La definición de aborto

Debido a la polarización que produce la obstinada y virulenta oposición del liderazgo religioso dogmático -con excepciones minoritarias- al aborto, a la educación sexual integral de niños, niñas y adolescentes, a la equidad de género y a la anticoncepción moderna y a los derechos sexuales y reproductivos, las que tratan de justificar manipulando -falseando y distorsionando- conocimientos e informaciones estadísticas de las ciencias que estudian la fisiología de la reproducción humana, como son la Genética, la Biomedicina, la Biotecnología e Ingeniería genética, y la Gineco-obstetricia, la definición de aborto de acuerdo con estas disciplinas debe ser el punto de partida para la comprensión de su naturaleza y una condición para asumir una postura a favor o en contra de la interrupción voluntaria de un embarazo.

Si bien el aborto, por su carácter multidimensional, puede ser abordado desde la óptica del derecho, la antropología, la sicología, la demografía y otras ciencias sociales, su delimitación conceptual y operacional debe ser tarea de las disciplinas antes referidas, sobre todo de la gineco-obstetricia, por su intervención directa en la investigación y atención a las complicaciones médicas y sicológicas del aborto, disciplinas que al producir el conocimiento del proceso de reproducción ha permitido lograr formas más efectivas de evitar los embarazos que no se desean a través de la anticoncepción.

La palabra aborto proviene del latín abortus, participio pasado de aborīrī, con el mismo significado que en español, a su vez de ab-, «de», «desde», y oriri, «levantarse», «salir», «aparecer» que a su vez deriva del término aborior. Este concepto se utilizaba para referir a lo opuesto a orior, o sea, lo contrario a nacer.

En términos latos, el aborto es definido comúnmente como la interrupción de un embarazo, tal como lo hace la RAE. Como veremos, esta ruptura puede ser por causas naturales, en cuyo caso se le denomina aborto espontáneo, o de manera deliberada o provocada (aborto inducido). El primer tipo de aborto tiene origen diverso, ocurre muchas veces al inicio de la gestación, como un proceso que responde a un mecanismo de selección natural cuando se presenta un error en la reproducción; en otros casos puede estar relacionado a cuadros infecciosos, alteraciones uterinas, etc. Este tipo de aborto es muy difícil de registrar. Se considera que se presenta en un 15% a un 30% del total de todos los embarazos, siendo un porcentaje casi constante en la mayoría de la población en general y sobre el que no se puede intervenir mayormente.

En contraste, la OMS considera como un aborto seguro aquel que es atendido por personas profesionales capacitadas que poseen las herramientas tecnológicas e insumos médicos adecuados y que se realiza en un ambiente adecuado porque implica un riesgo muy bajo para la mujer.

Sin embargo, en el caso del aborto inducido, esta definición no es la más precisa ni la más adecuada que se requiere, dado el carácter controvertido del tema, pues ésta incluiría a los nacidos prematuramente y a los que aún nacidos maduros no alcanzan a completar las semanas de embarazo normal. La diferencia esencial entre un aborto y un nacimiento prematuro es la viabilidad, o sea, cuando un embrión o feto puede sobrevivir fuera del vientre de la madre, un concepto formulado por las ciencias médicas, particularmente la gineco-obstetricia y la biomedicina.

En particular, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el aborto como “la interrupción del embarazo antes de las 22 semanas de gestación, con un feto menor de 500 gramos y con una medida total de 20 centímetros o con una medida, de la coronilla al coxis, de 16,5 centímetros” (Organización Mundial de la Salud, Clasificación de Enfermedades 10, CIE 10, 1992). Esta definición está basada en el concepto de viabilidad fetal desarrollado en particular por la investigación gineco-obstétrica. Esta definición es avalada por la La Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) -la única organización internacional que agrupa a los obstetras y ginecólogos del mundo-, a través de su Comité para el Estudio de la Ética en la Reproducción Humana y en la Salud de la Mujer, que establece que “El aborto provocado podría definirse como la interrupción del embarazo mediante el empleo de medicamentos o intervención quirúrgica tras la implantación, antes de que el feto se haya convertido en viable de forma independiente (definición de nacimiento de la OMS: pasadas 22 semanas o más después de la última menstruación”.

La viabilidad fetal es un concepto que involucra aspectos epidemiológicos antropométricos y clínicos que se refiere a la capacidad del feto para sobrevivir fuera del útero materno sin soporte médico. Es así como se considera la edad gestacional de 22 semanas, el peso fetal de 500 gr (OMS), longitud céfalo nalgas de 25 cm. La viabilidad extrauterina es un concepto cambiante que depende del progreso médico y tecnológico, estando actualmente en torno a las 22 semanas de gestación.

El Abordo inducido es aquel que se realiza mediante una intervención externa deliberada para interrumpir el embarazo. Este tipo de aborto tienen casi siempre mayor riesgo de salud para las mujeres y a diferencia del espontáneo tiene implicaciones de orden cultural, jurídico, ético, religioso, sicológico, y hasta filosófica.

Ahora bien, en base a posturas políticas, religiosas o morales el aborto y el embarazo se han definido de diversas maneras. Precisamente otro significado que le asigna la RAE es el “engendro”, “monstruo”. En la encíclica Humanum Vitae la Iglesia Católica (IC) lo califica de delito: “Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto provocado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como «crímenes nefandos».

Por las implicaciones para la mujer, y en particular las de orden legal en países con legislación restrictiva, un tipo especial de aborto es el denominado terapéutico, es decir, aquel que, como su nombre lo indica, se realiza por razones terapéuticas, es decir, cuando según criterio médico se encuentra en riesgo la salud o la vida de la mujer embarazada, y el cual está establecido en la legislación de casi todos los países de América Latina.

Se le denomina Aborto ético, criminológico o por honor al que se lleva a cabo cuando el embarazo ha sido consecuencia de una violación o relación incestuoso.

Independientemente de si el aborto es espontáneo o provocado, de si es penalizado o no y de las valorizaciones de orden religioso o teológico, el hecho tiene implicaciones en la salud de las mujeres que hasta puede poner en riesgo sus vidas, dependiendo el resultado de las condiciones en que se realiza el aborto: si es atendido por personas profesionales capacitados, si los mismos poseen las herramientas tecnológicas e insumos médicos adecuados, etc.

Con la finalidad de distinguir esas dos situaciones en que puede ocurrir un aborto, que son cruciales para los problemas de salud y de mortalidad materna de las mujeres abortantes, sobre todo cuando el aborto se realiza en condiciones de clandestinidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado los abortos en seguros e inseguros. De acuerdo con esta entidad, el aborto inseguro es “un procedimiento para poner fin a un embarazo no deseado, sea realizado por personas que carecen de las aptitudes necesarias o en un ámbito en el que no se cumplen los mínimos criterios médicos, o con la concurrencia de ambas circunstancias” (OMS, 1992).

En contraste, la OMS considera como un aborto seguro aquel que es atendido por personas profesionales capacitadas que poseen las herramientas tecnológicas e insumos médicos adecuados y que se realiza en un ambiente adecuado porque implica un riesgo muy bajo para la mujer. La mortalidad materna en estos casos es de apenas 1 por cada cien mil casos y la incidencia de complicaciones de salud es muy baja.

¿Por qué es pertinente esta clasificación sugerida por la OMS? Los datos disponibles a nivel internacional muestran una correlación positiva significativa entre la incidencia de abortos riesgosos e ilegalidad, aunque también se verifica que algunos de ellos se realizan en países donde el aborto es legal porque las condiciones en que se realizan son inadecuadas. Por otra parte, en países donde el aborto es ilegal se realizan un cierto número significativo de abortos seguros. Si bien es una definición internacionalmente muy utilizada, su interpretación no es uniforme. El término “aborto seguro” o “aborto sin riesgo” también es denunciado por la Iglesia Católica como un “fraudulento eufemismo lingüístico”.