1.- Tal vez por haber llegado a la tercera edad; a lo mejor por querer de corazón a Santiago de los Caballeros; es posible que sea porque me he quedado rezagado como un santiaguero trasnochado; quizás soy un pueblerino quisquilloso, o muy susceptible con todo lo que lesiona a Santiago. Podría ser cualquier situación emotiva, sentimental o en extrema afectiva hacia el medio donde nací y me he desarrollado.
2.- Lamento que no he podido cumplir los que fueron parte de mis deseos de juventud relacionados con la ciudad cuna de mi nacimiento, Santiago, y aunque no son anhelos imposibles, en los últimos tiempos mis aspiraciones se han visto frustradas por causas que escapan a mi buena voluntad.
3.- En mi adolescencia siempre pensé que si llegaba a ser abuelo, quería vivir en Santiago, y tener la posibilidad de pasear con mis nietas y nietos por la calle Del Sol, caminando lentamente desde la calle 30 de Marzo hasta la calle San Luis, e ir explicándoles las diferentes tiendas existentes, en ese espacio, en mi niñez, y la forma hermosa que sus dueños mantenían decoradas las vitrinas.
4.- Continuando con mis sueños de mocedad, hoy siendo abuelo, viviendo en mi Santiago hubiera querido, luego de callejear por la calle Del Sol, cruzar al parque Duarte, y allí circular con los más nuevos de mis descendientes, dándoles vueltas alrededor de la histórica glorieta, explicándoles que en ese parque fue donde llegué a compartir con amigas y amigos, y dar muchos paseos; participe en reuniones conspirativas y que hice muchas pavonadas.
5.- Por ahora todo no ha sido más que ideales juveniles, fruto de mi tierna edad; porque el Santiago de hoy, en el cual aspiré a pasear hoy con mis nietas y nietos, no es ni la sombra de aquel acogedor, limpio y ordenado.
6.- Estoy ansioso por hacer realidad aquellas pretensiones de mi primera edad, de compartir con mis nietas y nietos, paseando por mi Santiago querido, mi entrañable urbe, la que en su oportunidad fue la metrópolis aseada, la villa jardín del Cibao.
7.- Mientras tanto, continuaré esperando con melancolía que el Santiago de mi alma recobre su esplendor, la majestuosidad perdida, la vistosidad que la convirtió en la ciudad más bella y mejor cuidada de la Región del Caribe.