El 24 de abril del 1965 estalla una de las gestas más trascendentes que ha llevado a cabo el pueblo dominicano. Ese día se sublevaron los campamentos militares 16 de agosto y 27 de febrero contra el gobierno de facto del Triunvirato, encabezado por Donald Reid Cabral. El retorno a la Constitución de 1963 y del depuesto gobierno legítimo y democrático presidido por el Presidente Juan Bosch fue lo que motivó la revuelta de Abril. Se ha establecido que ante las primeras actuaciones de los Constitucionalistas, el general Elías Wessin y Wessin ordenó el bombardeo del Palacio Nacional y el ametrallamiento de los Constitucionalistas. Santo Domingo quedó fraccionada en dos bandos: Los partidarios de la vuelta a la constitucionalidad y los seguidores de los golpistas. 

El Dr. Rafael Molina Ureña, nombrado Presidente de la República, al poco tiempo renuncia, siendo sustituido por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, militar que en el desarrollo mismo de la gesta, por su determinación y patriotismo se convirtió en el líder indiscutible de la Revolución de Abril. Su arrojo en la defensa del suelo patrio, enfrentando los cuarenta y dos mil marines enviados por el Presidente Lindon B. Johnson  lo ha catapultado como Héroe Nacional. 

Al cumplirse el 46 aniversario de esta Gesta Heroica de nuestra historia reciente he pensado bastante sobre la alta significación que tiene para las actuales generaciones. En un momento en el cual lo común era que los militares conspiraran contra los gobiernos democráticos y pisotearan la Constitución, en nuestro país un significativo grupo de militares, originalmente orientados por el Coronel Rafael Fernández Domínguez y luego dirigidos por el Coronel Caamaño Deñó, organizaron una acción armada para restituir el gobierno legítimo que había sido depuesto, y la Constitución desconocida por el gobierno de facto. Cuántas veces ha sucedido esto en América Latina? 

La Revolución de Abril es un crisol de enseñanzas. En ella nuestro pueblo defendió su soberanía; se rebeló contra la dictadura y la opresión de un gobierno ilegítimo; defendió su Constitución como fundamento de la convivencia democrática y mostró al mundo que los pueblos, llegadas las circunstancias, paren los héroes y heroínas necesarios, así como también los traidores. 

Hoy, 46 años después, para honrar la memoria de esos héroes y heroínas y para hacernos dignos de su legado, tenemos que profundizar la democracia; exigir el respeto de la constitucionalidad y comprometernos con hacer de la nuestra, una sociedad más justa.