La conmemoración del cincuenta aniversario de la llamada "revolución" de abril de 1965, nos obliga a hacer algunas consideraciones. Encaminadas no a satanizar ni divinizar actores del proceso porque esa no es tarea de la historia, sino a colocar los personajes y hechos en perspectiva y evaluar cual pudiera ser el impacto de aquel abril en los abriles subsiguientes, hasta decir, valió la pena.
Lo primero en destacar es que no hay consenso entre los historiadores, o una intencional manipulación, al darle nombre a los hechos. La mayoría lo llaman guerra de abril o revolución de abril, aunque no fue ni la una ni la otra. Aunque en términos de la teoría de la guerra no lo fuese. A lo mas que se parece es a una guerra de cuarta generación dentro de la doctrina militar occidental, conflictos en los que no hay una guerra convencional entre Estados, sino una dispersión de líderes y fuerzas, que marcan o definen la escalada violenta.
Consideramos entonces que este término no es el apropiado para enmarcar abril, para encerrarla en cuatro paredes de la Historia, desconociendo quizás la historicidad y la mecánica de la historia dado que un acontecimiento puede ser activado, iniciado, condicionado, concluir o quedar latente, dependiendo siempre de situaciones que pueden estar bastante lejos en el tiempo y el espacio.
No se puede analizar ni repensar abril sin arrancar del 30 de mayo, fecha en que rodó una sola cabeza y el cuerpo siguió, y sigue, permaneciendo casi intacto. Tampoco puede obviar el análisis el hecho del derrocamiento de Juan Bosch por una conjura Cívico militar, que incluyó muchas sotanas y cuellos clericales, junto a charreteras, kepis, barras y caireles, compadres y ahijados del trujillismo.
Fue un acuerdo de poderosos que se dio el lujo de secuestrar al Presidente Bosch en pleno Palacio Nacional, al día siguiente lo llevaron al Banco de Reservas de la calle Las Damas a retirar $1,104.4 pesos que tenía en su cuenta personal y lo expatriaron a Puerto Rico.
Abril también es el gran despertar del siglo XX dominicano. El triunfo de la revolución cubana alimentó ideales y también sirvió de alerta al imperio USA, del riesgo de otra Cuba en el Caribe, ademas de alertar e invitar a las masas a la participación y al compromiso revolucionarios. El otro impacto previsible lo tuvo en la clase política conservadora para cimentar su histórica detentación del poder.
En una sencilla lectura, abril no fue ni pudo ser revolución porque no logró un cambio en el sistema político. La mentada democracia dominicana, como la llamara Bosch en su momento, continúa siendo una tarea pendiente de nuestra historia y vida republicanas. Como también esta pendiente reescribir y repensar abril.
El recuerdo más antiguo que conservo, es ver una cuadrilla de aviones Mustang P51 y Vampiros MK5 masacrando al pueblo encabezado por un coloso llamado Francis Caamaño, Coronel de la Policía Nacional que se casó con la Gloria, en el bombardeo genocida del día 28 de abril, sobre el Puente Duarte, enviado desde el CEFA por Elias Wessin y Wessin. Ese es el abril que se debe recordar. Abril, mas que un manto de sangre, es un manto de heroismo.