(Apuntes para un manual de Sociología barata)
Como todos los grandes temas tabúes, el aborto no es un hueso fácil de roer, el más complejo, rara vez encuentra consenso más allá del blanco y negro. Se inscribe en el gran duelo moral que eternamente somos, en especial si la reflexión es sobre sexualidad, drogas-placer o muerte. Todo indica que ninguna ideología o moral (izquierdista, derechista, religiosa o científica) ha logrado lidiar de manera prudente con estas energías. Históricamente, el panorama ha sido el mismo: “la censura extrema o un libertinaje que hoy día no es más que negocio.”
Debemos de admitir que discutir con cierta profundidad intelectual o “espiritual” respecto al aborto no deja de ser tan riesgoso como polemizar respecto al tema de las drogas-placer y la eutanasia. De momento me pregunto, por qué el placer ha sido siempre perseguido o regulado. Por qué la sexualidad en pleno siglo 21 donde se hace tanto alarde de los avances tecnológicos, sigue enfocándose con argumentos retorcidos, si en fin, la “libertad” formal más elevada que pudiésemos alcanzar es crear una sociedad donde cada quien sea sin dañar al otro. No me refiero a ese otro que nos inventamos con vida sin aún tener cerebro ni un “Background” social sino a ese otro con conciencia de ser. A ese otro que se auto percibe como vida humana. ¿Acaso no es también vida el esperma que se va por el sumidero de la ducha, la cantidad de animales que sacrificamos a diario para que el cuerpo goce, el montón de árboles que a diario derribamos del bosque?
La reflexión respecto a la regulación de estos tópicos tabúes es un poco más allá. Hay que indagar en la naturaleza de los aparatos que regulan la conducta humana. De momento trascienden sus funciones porque coartan los territorios del sujeto. La ontología esencial en todo esto es debatir hasta qué punto se debe permitir que el aparato malogre la individualidad y sus derechos. ¿Parece ser que siempre hay que pautar o enajenar a ese “loco” impredecible, peligroso y lúdico que llevamos dentro: El individuo?
No pretendamos ser más tradicionalista que los “jaimistas” cuando nos conviene y el depredador inconsciente cuando el manjar está en “la mesa” a disposición del paladar, usemos los sentidos y el intelecto, si la eutanasia fuese legal, la sociedad en su conjunto ganaría más, evitaría el dolor inútil, gasto de dinero para mantener una vida que ya agotó su ciclo. Lo mismo con el aborto y las drogas, se eliminaría la práctica del negocio sucio. En fin, la prohibición no ha resuelto el problema que condena. Al contrario, lo ha convertido en morbo y negocio.
En un mundo de supuestos avances morales y tecnológicos, la racionalidad más ideal debería ir hacia una sociedad modelo donde el individuo decida con su vida lo que le venga en gana sin tener que mediar de forma tosca con aparato alguno. Escojamos de modelo, los micros-espacios donde nos relacionamos, ¿nos sentimos más plenos cuando somos y dejamos ser o viceversa?
La impronta de este escrito está más allá de los pros o los contras, el autor alerta o reflexiona respecto al diálogo saludable que debe mantenerse entre individuo y la moral como aparato represivo, de lo contrario perderíamos el “Let it be” que da sazón a la razón de ser.
“Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.”