora rica sobre cuáles se deben usar en el guacamole, es cada vez más raro.  Una jauría de acosadores es lo que ahora cae sobre los carros. Mientras el pollito amarillo de cuerdas se lo prueban en el bonete, hay otro que levanta sin pedir permiso el brazo del limpiavidrio derecho.  Se queda en la primera sílaba de la maldición cuando, a su izquierda, lo interrumpe un tuntún desconsiderado en la ventana que ordena dar un vistazo a un zapote, chequear cientos de cargadores calaveritas o  cachivache y mascota de temporada.  El acelerón final a la presión lo recibe cuando el vidrio delantero recibe el impacto de una esponja mojada voladora, con mezcla viscosa que presume de orina, saliva y jabón, servicio por el que se le solicita de manera insolente retribución mínima de diez pesos.

Si la conductora es una dama, el abuso adquiere categoría de acoso sexual por parte de  muchos que, al igual que los violadores, nadie sabe cuál parte del NO fue que no entendieron.  La luz roja es de alerta máxima  donde, como reacción automática, hay que pegar las rodillas, usar una mano para cerrar el escote y con la otra abanicar un NO que sólo les provoca risa burlona.  Los que así actúan tal vez son un eslabón importante en la cadena de crímenes y asaltos recientes contra mujeres. Podrían estar rentabilizando su lascivia pasando, vía celular, a ladrones o asesinos en motores, información oportuna sobre el vehículo y pertenencias visibles de una potencial víctima, acompañada, por supuesto, de una descripción vulgarmente calificada sobre vestimenta, rasgos y atributos de la dama objetivo.”

Hasta el reciente homicidio de un joven que se dedicaba a limpiar vidrios en esta modalidad agresiva,  el comportamiento beligerante y abusivo de la mayoría de los jóvenes en ese oficio había sido denunciado ad nauseaum.  Nada han aprendido de quien en saco, corbata, sombrero y una galantería de telenovela hace lo mismo generando empatía y solidaridad, un caso de excepción reseñado por algunos medios.  El grueso de los reportajes lo que hacen es mostrar la realidad de sus atropellos en las esquinas más transitadas, con fotos en su vestimenta estrafalaria que enseña los calzoncillos o la parte superior del trasero, y los rostros soberbios que son típicos de quienes abusan confiados en la no represalia de sus víctimas y la indiferencia de las autoridades. A los conductores, por lo general, los pueden molestar con total impunidad y en la misma cara de los agentes de tránsito.  Están encerrados en sus vehículos.  Con poco tiempo entre el rojo y verde, lo más que pueden hacer es devolver con otro insulto el que le soltaron ellos de su reportorio cuando le rechazan el servicio. Cuando algunos abren frustrados la puerta para intentar dar inicio a una persecución, se les ve mandarse como liebres saltarinas y muertos de risa entre las filas de carros. Ahí nos damos cuenta que somos parte de su  apuesta privada, al estilo del programa Boiling Points o Los Hinchapelotas,  para ver cuál de ellos logra sacar de las casillas a más conductores durante el día.

Añadir a esta barbarie daños a los vehículos, como los denunciados de rayar con una navaja o tapa de refresco la pintura, o el de escalar discusiones verbales rompiendo cristales es provocar eventos cuyos desenlaces pueden ser mortales.  En el caso reciente, tenemos a un conductor que “se hace reo de homicidio”. Por más estresante que sean estas situaciones, sólo se puede usar fuerza letal en legítima defensa en la forma que establecen las leyes.  Ahora con un muerto y un prófugo de la justicia, la situación alcanza una notoriedad que obliga a las autoridades a prestar atención por unos días con medidas de efecto temporal, como aumentar la vigilancia y retirar algunos de los más propasados de las vías más concurridas.

En poco tiempo, a joder  volverán como los golondrinos de las axilas en la estampa ya típica de los abusos que se ven en la mayoría de los espacios públicos, fruto de autoridades incompetentes para establecer un mínimo de ordenamiento civilizado que limite a los depredadores. Por eso encontramos vendedores parados en el medio del elevado de la Máximo Gómez, las voladoras siguen transitando en vía contraria la Modesto Díaz frente Colegio Dominico Americano, los delivery de Pizza Hut y su estante de Valet Parking ocupan la acera de la Salvador Sturla y manadas de motoristas civiles o uniformados ya invaden con sus piruetas los elevados que les están vedados.  A estos males de las vías públicas ahora se une como agravante retenes militares para detener a los conductores sin tener causa probable, una medida inconstitucional en Estados Unidos que aquí deberíamos imitar, y que ha empezado a ser criticada en la opinión pública.  Bueno, pero para un poco de esperanza aquí está Walter Block en uno de sus temas favoritos  http://www.youtube.com/watch?v=MseBlo-Sno0