“El aprendizaje emocional no se olvida. Si el cerebro no se emociona, no se aprende.” – Xuxo Ruiz
Hemos fracasado miserablemente en infundir el amor por la matemática a nuestros escolares: en su lugar, torturamos a los estudiantes con la rutina sin lograr aprendizajes significativos de los principios y el método, y de paso con el aburrimiento matamos la curiosidad natural de los niños. No es una apreciación espontánea del autor: esa realidad la revelan una y otra vez los resultados de todas las evaluaciones de desempeño escolar desde hace años. No podemos esperar mejoría significativa del aprendizaje en el futuro si seguimos haciendo más de lo mismo en nuestras aulas.
Reconocido y lamentado el patente fracaso de esfuerzos pasados, tenemos que cambiar cómo nuestros niños abordan la matemática, empezando por cómo nosotros nos relacionamos con la materia. Si los maestros (incluyendo los primeros maestros: padres y tutores) no sienten e irradian pasión por la matemática, difícil es que el alumno se sorprenda, se extrañe, que es comenzar a entender, según la atinada sentencia de Ortega y Gasset sobre este supremo atributo intelectual. Para memorizar no es imprescindible maravillarse, pues es un reflejo mecánico que solo necesita ejercitarse repetitivamente y puede incluso lograrse en un campo de concentración. Para aprender-entender, sin embargo, el cerebro requiere el estímulo de la emoción para abrirse al nuevo conocimiento. Evidentemente falta emoción en nuestras aulas.
Busquemos entonces elementos de emoción capaces de potenciar el entendimiento de la matemática, miremos hacia la Antigüedad. Sabido es que hace más de 2,500 años “los pitagóricos atribuían características místicas a los números”. Creían que la naturaleza y todas las cosas estaban caracterizadas por números, entes misteriosos que parecen poseer atributos mágicos, pero que en realidad son deducibles y demostrables por razonamiento a partir de un limitado conjunto de axiomas iniciales. Cuando hablamos de magia, no nos referimos a la nigromancia, brujería o magia negra, sino al ilusionismo capaz de causar el asombro y la intriga en el neófito por presentarse como muy complejo o misterioso, aunque en realidad tiene una explicación simple para el iniciado. En palabras del matemático mejicano, Ignacio Barradas: “Las matemáticas son mágicas en el sentido de que, si las entendemos, son muy simples, pero si no las entendemos o no nos podemos imaginar cómo están involucradas en algún proceso, pueden parecer muy complicadas.”
La conjunción de matemática y magia crea la matemagia, maravilloso vocablo acuñado originalmente en inglés por Royal Vale Heath cuando publica en 1933 su libro, titulado Mathemagic, y el concepto fue popularizado por el gran divulgador estadounidense de la matemática, Martin Gardner, a través de su popular columna en la revista Scientific American desde 1956 a 1981. En la matemagia lo sorprendente tiene una justificación matemática más o menos complicada. Del asombro de la magia, surge el entendimiento de la matemática que la explica. Como se puede apreciar, no es una novedad como concepto, pero su uso sistemático como recurso didáctico en el aula ha entrado en pleno apogeo en tiempos más recientes con jóvenes matemágicos como Xuxo Ruiz, con su experiencia (20 años) en las aulas recogida en su libro Educar con Magia: el ilusionismo como recurso didáctico (herramientas). Este maestro aprecia la magia como uno de los principales recursos de su mochila didáctica para el aula y no solo para la matemática. Ha bautizado su nueva profesión como “magiasterio” y cree que "La magia debería impartirse como asignatura oficial en Magisterio", porque es un valiosísimo recurso didáctico que puede y debe ser utilizado por todos los docentes.
No debemos seguir ignorando el poder de la magia para despertar en nuestros escolares el gusto y la pasión por la matemática. Debemos cultivar la matemagia en nuestras escuelas para despertar el entendimiento- el aprendizaje significativo- del método matemático en nuestros niños y jóvenes. Nuestros programas de formación inicial y capacitación continuada de docentes deben integrar este importante recurso a la mochila pedagógica de nuestros maestros para mejor potenciar el aprendizaje de todos los estudiantes.
En síntesis, hay excelentes recursos para inyectar la emoción que potencia el aprendizaje del pensamiento matemático en jóvenes cerebros, algunos íntimamente ligados a la matemática desde su origen en la Antigüedad, como la magia y la música. También diferentes facetas del deporte sirven de motivación al estudio de la matemática. Estos recursos son utilizados por docentes de vanguardia y su práctica cuenta con una amplia bibliografía, así como estudios académicos sobre su impacto en el aprendizaje en todos los niveles educativos. Debemos explorar cómo explotar estos recursos para mejorar el aprendizaje de la matemática de todos los escolares dominicanos, sin desesperar por los pobres resultados del pasado. ABRACADABRA.